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Angela Merkel pierde el control de la política alemana

Merkel mira preocupada a su principal rival en estos momentos, el ministro de Interior de su propio Gobierno.

Carmela Negrete

Berlín —

La periodista del programa informativo Moma en la primera cadena alemana se lo preguntó hasta tres veces en la mañana del miércoles al presidente del grupo parlamentario de la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) Alexander Dobrint, el socio del partido de la canciller Angela Merkel. La respuesta de Dobrint era la misma las tres veces: el partido está decidido a que a partir de la semana que viene se realicen controles para detectar inmigrantes que no tengan los papeles en regla en la frontera alemana y expulsarlos en caliente a la siguiente frontera, una medida que rechaza el partido de Merkel, la CDU, con excepciones.

Cueste lo que cueste, aunque ello suponga romper con la canciller, el ministro de Interior, Horst Seehofer de la CSU, está decidido a hacer cumplir lo que él asegura es “la regulación vigente” y con ello se refiere al Reglamento de Dublin, que establece que, salvo casos excepcionales, los refugiados han de presentar su solicitud de asilo en el primer país al que llegan de la Unión Europea.

No está claro si sería legal expulsar directamente en la frontera a los inmigrantes dejándolos en otro país europeo, pero según escribe en su blog el doctor Constantin Hruschka del Instituto Max-Plank para el Derecho y la Política Social de Múnich, probablemente esta práctica sería ilegal.

Ello no impide al vecino sureño de Seehofer, el canciller austríaco Sebastian Kurz, poner a su policía a ejercitarse en esta tarea, que ha puesto a ensayar a 600 policías en la frontera eslovena para hacer frente a los refugiados que, eventualmente, tratasen de volver a entrar en número elevado en el país. Los policías hacen de refugiados y sus colegas se entrenan en cómo impedir su entrada y proceder a su expulsión.

Kurz, cuyo gobierno está formado por su partido conservador ÖVP y la extrema derecha del FPÖ, invitó a Seehofer a mediados de mes a Viena para hablar de una estrategia conjunta para combatir la inmigración. Mientras tanto, la canciller Merkel se encontraba en Berlín con asociaciones de refugiados en la cumbre de la integración sin que su ministro de Integración, además de Interior y de “la Patria”, hiciese acto de presencia. A Seehofer parecía interesarle más el impedir que entren más refugiados que tratar los problemas de la integración en el país de los que ya están dentro.

Una situación “muy seria”

Ya un par de días antes había quedado claro que Merkel tenía un grave problema en las filas de su gobierno, ya que el ministro de Interior quería presentar un “plan maestro” antiinmigración que la canciller vetó en el último momento. Al principio los analistas pensaron que se podría tratar de un gesto del partido CSU para ganar votos en las próximas elecciones de octubre en Baviera, ya que la sociedad bávara aparece en las encuestas como más conservadora y reacia a la inmigración.

Sin embargo, las declaraciones de los últimos días han ido elevando el tono. En el mismo programa Moma, la presidenta del SPD, Andrea Nahles, no descartaba que se haya que celebrar nuevas elecciones. El presidente del grupo parlamentario de la CDU/CSU, que compiten a las elecciones en coalición desde hace décadas, aseguraba el martes que “la situación es muy seria”.

Si se llegase a la situación extrema de nuevas elecciones una encuesta del semanario Der Spiegel augura una leve caída del dúo CDU/CSU con 29,8% de los votos, una ligera subida del partido socialdemócrata SPD hasta el 17,7% de los votos y la extrema derecha de AfD también subiría hasta el 16,1%. El desafío a Merkel en política migratoria no servía de mucho a la CSU, que en una encuesta del Instituto Forsa cae hasta el 40%, siete puntos menos que las últimas elecciones en 2013.

En 2015 la oficina federal para la migración y los refugiados alemanes (el BAMF) dejó de aplicar por unos meses el reglamento europeo de Dublín para los refugiados sirios por motivos humanitarios. Ese verano, cientos de miles de refugiados entraron en Alemania después de atravesar media Europa.

El partido del ministro del Interior ha adoptado ahora el lenguaje de Alternativa por Alemania en buena parte, hablando de “inmigrantes económicos” para referirse a los refugiados y optando por medidas como la creación de grandes centros de internamiento en los que se recluirían a los refugiados hasta comprobar su situación legal.

En las últimas semanas se han sucedido por otro lado una serie de noticias que han aumentado la presión sobre la canciller y reforzado en muchos alemanes ideas negativas en relación a la inmigración. Se acusó a la oficina BAMF de haber concedido el asilo a cientos de inmigrantes en una oficina de Bremen de forma ilícita. Semanas mas tarde se supo que tanto en la cobertura informativa como en la investigación hubo fallos de corroboración de datos que llevaron a transmitir una imagen errónea de los hechos pero que contribuyó al ambiente antiinmigración.

Por otro lado se dieron varios casos de asesinatos y violaciones llevados a cabo por inmigrantes que fueron expuestos en la prensa de forma sensacionalista, a diferencia de los asesinatos y violaciones que llevan a cabo los ciudadanos de nacionalidad alemana.

En la oposición, en el partido de la izquierda Die Linke el tema de la inmigración sigue dividiendo a su electorado y a sus dirigentes. En el último congreso del partido, celebrado en Leipzig a principios de junio, quedó claro que hay un sector del mismo que quiere atraer al electorado insatisfecho con la política migratoria y no tiene reparos en utilizar una retórica cercana a la derecha en ese sentido. Dicha corriente está encabezada por la vicepresidenta del partido Sahra Wagenknecht, que en ese congreso cosechó las mayores críticas de varios de sus colegas llegando alguno incluso a pedir su dimisión.

Con este ambiente antiinmigración interno y con la presión de los socios europeos con los que tiene que llegar a un acuerdo el jueves y viernes en la cumbre de la Unión, Merkel parece sitiada. Este fin de semana, después del encuentro con el resto de jefes de Estado, al que llevará al ministro díscolo Seehofer, tanto la CDU como la CSU reunirán a sus órganos dirigentes para discutir qué decisión final toman. El lunes se sabrá si en la frontera alemana se introducen controles, una medida sin precedentes dentro de la Unión y que podría provocar un efecto dominó en otros países.

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