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Crónica teatral Festival de Mérida

Tener razón y que nadie te haga caso, el castigo del Tiresias de Anabel Alonso

Actores de 'Tiresias'

Efe / Vicente M. Roso

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El tropiezo constante contra la misma piedra podría evitarse echando la vista atrás a los antepasados que ya en su historia auguran a las nuevas generaciones la realidad que les espera, sin embargo, por lo general, a los videntes con malos presagios no se les suele tener en cuenta. Tener razón y que nadie te haga caso, el castigo divino del Tiresias interpretado por Anabel Alonso en Mérida y estrenado este miércoles.

“¡Que no decaiga la tragedia!” grita Anabel Alonso encarnando a Tiresias, el hombre mujer o la mujer hombre, sin vista, pero con sabiduría, el vidente ciego de Tebas que no se achanta para decir la verdad a los poderosos.

En su caso su verdadera tragedia no es estar ciego, pues esto le impide ver “la estupidez de este mundo”, confiesa, sino el poder vaticinar el devenir.

Y es que las clásicas obras griegas no están exentas de ser otro intento de buscar la verdad del ser humano, que entrelaza con la bondad y la belleza, a través de un “culebrón” mitológico salpicado de personajes familiares entre sí que también hacen caso omiso a su realidad, a pesar de los vaticinios de un secundario convertido en actor principal en esta obra.

Anabel Alonso encabeza el elenco de Tiresias, en lo que supone su tercera aparición en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, y, junto a Alfredo Noval, Paula Mendoza, Carlos Beluga, Ana Fernández, Carlota Ferrer, Alberto Velasco y María García Concha, pone en pie el penúltimo espectáculo de esta edición del festival emeritense, coproducción propia con Draft.inn, que ha sido estrenado este miércoles.

La danza poética del movimiento corporal, el juego de luces, la música, compuesta por Tagore González expresamente para esta obra, y la voz de la soprano lírica Paula Mendoza acompañan en este viaje de emociones que repasa los acontecimientos principales de distintas tragedias clásicas griegas, como La Metamorfosis de Ovidio, Las Bacantes de Eurípides, Edipo Rey y Antígona de Sófocles, con Tiresias como hilo conductor.

Todo ello en una escenografía colorida aunque poco cargada, que trata de aprovechar el misterio que encierran las piedras del Teatro Romano en el paso de los años, en palabras de su directora escénica, intérprete y también responsable de parte del libreto, Carlota Ferrer, que se estrena en Mérida, y quien junto a José Manuel Mora colabora en el texto de Joan Espasa.

El personaje secundario de varios clásicos griegos, Tiresias, sirvió de inspiración a la escritora británica Virginia Woolf para su novela Orlando (interpretado en el cine por Tilda Swinton) y, según confesó Anabel Alonso, en su ejecución del personaje hace el viaje a la inversa, su Tiresias trata de inspirarse en Orlando. 

Con un montaje en el que se rompe la cuarta pared (de forma cómica se dan consejos premonitorios e improvisados al público), se asiste a un repaso “casi didáctico” de varias tragedias griegas con el intérprete del vuelo de los pájaros al lado de su hija Manto (que ha heredado ese don de Tiresias) como narrador.

Así, acompañada de los acordes de la guitarra eléctrica del actor Carlos Beluga, la narración del adivino traslada al espectador a la historia de Edipo Rey, interpretado por Alfredo Noval, quien como la mayor parte del elenco hace varios papeles distintos en este montaje.

Antes, contando los orígenes de las cualidades de la agorera, su ceguera y el don de la profecía, (en sus dos versiones), el espectáculo sube el tono (sexual, incluso) con, entre otros momentos, la discusión de alcoba entre Hera y Zeus. (Ana Fernández y Carlos Beluga).

“No se puede deshacer lo que está hecho, a lo hecho pecho”, sentencia Atenea (Carlota Ferrer) ante la petición de devolverle la vista a Tiresias y bajo la carcajada del público emeritense en esta primera parte con más tonos humorísticos.

El público muestra su entusiasmo al ritmo del Crazy de Gnarls Barkley en la “fiesta de la lujuria de Dioniso” cuyo “vicio y desmesura” trata de trasladar al público antes de ser interrumpidos por rey Penteo (Alfredo Noval), nieto de Cadmo (Alberto Velasco) quien junto a Tiresias se apuntan al ebrio frenesí. 

Una de tantas historias clásicas que son repasadas en este espectáculo, cuyo final se une irremediablemente al de Tiresias y que muestra una cornuda sorpresa.

“Toda guerra es una destrucción del espíritu humano, es ser insensato preferir la guerra a la paz”; “antes de reparar el mundo tendríamos que aceptarnos a nosotros mismos”; “ser guapo saca lo peor de los demás, la envidia”; “hay verdades que no hay por qué revelar” son algunas de las sentencias de este adivino andrógino, que fue hombre un tiempo y mujer en otro momento.

“Mi ceguera fue el castigo, pero el don (la adivinación) estaba tan envenenado como esa ceguera, ¿de qué sirve predecir el fin del mundo si no hay remedio ni cura, ¿de qué sirve saber lo que va a pasar?”, expresa Alonso sobre su tragedia (y la del resto).

Quizá por ello Tiresias, que ha pasado por la vida de siete generaciones, aconseja aprender a vivir con las verdades o afrontar el sufrimiento tarde o temprano de vivir en la mentira. Trágicos finales por desoír los vaticinios.

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