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Broadway sigue cerrado: nueve meses sin poder pisar el escenario por la pandemia

La calle frente al teatro de Broadway, vacía por el coronavirus.

Sarah Yáñez-Richards

Nueva York —

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Los teatros de la Gran Manzana cerraron sus puertas en marzo, cuando Nueva York se convirtió en el epicentro de la pandemia del coronavirus, con la idea de volver a subir sus telones a los 32 días. Pasaron los meses, los contagios descendieron hasta un nivel récord a la baja para una gran ciudad, pero los escenarios de los teatros, óperas y salas de conciertos nunca se volvieron a usar. La última fecha oficial de reapertura de Broadway es finales de mayo de 2021.

Para proteger la salud pública, la ciudad ha paralizado uno de sus principales negocios. Broadway es la avenida neoyorquina que contiene más de cuarenta teatros. En su última temporada completa, del 28 de mayo de 2018 al 26 de mayo de 2019, recaudó más de 1.800 millones de dólares, según la Liga de Broadway.

Algunos artistas, como el músico de jazz Steve Whipple, han llevado su arte a las calles con la esperanza de poder pagar parte del alquiler con las propinas. Otros, como la bailarina Sunny Hitt, buscaron ayuda a través de subvenciones para poder mantenerse en esta cara ciudad. La actriz valenciana Puy Navarro, que lleva dos décadas asentada en Nueva York, explica que la mayoría de los artistas que conoce se están “buscando la vida” con segundos trabajos. Navarro ha dado clases de yoga y de escritura de guiones a través de la plataforma de videollamadas Zoom. También ha grabado audiolibros.

“Muchos de los actores de Nueva York están sobreviviendo gracias al voice over (narraciones). Como ha habido mucha demanda de leer y escuchar libros, una gran parte de los actores está trabajando en los audiolibros; otros muchos están dando clases, vía zoom, de teatro. Y así es como estamos sobreviviendo”, recalca Navarro, que el día de la entrevista se encontraba en una residencia en Suiza trabajando en su último proyecto.

“La cultura es tan necesaria como la salud”

Esta creadora se fija en que en España y Argentina ya han dado luz verde al espectáculo en espacios cerrados (el contexto más peligroso para el contagio del coronavirus, que se transmite principalmente a través de aerosoles que se quedan en el aire). “En España, el mundo del teatro se unió para hacer mucha presión política, por lo cual se abrieron los teatros (...) Si en España y Argentina se pueden abrir los teatros, se pueden abrir también en Nueva York”.

“La decisión del gobernador neoyorquino (Andrew Cuomo) es: 'Vamos a luchar por la salud de la población'. Me parece perfecto, pero la cultura es tan necesaria como la salud”, dice la artista, que describe Broadway como “el segundo pulmón de Nueva York”.

El baile ha sido otro de los grandes afectados. Antes de que la pandemia azotara, la bailarina Hitt estaba trabajando en la coreografía para un crucero, en dos musicales off-Broadway (teatros independientes y que ofrecen obras alternativas a las grandes producciones) y estaba en negociaciones para un espectáculo en Broadway. Al principio, pensó que estos proyectos solo se pospondrían hasta la vuelta a la normalidad, pero con el paso de los meses ha dejado de hacerse ilusiones y cree que, como pronto, volverá a trabajar en el sector durante el otoño del año que viene.

Hitt cuenta que muchos de sus colegas se han visto obligados a abandonar la gran ciudad y dice que ella está sobreviviendo gracias a su segundo trabajo, entrenadora personal y profesora de yoga, así como con ayudas económicas de diversas entidades. “Pude aplicar a las ayudas de desempleo (600 dólares a la semana), lo cual fue extremadamente útil. No sé qué hubiera hecho sin eso”, apunta la artista, que también ha recibido las “subvenciones de emergencia” de Dance NYC, una organización de promoción de la danza, así como de otro fondo para actores y una fundación dude arte contemporáneo: se trata de ayudas entre los 500 y 2.000 dólares. “Ese dinero (extra) no viene del Gobierno. En la comunidad artística y creativa nos sentimos un poco excluidos de algunos de los paquetes de ayuda federal. Hay una esperanza de que, con suerte, (el presidente electo) Joe Biden apruebe algo cuando asuma el cargo en enero”.

