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The Guardian en español

Que no cunda el pánico: por qué a Ucrania no le gusta que Occidente hable de una guerra inminente

Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania.

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Un día después de que Boris Johnson viajara a Kiev para hablar del “peligro claro y presente” de una campaña militar inminente, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, volvió a insistir en que Rusia no había desplegado las tropas suficientes como para organizar una nueva invasión de Ucrania.

Ni siquiera tomándolas en conjunto. En la rueda de prensa para periodistas extranjeros que dio este miércoles, Kuleba dijo que las tropas que hay ahora mismo en la frontera entre Rusia y Ucrania, sumadas a las de la anexionada península de Crimea y a las de la vecina Bielorrusia, son “insuficientes para una operación militar a gran escala”.

Sus palabras vuelven a poner de relieve las notables diferencias que hay entre el Gobierno de Kiev y la retórica de Londres y de Washington, donde las autoridades dicen que Putin podría lanzar un ataque inminente.

Este miércoles, Kuleba ha intentado suavizar esas diferencias. “El tono de voz en nuestros mensajes puede parecer diferente pero el contenido real es el mismo”, ha dicho. “Todo puede pasar y debemos prepararnos para cualquier escenario posible”.

Ha insistido en que Ucrania, que en su zona oriental lleva ocho años librando una guerra con las fuerzas respaldadas por Rusia, sabe perfectamente que Moscú podría intentar una nueva incursión.

Este mismo miércoles la Casa Blanca dijo que, tras las quejas de Ucrania, dejará de hablar de “un ataque ruso inminente”. La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, dice que el uso de la palabra inminente enviaba un “mensaje no intencionado”.

Las declaraciones llegan después de un período de desencuentros entre el equipo del presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, y las autoridades estadounidenses. Los de Kiev han dicho una y otra vez que Washington está exagerando la inminencia de la amenaza.

Más presión a Rusia

En gran parte, el análisis de la amenaza actual depende de conjeturas sobre el estado psicológico de Putin y sus pensamientos más íntimos. ¿Se está tirando un farol para que le hagan concesiones o de verdad piensa lanzar un ataque?

Las autoridades estadounidenses y ucranianas han sopesado todas las evidencias para tratar de responder a la pregunta. Las dos han llegado a la misma respuesta: tal vez. Pero el acento que Washington y Kiev han elegido poner en ese “tal vez” no es el mismo.

Para Estados Unidos, la perspectiva de un posible conflicto ha sido una oportunidad de unir a aliados reticentes, especialmente Francia y Alemania, y lograr que se comprometan de verdad con la seguridad de Ucrania. 

“Dentro del Gobierno de Estados Unidos, hay una tendencia a inclinarse ligeramente hacia el lado de la alarma”, dice Steven Pifer, un antiguo embajador estadounidense en Ucrania que ha sido parte de la delegación de exembajadores y generales de EEUU que viajó a Kiev a principios de esta semana.

“Estados Unidos está tratando de alistar a sus aliados y socios de Europa para que hagan cuanto esté en su mano para indicar al Kremlin que el coste de un ataque a Ucrania será muy importante... El objetivo es maximizar la presión sobre el Kremlin”, explica Pifer durante una mesa redonda en Kiev.

Kiev no es Kabul

Para el equipo de Zelenskiy, son muy bienvenidos los suministros de armas para la defensa llegados tras mucho pedirlos, desde Reino Unido, Estados Unidos y otros países. Del mismo modo que las numerosas visitas de alto nivel a Kiev y que las declaraciones de apoyo. Pero el presidente ucraniano teme que las repetidas menciones a una guerra inminente ahuyenten a los inversores y aumenten una sensación de pánico que ponga a la economía ucraniana en apuros y la lleve a un punto de ruptura.

“Las armas son muy útiles pero no podemos alimentar con armas a nuestros jubilados; la economía va a tener problemas de verdad si todo el mundo piensa que mañana habrá guerra”, dice un alto cargo del Gobierno ucraniano.

Un factor que ha irritado especialmente a los ucranianos es la decisión de Estados Unidos y de Reino Unido de retirar de sus embajadas en Kiev a parte del personal no esencial y sus familiares, así como el consejo que dieron a sus ciudadanos de abandonar el país.

Según un miembro del cuerpo diplomático, en la decisión de retirar al personal influyeron las imágenes de la caótica evacuación de Kabul después de que la ciudad cayera en manos de los talibanes. Pero Kiev no es Kabul y los ucranianos creen que la decisión ha contribuido a alimentar la imagen de Ucrania como país al borde del derrumbe.

En una rueda de prensa el pasado viernes, Zelenskiy criticó esa decisión y dijo que la amenaza de Rusia no era mayor que la producida durante un aumento de tropas similar que se produjo en la primavera de 2021.

“No hay ningún malentendido con el presidente Biden. Es solo que yo comprendo profundamente lo que está ocurriendo en mi país, de la misma forma que él lo comprende en Estados Unidos”, dijo.

Londres y Washington insisten en que el riesgo ahora es mayor. Incluso han divulgado información específica en la que, según ellos, se demuestra que Putin podría estar preparando un golpe de Estado o una invasión a gran escala.

En el desacuerdo público más llamativo, autoridades de defensa estadounidenses informaron el pasado fin de semana a la cadena CNN y a la agencia Reuters de que Rusia había trasladado suministros de sangre a la zona de la frontera, lo que se considera una señal de acción militar inminente. El viceministro de Defensa de Ucrania, Hanna Maliar, negó categóricamente el informe. “El objetivo de esas informaciones es sembrar el pánico y el miedo en nuestra sociedad”, dijo.

El director general de la compañía estatal de gas ucraniana Naftogaz, Yuriy Vitrenko, ha dicho en una entrevista este miércoles que, aunque los riesgos fueran muy reales, hacer declaraciones que puedan aumentar el pánico es extremadamente peligroso. “Si le decimos a todo el mundo que deje de trabajar, que vaya a cavar trincheras, tal vez sirva de algo si la invasión es mañana, pero tendrá un efecto perjudicial para la economía, y si no se produce esa invasión mañana, en un par de meses sentiremos esas consecuencias tan nefastas para la economía”, ha dicho.

En su opinión, sería darle a Putin justo lo que quiere para intervenir: “En cuanto tenemos algunos problemas económicos aumenta el riesgo de revueltas sociales y las revueltas sociales son justo el pretexto que necesita Putin”.

Traducción de Francisco de Zárate

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