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Está plagado de sensores, pero Apple Watch no es un médico ni puede velar por tu salud

Los datos de los sensores pueden transmitirse a las aplicaciones de salud del móvil

Lucía Caballero

Hace un par de días que te duele la cabeza, te sientes mareado y cansado. Deberías ir al médico, pero es mucho más fácil escribir los síntomas en el buscador de Google y ver qué resultados te devuelve. Antes de que internet llegara a nuestras vidas, a nadie se le hubiera ocurrido consultar la enciclopedia a ver qué enfermedad reunía todos sus síntomas.

Por supuesto, el gigante de internet no es ningún médico, pero ejemplos como este son la prueba de que ya no nos conformamos con acercarnos al centro de salud más cercano, sino que queremos tener controlado nuestro cuerpo y saber qué nos pasa en cada momento. Las nuevas tecnologías pueden darnos respuestas.

Más allá de las interminables páginas de síntomas y sus respectivos males asociados, hay otro mundo paralelo: el de las aplicaciones sobre salud.

Ya existen más de 40.000 de estas ‘apps’ disponibles para dispositivos de Apple y 57.000 para el resto de sistemas operativos, según el último estudio del Instituto IMS de Informática para la Salud. El texto también señala que este sector es el tercero con mayor crecimiento (solo después de videojuegos y herramientas) y pronostica que en 2015 un tercio de los usuarios de teléfonos inteligentes tendrán instalado alguno de estos programas.

“Apostamos cada vez más por mantener un estilo de vida saludable y no se puede mejorar lo que no se puede medir”, explica a HojaDeRouter.com Vicente Traver, investigador del Área de Tecnologías para la Salud y el Bienestar del instituto ITACA, perteneciente a la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Y para medir no vale cualquier aplicación, sino aquella que utilice los datos obtenidos por un sensor. Aunque algunas ya permiten monitorizar nuestras constantes vitales, es en el terreno de los ‘wearables’ donde más abundan los medidores de parámetros fisiológicos. Hace tiempo que ciertas camisetas y pulseras han dejado de ser meros complementos para convertirse en objetos inteligentes.

Este año, sin embargo, el último grito de la moda electrónica son los relojes. La feria tecnológica de Berlín ha sido el escaparate escogido por los gigantes del sector para mostrar sus apuestas. Allí se han presentado el Moto 360 de Motorola, el G Watch R de LG, el modelo Gear S de Samsung y el SmartWatch 3 de Sony. Incluso Asus ha puesto a la venta su primer ‘wearable’, el ZenWatch. Todos menos el de Samsung funcionan con Android Wear, la versión del sistema operativo de Google adaptada a estos aparatos.

Por supuesto, Apple no iba a ser menos. Aunque ha esperado hasta el último momento, al fin ha visto la luz el ansiado Apple Watch, que Tim Cook llevaba anticipando desde el año pasado. Como todos los Android, incorpora sensores para controlar ciertos parámetros relacionados con la salud o la actividad física, como los que miden tu ritmo cardíaco (pulsómetros) y los podómetros.

Toda la información en tu muñeca

Traver explica que una pulsera o reloj puede medir el pulso sanguíneo de varias maneras: “detectando las variaciones de presión si están en contacto con la piel o incluso por variaciones en el color de las venas”. Las luces LED y los infrarrojos que emite la parte trasera del reloj son reflejadas según estas tonalidades; un indicador de la cantidad de sangre que cirucla por ellas. Los fotoreceptores captan entonces las ondas devueltas y traduce los cambios en latidos.

En el caso de la concentración de glucosa en sangre y la cantidad de oxígeno en el torrente sanguíneo (dos sensores que se barajaban en las predicciones, pero que finalmente no están en el Apple Watch), el procedimiento es más complejo. Para ambos parámetros, los detectores envían también ondas infrarrojas a la piel y, según la forma y proporción en que son reflejadas, detectan ciertas moléculas biológicas. Después, establecen una relación para estimar las concentraciones de glucosa u oxígeno. “No está habiendo un análisis como tal, pero sí se detectan las variaciones”, indica el científico de la UPV.

“Muchos de los sistemas no son fiables al 100%”. El investigador pone como ejemplo los podómetros, que detectan el movimiento para contar los pasos. “Seguramente un teléfono móvil y una pulsera Fitbit que lo lleven incorporado darán un valor diferente”, prosigue. Pero no es algo nuevo, lo mismo ocurre con distintos termómetros convencionales como los que pueden comprarse en cualquier farmacia. “Los valores de la medición pueden variar incluso en dos grados”. Estas diferencias entre aparatos no dependen solo del dispositivo, sino también de las condiciones en las que se utiliza. Factores como la luz pueden influir en el resultado.

Otro ejemplo es el de los medidores de tensión. “Para tomar la tensión arterial se recomienda que la persona esté sentada, que el brazo forme un cierto ángulo, que lleve en reposo más de cinco minutos, que se mida dos veces”, enumera Traver. Las condiciones que cita el científico generalmente no se cumplen, ni cuando el proceso lo realiza una persona en su casa (mucha gente dispone de un medidor de tensión), ni tampoco cuando lo hace un sensor.

Sin embargo, esto no significa que haya que desechar la información que nos aportan. “Los dispositivos ‘wearables’ no se utilizan en ningún caso para dar un diagnóstico médico”, señala. “Sirven para avisar de que existe un riesgo”.