Hitt tampoco entiende por qué Nueva York ha decidido reabrir los gimnasios y museos y no los teatros. Ella pone como ejemplo a otros países, como Corea del Sur, donde dice que sus colegas han ido a bailar (los teatros también se han cerrado allí este mes por el aumento de contagios). “Culturalmente, en Estados Unidos, no apreciamos las artes escénicas de la misma manera que lo hacen otros lugares. No lo valoramos de la misma manera”, dice la neoyorquina.

“Estamos acostumbrados a que nos paguen poco. Tenemos la expresión: 'un artista muerto de hambre', que a los artistas no nos gusta, pero se usa mucho. No sé cómo salir de esa suposición, pero de alguna manera, culturalmente, tenemos que empezara a darle valor”, destaca la creadora que explica que un actor gana más grabando un anuncio que haciendo una obra de teatro, aunque una entrada para ver un espectáculo en Broadway cueste, como mínimo, 100 dólares.

Bailes virtuales

Pese a que lleva sin poder subirse a un escenario meses, Hitt ha podido bailar gracias a la tecnología. Ha formado parte de un videoclip desde el salón de su casa, bailado en una galería de arte para una representación audiovisual y ha bailado junto a cientos de personas en “Social DisDance Party”, fiesta virtual que organizó con unas compañeras al comienzo de la pandemia para recaudar dinero para los más perjudicados por la pandemia y que ya ha superado las 50 ediciones.

Internet también fue de gran ayuda para Whipple, bajista japonés asentado en la Gran Manzana desde hace una década y que creó Maestro Match, una página web para que los músicos afectados por la pandemia puedan dar clases en Zoom. “Creé un documento de Google. Pedí a mis colegas que pusieran sus nombres y cualquier información con la que se sintieran cómodos, y amigos míos lo convirtieron en un sitio web. Fue increíble ver cómo todas estas personas se unieron y ayudaron a convertirlo en algo real”, comenta el músico, quien a través de estos sistemas ha conseguido tres alumnos.

Hitt sigue recordando su último trabajo como músico el 15 de marzo. “Después, no trabajé durante seis meses”, cuenta. Más tarde, empezó a hacer traducciones y a tocar en los parques en busca de propinas. “Cuando toco en la calle, siento que la gente tiene hambre de música. Es una sensación agradable cuando la gente realmente se detiene y dice: 'Gracias'. Pero la música es nuestro sustento, así es como pago el alquiler y tengo un hijo de un año en casa, necesito ganar dinero para sobrevivir”, explica.

Las ayudas económicas también mantuvieron al artista a flote. Por un lado, recibió parte de un préstamo del Estado que consiguió la banda con la que estaba de gira y, por otro, el cheque del desempleo. “(El Gobierno) cambió las leyes para incluirnos. Normalmente, si eres autónomo no puedes (recibir paro) porque tus clientes no pagan impuestos, pero hicieron una excepción”.

Los artistas se unen para crear subvenciones

Este flotador de 600 dólares semanales ha sido clave para que miles de desempleados sobrevivan durante la pandemia, pero esta ayuda paró a finales de julio por el desacuerdo entre el Gobierno de Trump y el Congreso, que justo ahora ha pactado retomar las ayudas. En estos meses, varios artistas han recurrido a GoFundMe, una plataforma de recaudación de fondos en internet.

Un ejemplo es Gotham Yardbird Sanctuary, una organización sin ánimo de lucro que crearon la cantante Rie Yamaguchi-Borden y Mitch Borden, uno de los fundadores de los icónicos bares de jazz de Nueva York Mitch Borden, Small's y Fat Cat. El objetivo de esta fundación es coordinar espectáculos de jazz gratuitos en restaurantes, bares, galerías de arte y hoteles.

Según explica Yamaguchi-Borden, los locales tienen miedo de ofrecer música en directo para no saltarse las reglas que la ciudad exige para controlar la COVID-19. Después de dos meses de reapertura, los espacios interiores de los restaurantes y bares de Nueva York han vuelto a cerrar en diciembre para reducir los contagios.

Su marido, Borden, está seguro de que los locales más icónicos de la Gran Manzana van a poder sobrevivir, en parte, gracias a las donaciones que reciben y pone como ejemplo los 25.000 dólares que el cantautor Billy Joel donó a Fat Cat. “Si un club sobrevive pero todos sus músicos se van de la ciudad, tiene que empezar de cero”.

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