El bullying LGBT-fóbico en las aulas
“¿Va a ser el tutor de mi hijo? Es que mi hijo lo ha pasado muy mal en el colegio. Y tengo miedo. Lo acosaban, lo llamaban 'mariquita, sarasa, maricón'. En casa sabemos que es especial y lo queremos así, pero no soportaría que se me viniera abajo y que cogiera miedo al instituto”.
Esta ha sido la última vez que como docente he tenido que enfrentarme al acoso homófobico. Y fue el pasado 13 de septiembre, el primer día de curso, hace aún menos de un mes. Y en este caso, ya detectado, el niño cuenta con bastantes posibilidades de romper la barrera del sufrimiento porque, a su edad, ya tiene clara su orientación sexual; porque, además, cuenta con la complicidad de varias compañeras de clase; porque se ha encontrado con un tutor sensible al acoso LGBTIfóbico-quizá porque un día también fue niño acosado- y, finalmente, porque tiene el amor inmenso de su familia.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando una de nuestras alumnas no ha encontrado en su casa o con sus amigos el apoyo suficiente para derribar sus muros? ¿Cómo abordan los institutos este tipo de situaciones si no ha habido un docente que haga reflexionar al resto de sus compañeros sobre la diversidad afectivo-sexual? ¿A qué tiene miedo el director del colegio cuando una madre propone al centro hablar sobre las distintas familias?
E, incluso, yo mismo… ¿por qué a veces siento miedo a la visibilidad en el aula? ¿Temo toparme alguna vez con el insulto más deleznable en la pizarra? ¿Por qué si podría ser el referente positivo de un niño que sufre la injusticia desde la última fila?
Quizá os esté planteando demasiadas preguntas para un acto institucional, para unos cuantos minutos de intervención. Pero son preguntas que me hago continuamente porque forman parte de mi realidad. Creo que no hay espacio mejor que este para pensarlas en voz alta, para pedir, como hacemos cuando las estrellas fugaces nos sorprenden, al menos, un par de deseos:
Porque deseo, en primer lugar, que las instituciones doten de los recursos necesarios a la Ley de igualdad social LGBTI de nuestra comunidad autónoma para que esta pueda dar sus frutos. Es necesario que los profesores recibamos formación específica para que identifiquemos este tipo de acoso.
Muchas veces escondemos bajo la etiqueta de ACOSO ESCOLAR la homofobia y lo hacemos porque nos faltan recursos para detectar sus características concretas. Por eso, los centros necesitan con urgencia un protocolo de actuación que paralice estos abusos. Por eso, también, necesitamos aprender estrategias que nos permitan tratar la diversidad afectivo-sexual sin miedo a equivocarnos.
Y porque deseo, finalmente y en segundo lugar, que mis alumnas lesbianas y mis alumnos gais, transexuales, bisexuales e intersexuales no sufran tanto para alcanzar la libertad individual. Un día, con sus obras, Miguel Ángel, Frida Kahlo, Federico García Lorca, Virginia Woolf, Luis Cernuda o Pedro Almodóvar nos mostraron la verdadera esencia de pertenecer a las aceras de enfrente. Os pido a todos que sigamos sus ejemplos para que, sin miedo, podamos decir lo que amamos sin estar presos, siempre desde la libertad del amor verdadero.
Fran Amaya es profesor de IES Fuente Roniel de Fuente del Maestre y ha hecho lectura de este manifiesto en su intervención en el el primer pleno en España contra el bullying o acoso escolar por LGBTI-fobia celebrado en la Asamblea de Extremadura.