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El experimento eslovaco contra la pandemia: pruebas masivas y gratis a toda la población en un fin de semana

Imagen del vídeo explicativo del Gobierno sobre su plan de pruebas masivas.

Icíar Gutiérrez

1 de diciembre de 2020 22:41 h

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Hace un mes, Eslovaquia se convirtió en el primer país del mundo en convocar a su población mayor de 10 años para que se hiciera un test de COVID-19. Lo hizo en un fin de semana y repitió pruebas en otros dos. Salvo en China, había pocos precedentes de un plan a escala masiva como el que el país europeo estaba activando para frenar el rápido aumento de casos registrado desde finales de verano, después de sufrir relativamente pocas infecciones durante el primer pico de primavera.

Hasta ahora, Eslovaquia, una nación pequeña de alrededor de 5,5 millones de habitantes, ha hecho casi seis millones de pruebas de antígenos en varias rondas. Los partidarios de las pruebas masivas en otros países han acogido con satisfacción sus planes y creen que el país puede convertir en un caso de estudio relevante para el resto del mundo. Algunos estados europeos como Reino Unido han expresado su interés por el experimento eslovaco. Austria ha anunciado que seguirá los pasos de Eslovaquia y pretende someter a gran parte de su población, unos 8,9 millones de personas, a pruebas rápidas de coronavirus de aquí a la Navidad.

Tras poner en marcha un plan piloto de tres días en cuatro regiones con alta incidencia, Eslovaquia desplegó su programa de pruebas masivas en todo el país, llamado 'Som zodpovedný' [Soy responsable], el fin de semana del 30 de octubre al 1 de noviembre. Ese sábado se formaron las primeras colas frente a los puntos de prueba (escuelas, teatros, plazas, campos de fútbol) mientras el país se embarcaba en el intento de examinar a la mayoría de sus 5,5 millones de habitantes durante un solo un fin de semana, con el objetivo de localizar al mayor número posible de contagiados y aislarlos.

El primer ministro, el conservador Igor Matovic, defendió el plan como una forma decisiva de frenar la propagación del virus y evitar un confinamiento generalizado. “Es un momento crucial. Probablemente, el único consenso que une a la sociedad actualmente es el hecho de que debemos unirnos contra una pandemia que se está extendiendo mediante pruebas gratuitas”, dice la página de información oficial.

En aquel momento, el “enorme” aumento de los contagiados amenazaba con el “colapso total” de los hospitales, según dijo el ministro de Sanidad del país. El plan, no obstante, contó desde el inicio con la oposición de muchos expertos, que recordaron que los test utilizados son más baratos y rápidos, pero menos precisos que las PCR, y son más adecuados para contextos específicos.

Además de gratuito, el test era voluntario, pero quienes no participaran tenían que aislarse durante varios días o se arriesgaban a una multa de 1.650 euros por no tener el certificado de resultados negativos, algo que convertía la participación en casi obligatoria a cambio de una suerte de pase para evitar la cuarentena.

Pruebas a dos tercios de la población, un 1% de positivos

Se pidió a todas las personas mayores de 10 años (salvo excepciones, como tener una PCR negativa reciente) que asistieran y se hicieran la prueba rápida de antígenos. También se instó a las personas mayores que pasan la mayor parte de su tiempo en casa a no participar, aunque, si no lo hacían, también se les aplicarían restricciones.

Se habilitaron cerca de 5.000 puntos para efectuar los test en todo el territorio. En lo que el Gobierno calificó como “la operación logística más grande de la historia” del país, organizada en 17 días y con el apoyo de las fuerzas armadas, participaron 40.463 personas, entre ellas 14.500 sanitarios y 6.319 militares. El Ejecutivo tuvo que pedir voluntarios.

“Es un plan muy ambicioso”, dice a elDiario.es Alexandra Brazinova, epidemióloga de la Facultad de Medicina de la Universidad Comenius, en Bratislava. “Es una gran idea, pero su puesta en práctica es bastante difícil. Hacer pruebas a toda la población o incluso a una parte de ella con pruebas de antígenos en un corto período (durante un fin de semana) requiere mucho esfuerzo. Hay que habilitar miles de lugares para hacer los test y dotarlos de personal sanitario para hacerlos, trabajadores administrativos para comprobar la identidad de las personas analizadas y rellenar sus certificados y responsables del ejército para supervisar esta operación”. 