Una cuestión de espacio

También el pequeño tamaño de los sensores puede traducirse en una menor fiabilidad. Gracias a la miniaturización de los componentes electrónicos, los dispositivos pueden integrar varios medidores en un espacio reducido como el de un teléfono o un reloj. “Los grandes aparatos de los hospitales siempre van a ser más exactos que uno que ocupa nanómetros”, dice Traver.

El ‘software’ que utilizan los dispositivos para analizar los valores obtenidos es otro de los factores determinantes. “En los medidores de actividad cardiaca y los podómetros se ha trabajado mucho en esta parte; hay potentes algoritmos que tratan las señales y que eliminan el ruido”. El experto indica que hay varias etapas en el proceso: “Está la señal física, la interpretación que se hace a nivel del chip y luego el almacenaje y transmisión de la información”. Muchos de los ‘wearables’, como ocurre con el Apple Watch, se comunican con los móviles mediante Bluetooth para que los datos sean usados también por las aplicaciones instaladas en los mismos.

“No debemos fijarnos solo en el sensor, sino también en los sistemas que incorporan para refinar los valores y mejorar los resultados”, afirma Traver. “Podemos encontrar algunos que, sin ser de una marca conocida, tienen una relación calidad-precio muy buena”. No obstante, el investigador indica que solemos buscar una firma que nos dé garantías, aunque muchas de ellas acaban utilizando los mismos chips.

Idealmente, la desviación en las mediciones de cualquier aparato debería ser menor del 1%, pero en estos dispositivos suele rondar el 5 o el 10%. Sin embargo, y a pesar de las inexactitudes, el investigador les da un voto de confianza. Asegura que lo que nos interesa de los datos aportados por los sensores no son los valores absolutos, sino la progresión. “Queremos saber si estamos haciendo más ejercicio, si reducimos nuestro peso. Al final lo que más importa son los gráficos que indican la variación de los parámetros”. Una afirmación similar a la que hacía Tim Cook durante la presentación, durante la que recalcaba la importancia de conocer el progreso de nuestra forma física y así motivarnos para mejorar.

Se buscan reguladores

Trover indica que aún hay un vacío a la hora de establecer la calidad de los datos porque no existe ninguna regulación al respecto. “La CE autoriza la parte ‘hardware’ de los sensores, pero la parte ‘software’, la de la aplicación que interpreta, no está regulada”, explica por su parte Javier Ferrero, coordinador de la Estrategia de Calidad y Seguridad en Aplicaciones Móviles de Salud. Esta iniciativa de la Agencia de Calidad Sanitaria de Andalucía establece unos requisitos para que estas herramientas sean fiables y emite el distintivo AppSaludable, una garantía de que se están cumpliendo.

Algo similar ocurre en Estados Unidos, donde la FDA certifica el sensor, pero en cuanto a las herramientas “solo regula aquellas que convierten al teléfono en un dispositivo médico, pero no entra a valorar si son fiables o si entrañan riesgos”. Algunas de las ‘apps’ conectadas a un sensor que mida una señal fisiológica entran en la categoría a la que se refiere Ferrero. Como afirma el experto, los datos que manejan son mucho más delicados. “Quizá en España no tanto, porque tenemos una sanidad pública y universal, pero en otros países donde no es tan sencillo acceder a un especialista puede que haya gente que se deje guiar por ellas a la hora de suspender o comenzar un tratamiento”.

Sin embargo, cuando los sensores y las aplicaciones funcionan correctamente pueden llegar a ser útiles. “Nosotros utilizamos estos datos”, asegura Lucien Engelen, director del Programa de Innovación REshape del Centro Médico de la Universidad Radboud, en Holanda. Allí apuestan porque el futuro de la medicina pase por dar más poder a los pacientes, basándose en la tecnología.

Entre otros proyectos han creado uno llamado ‘Aquí están mis datos’ (‘Here is my data’), una plataforma en internet a la que cualquiera puede conectar sus dispositivos para tener una imagen completa de su salud y compartirla con sus amigos, parientes o con el personal sanitario de la institución. Engelen afirma que “cada vez más gobiernos apuestan porque los usuarios puedan saber si una aplicación o sensor es fiable”. Según el experto, una certificación de este estilo serviría para que estas herramientas puedan exhibirlas y representar un plus a sus prestaciones.

Tanto Engelen, como Traver y Ferrero coinciden en que las aplicaciones y sensores creados específicamente por las marcas tienen más garantías de ser fiables que cualquier otro. “Por ejemplo, Apple se encarga de que sus herramientas cumplan los requisitos”, señala Engelen. Sin embargo, “las plataformas para aplicaciones de Android, Apple o Windows no exigen ningún tipo de regulación sanitaria”, dice Ferrero. En la web de Apple se puede encontrar la siguiente especificación para los desarrolladores que quieran incluir una aplicación en su plataforma estrella de salud, Health Kit: “serán rechazadas todas las 'apps' que utilicen datos falsos o inexactos”. Pero sigue sin quedar claro cómo de exactos deben ser.

Es difícil sacar conclusiones sobre si los datos son rigurosos cuando nadie parece establecer un mínimo. En lo que sí están de acuerdo los expertos es en que la tecnología ‘wearable’ es útil para hacerte una idea de cómo está tu salud y, por qué no, plantearte nuevos retos para mejorarla.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Jason Howie, Apple, UC Davis College of Engineering, hereismydata.com

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