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El 'Guernica' mexicano que cuelga del puente de Irpin contra la guerra en Ucrania

La obra de Roberto Márquez cuelga entre amasijos de hormigón y hierro del puente de Irpin.

Mariangela Paone / Olmo Calvo

Enviados especiales a Irpin (Ucrania) —

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Roberto Márquez nunca había imaginado que su primera visita a Europa iba a ser así. Pero cuando Rusia lanzó su ofensiva en Ucrania no se lo pensó. Cogió sus herramientas de trabajo y puso rumbo a Kiev. Tardó un tiempo en llegar a la capital ucraniana porque durante el camino acabó haciendo varias paradas.

“Desde Estados Unidos volé a Italia, ya que no había vuelo a Varsovia. Mi primera idea era venir directo aquí. Pero cuando llegué a la estación central de trenes en Varsovia, vi que habían muchos refugiados, me quedé trabajando de voluntario un par de días y acabé realizando una obra que sigue allí. Luego estuve otros diez días en Medyka, en la frontera polaca y allí acabé otras dos obras”, cuenta este artista mexicano a pocos metros de un enorme lienzo colgado entre amasijos de hormigón y hierros retorcidos.

El lugar que Márquez ha elegido para realizar su obra es lo que queda del puente de Irpin, que las fuerzas ucranianas volaron para detener la avanzada rusa y bajo el cual pasaron cientos de personas que intentaban huir de los bombardeos, en una de las estampas más emblemáticas de esta nueva vieja guerra en Ucrania. Allí Márquez trabaja ahora para acabar su propia versión del Guernica, la obra que Picasso pintó tras el horror del bombardeo de la ciudad vasca de Gernika del que este martes se conmemora el 85 aniversario. “Mi idea era llegar a Bucha y de camino me encuentro con este puente. Era una de las imágenes que había visto”, explica.

Marquez se define en sus redes sociales como “artivista”, una síntesis de artista y activista. “Para realizar una obra primero tengo que estar en el lugar y luego recoger la información que hay alrededor. Y siempre busco el sitio dónde está el impacto más fuerte”. Por eso en cuanto llegó a la zona de Irpin se sumó a un grupo de voluntarios que, en la ciudad liberada tras la retirada de los tropas de Moscú, repartía comida a los que no había podido huir y se habían quedado más de un mes bajo la ocupación rusa.

“Junto a ellos también he ayudado a desenterrar cuerpos. Un día estaba una madre esperando al cadáver de su hijo. Nos llevó todo el día, fue muy duro. Nunca uno sabe en qué trayectoria está y se encuentra con esas historias desgarradoras. Para mí ha sido muy importante porque todas estas emociones me ayudan a formar imágenes mentalmente que luego se plasman en el canvas”. Márquez llama al lienzo “canvas” varias veces. Y otras palabras en inglés se cuelan en la conversación. Vive en Dallas, Texas, donde sus hijos gestionan una empresa inmobiliaria, que él montó y que ahora le permite dedicarse desde hace tres años y medio a la pintura. “Yo soy un carpintero que un día decidió tomar un pincel”, cuenta.

Marquez, que acaba de cumplir 60 años, llegó a Estados Unidos “como llegó como cualquier otro, de ilegal”. La primera vez que decidió poner en práctica la idea del tipo de obras que quería hacer fue en 2018, durante las caravanas de migrantes centroamericanos hacia Estados Unidos. “Me identifiqué tanto con ellos. Estuve tres meses y en Tijuana, en noviembre de 2018 cuando hicimos la marcha al muro [de la frontera con EEUU]. Seguí trabajando a lo largo de la frontera y algunas obras se dieron a conocer, mucha gente las llama ”banderas“, pero para mí son obras a lo largo de la frontera de El Paso”.

Luego vinieron más experiencias de “artivismo”: tras el asesinato de George Floyd a manos de un policía y el caso de Jacob Blake, al que los agentes dispararon por la espalda, Márquez decidió sumarse a las protestas, y acabó regalando una obra a la senadora Lena Taylor que se había movilizado junto a Jessie Jackson. Luego vino el derrumbe del edificio de Surfside, en Florida, en el que murieron 98 personas; luego Cuba, donde había ido para encontrar el artista disidente Luis Manuel Otero.

La gran tela que cuelga bajo uno de los primeros días de sol en Kiev, Marquez la compró en una tienda en el mismo Irpin. Está dañada y tiene cortes pero incluso eso forma parte de la obra. Pinta con colores acrílicos brillantes y con lo que ha conseguido encontrar aquí. “Mi idea no era hacer un Guernica tan parecido, pero cuando me puse a trabajar sí encontraba una semejanza. Es una versión transformada. El original es monocromático y esta obra tiene muchos colores. Está el verde de la esperanza porque pienso que los ucranianos van a ganar y tenemos los otros colores, la gente que está ahora regresando a sus casas. Cuando llegué aquí me parecía una ghost town, una ciudad fantasma, ahora empieza a estar más limpia, hay gente que vuelve y hoy hemos ido a la misa. Si de repente la situación cambiara, la obra cambiaría con ella. Y debería entonces cambiar también los colores”. Tras acabar este lienzo, Marquez quiere pintar otro en Bucha y luego otro que quiere entregarle al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.  

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