Alrededor de 3,6 millones de personas, dos tercios de la población eslovaca, se sometieron a la prueba en esta primera tanda, de las cuales 38.359 dieron positivo, un 1,06%.

En el operativo, el personal médico se encargaba de extraer muestras nasofaríngeas con un palillo. Después de la prueba, las personas tenían que esperar en una habitación reservada y, aproximadamente media hora después, se les daban los resultados en un certificado en un sobre cerrado. Las personas positivas tenían que ponerse en cuarentena durante 10 días en casa o, si esto no era opción, aislarse a una instalación proporcionada por el Gobierno, además de llamar a su médico de cabecera y avisar a sus contactos estrechos.

Dos rondas más a lo largo de noviembre

La operación se repitió el fin de semana siguiente, del 6 al 8 de noviembre, pero solo en aquellas áreas que tuvieron más del 0,7% de resultados positivos en el cribado masivo de la semana anterior. En esta segunda ronda, se efectuaron 2,04 millones de pruebas, identificando a 13.509 personas contagiadas. El porcentaje de positivos bajó en esta tanda al 0,7%.

La tercera ronda tuvo lugar dos semanas después, el 21 y 22 de noviembre, en cerca de 460 ciudades y pueblos eslovacos que habían tenido más del 1% de resultados positivos en la anterior. Esta tanda fue completamente voluntaria (sin restricciones por no hacerse las pruebas), y tuvo una participación mucho más baja que las rondas anteriores. Se hicieron el test 110.609 personas (el 30% de las que fueron en la primera tanda en esas localidades). De ellas, 2.501 dieron positivo, un 2,26%.

Las críticas de los expertos

El programa de test masivo ha sido uno de los grandes estandartes del Gobierno eslovaco en su estrategia contra la COVID-19 para evitar el confinamiento y mantener la economía en funcionamiento, en un momento en el que afronta protestas internas por la pandemia. Según las autoridades, ha ayudado a detectar brotes ocultos y frenar la propagación del virus, y dio al sistema sanitario tiempo y espacio para atender a los enfermos.

Pero muchos científicos han cuestionado el uso de pruebas de antígenos, que confirman la presencia del virus detectando sus proteínas y son diferentes a los basados en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), que buscan material genético y tardan más en dar resultados.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) no recomienda el uso de test de antígenos en personas sin síntomas, a menos que sean contacto de un positivo, o en zonas donde no hay ningún caso o son esporádicos. Según la agencia, estas pruebas tienen más probabilidades de funcionar bien en pacientes con altas cargas virales que suelen aparecer en las fases presintomáticas (1-3 días antes del inicio de los síntomas) y las primeras fases sintomáticas (dentro de los primeros 5-7 días de la enfermedad).

No obstante, la OMS dice que ampliar las pruebas para interrumpir potencialmente la transmisión con el uso de test de antígenos “se considera más beneficioso que no hacer pruebas o hacer pruebas que no sirvan para medidas de control por los largos plazos de entrega o al riesgo de falsos negativos en pacientes con cargas virales bajas”. 

El experto en enfermedades infecciosas Pavol Jarčuška, que forma parte del equipo asesor experto del Gobierno, respondió en declaraciones a la revista científica The Lancet a las preocupaciones sobre el uso de pruebas de antígenos. “Ningún lugar del mundo tiene la capacidad de realizar pruebas a esta escala en el espacio de un fin de semana utilizando pruebas de PCR. Las pruebas de antígeno no son tan sensibles en los primeros días de la infección de una persona, por eso estamos haciendo las segundas pruebas una semana después”.

Por su parte, Brazinova sostiene que “lo más probable” es que haya muchos resultados falsos positivos y falsos negativos en estas pruebas masivas en Eslovaquia, “pero no tenemos forma de estimar el alcance de esto”. “Nunca hemos comparado la sensibilidad [la probabilidad de que un infectado dé resultado positivo] y la especificidad [la probabilidad de que una persona sana dé resultado negativo] de los test de antígenos con las pruebas PCR en una muestra de la población eslovaca, por lo que no sabemos cómo de fiables son los resultados”.

