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Una excavación arqueológica realizada por voluntarios en la isla de Lekeitio rescata monedas desconocidas, huesos y proyectiles de las Guerras Carlistas

Monedas antiguas descubiertas por los voluntarios durante las excavaciones

Maialen Ferreira

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En el corazón de Lekeitio, pueblo de la costa vizcaína, existe una isla a la que solo se puede acceder a pie cuando baja la marea y el agua deja entrever una pasarela. Es conocida como Garraitz o San Nicolás y si bien hoy en día es un lugar idóneo para hacer senderismo y disfrutar de la flora y la fauna, durante siglos ha estado ocupada por religiosos y militares. Con el objetivo de destapar sus tesoros y traerlos al presente, un grupo de voluntarios coordinados con la sociedad de ciencias Aranzadi y la sociedad cultural Atabaka, en colaboración con el Ayuntamiento de Lekeitio, han participado por quinto año consecutivo durante cuatro días en excavaciones arqueológicas.

Garraitz, que cuenta con 6,5 hectáreas de extensión, albergaba en el siglo XV una ermita consagrada a San Nicolás de Bari. Dos siglos más tarde, en 1617, la orden franciscana decidió construir sobre ella su convento, en el que durante años aislaban a enfermos de epidemias como la peste. “Entorno a esa ermita existen una serie de edificaciones, algunas relacionadas con la ermita y otras con el convento franciscano que se habilita en la zona entre 1617 y 1650. En ese sector estamos trabajando en definir las diferentes estructuras, los muros, las baldosas y rellenos que existen con el fin de luego actuar desde el punto de vista arquitectónico y recuperar esos elementos”, explica el arqueólogo del proyecto, Alfredo Moraza.

Más hacia el norte de la isla, se encuentra una zona que el arqueólogo denomina como 'sector militar', en el que se puede apreciar, incluso a día de hoy, una serie de fortificaciones y elementos relacionados con la defensa costera y la defensa del puerto de Lekeitio. “Hay sobre todo desde 1742 hasta 1839 diferentes fortificaciones, como un fuerte construido en la época carlista que está inconcluso porque cuando los carlistas conquistan la villa en 1836 el fuerte se queda sin terminar. Relacionado con esto hay un pequeño cuartel, se conserva un polvorín, el único que hay en toda la costa vasca. En el extremo norte de la isla está lo que es la batería costera, que se construye en 1742, pero que va sufriendo diferentes reformas en cada conflicto armado”, detalla Moraza.

El proyecto se define como 'Garraitz 25' debido a que se prevé su finalización en 2025, año en el que se podrán elaborar las conclusiones de los trabajos arqueológicos realizados y los elementos que se han descubierto. Una vez en la isla, un grupo de entre 30 y 50 voluntarios de todas las edades -los pequeños rondaban los 10 o 12 años y los más mayores cerca de 70- se han organizado para excavar con el objetivo de recuperar el patrimonio natural y cultural de la isla, siempre conservando sus especificidades naturales, puesto que hay especies animales y vegetales que solo se conservan en ella.

La modalidad de trabajo que han realizado es denominada como ‘Auzolan’ (trabajo de barrio, en euskera) y es significativa porque son los propios vecinos del pueblo quienes de forma gratuita realizan un trabajo específico en beneficio de toda la sociedad, en este caso, participan en las excavaciones de forma altruista. “Yo soy como un astronauta que aterriza aquí, pero la isla es de la gente del pueblo”, bromea Moraza.

Entre los voluntarios se encuentra el periodista Ibon Pérez, que investiga los recovecos de la isla para completar la novela histórica que está escribiendo y que trata sobre las 'seroras', un grupo de mujeres que vivían en la ermita de la isla. “Es una de las cosas más gratificantes que he hecho después de este año que hemos pasado porque ya no es solamente que participes excavando en tu pueblo, es que conoces otras realidades, es un trabajo voluntario, gratuito y la gente que viene lo hace con ganas”, comenta Pérez a este periódico.

“Este año hemos encontrado más cosas porque hemos traído más detectores de metales que otras veces. Hemos encontrado huesos que aún falta determinar si son de animales o humanos, balas de plomo del siglo XIX, pequeños proyectiles de cañones de las Guerras Carlistas, hemos encontrado una pipa, monedas misteriosas con una estrella que no podemos saber todavía de qué época son, pero relacionadas con Marruecos. Hemos encontrado pesetas, monedas de los siglos XIV y XV, baldosas del suelo original y clavos, lo que nos hace creer que hubo unas estructuras bastante importantes de madera en la isla en la zona del convento”, apunta el periodista, que asevera que los objetos deberán ser analizados por expertos de Aranzadi.

Al terminar el último día de excavaciones, Pérez, quien tras pasar años viviendo en Madrid ha vuelto a su pueblo natal, asegura que muchos de los voluntarios se han quedado con las ganas de seguir indagando en los tesoros de la isla. “Si pudiera, me quedaría toda la tarde”, asegura. Sin embargo, sin la presencia del arqueólogo oficial las labores deben cesar. “Yo creo que en Euskal Herria e incluso en la península ibérica, en España, no valoramos lo que tenemos. Hay -cerca de la isla- un cañón de la guerra de la Independencia hundido a 16 metros de profundidad, un cañón que usaron las tropas del duque de Wellington. Que un cañón como este esté bajo el mar sin que lo hayan rescatado, sin que lo hayan llevado a ningún museo es un poco triste. No damos importancia a todo lo que hay”, lamenta el periodista, cuya labor de investigación busca ayudar a redescubrir la historia de su tierra. “La isla está ayudándonos a reescribir aquello que estaba olvidado”, concluye.

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