Según explica la epidemióloga, el objetivo del programa del Gobierno eslovaco, encontrar a las personas infectadas, “se logró en las zonas de alta incidencia –esto se detectó con la red de pruebas de PCR antes de la ronda nacional de pruebas de antígenos–”.

“En las zonas de baja incidencia solo se encontraron muy pocos positivos en las pruebas masivas de antígenos y no vale la pena gastar los recursos”, sostiene. “Así que, en mi opinión, si vamos a hacer pruebas masivas de nuevo, deberíamos hacerlas solo en áreas de alta incidencia y en áreas con brotes, y con grandes o muchos clúster (grupos) de casos. Debería hacerse, además, varias veces, al menos dos veces, con una semana o cinco días de separación entre ambas”. 

Curva a la baja

El número de infecciones diarias se ha estabilizado en Eslovaquia, aunque no hay evidencia concluyente de que las pruebas masivas hayan sido un factor en ello. “Los test han ayudado en las zonas de alta incidencia a frenar un poco la propagación. Sin embargo, es difícil saber hasta qué punto han contribuido las pruebas masivas y qué es realmente resultado del confinamiento parcial que se introdujo ya en octubre”, dice Brazinova.

La epidemióloga se refiere a las restricciones aplicadas durante ese mes: se prohibieron reuniones de más de seis personas y se cerraron cines, teatros, gimnasios y piscinas. Algunas de estas medidas se suavizaron en noviembre. También se redujo el aforo de las tiendas y los restaurantes solo podían operar al aire libre, en terrazas y para llevar. Además, el uso de mascarilla se hizo obligatorio en exteriores e interiores. A finales de octubre, el primer ministro anunció el cierre de la mayoría de las escuelas y pidió a la población que se quedara en casa salvo para ir al trabajo y comprar lo básico.

En la actualidad, la curva de nuevos casos diarios muestra una clara tendencia a la baja desde el pico en octubre. En estos momentos, Eslovaquia tiene una incidencia de 342 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días (en la vecina República Checa esta cifra es de 539, en España son 320 y en Francia 350). Sin embargo, las estadísticas oficiales solo incluyen los resultados de las pruebas PCR, cuyo número ha disminuido con la introducción de los test de antígenos, por lo que los expertos temen que los datos estén distorsionados.

“Comparada con la primera ola, muy bien gestionada en Eslovaquia con medidas estrictas introducidas muy rápidamente, tenemos una segunda ola bastante fuerte, con un gran número de nuevos casos identificados cada día, aún aumentando el número de hospitalizaciones de casos graves y también de muertes. Nos preocupa lo que nos depararán las navidades, en las que la gente suele reunirse con la familia y los amigos”, sostiene Brazinova.

Más rondas antes de Navidad

El primer ministro eslovaco desea continuar con las pruebas masivas. Hace una semana, anunció, tras una reunión del gabinete de crisis, que antes de las fiestas navideñas se harán hasta ocho millones de test de antígenos a nivel nacional. Ante la baja participación en la última ronda, su intención es que vuelvan a ser obligatorias.

Los planes, no obstante, han abierto una brecha en el Gobierno de coalición. Según recogen medios locales, el titular de Economía ha expresado su rechazo, alegando que hacer pruebas en áreas con baja incidencia “es un desperdicio de recursos”. “Es necesario pruebas específicas dentro y alrededor de los focos, para concentrar allí todas las capacidades de prueba y búsqueda”. Hasta ahora, los costos del programa, incluyendo el proyecto piloto actual, rondan los 30 millones de euros.

El equipo asesor de expertos médicos y científicos que asesora al Gobierno también ha expresado sus dudas. Aunque considera que los test masivos han sido una de las actividades clave en la lucha de la pandemia y que la primera ronda fue “claramente un éxito”, en estos momentos no aboga por más rondas, “especialmente porque agota la energía de los profesionales de la salud ya agotados”. En cambio, pide hacer un uso más efectivo de los test de antígenos para pruebas selectivas y regulares de determinados grupos (como residentes de municipios de alta incidencia, escuelas, pacientes y personal hospitalario).

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