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Datos para la esperanza: la tasa de contagios entre los vacunados en Israel es insignificante después de la segunda dosis

Un hombre recibe una dosis de la vacuna contra el coronavirus en un centro de vacunación en Jerusalén.

Oliver Holmes

Jerusalén —
1 de febrero de 2021 22:04 h

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Los primeros estudios elaborados en Israel arrojan cierto optimismo sobre la eficacia de las vacunas para frenar la pandemia de coronavirus, con datos preliminares que apuntan a que ya en las primeras fases de las campañas de inoculación pueden producirse descensos notables, tanto de los casos hospitalarios como de las infecciones.

Uno de cada tres israelíes ha recibido al menos una dosis, una proporción mucho mayor que en cualquier otro lugar del mundo, por lo que este país de nueve millones de habitantes se ha convertido en un campo de pruebas del despliegue mundial de la vacunación.

La campaña estatal –de 24 horas al día, siete días a la semana– ha permitido que muchos grupos de población vulnerables, incluido el 70% de las personas mayores de 60 años, hayan recibido ya las dos dosis prescritas de la vacuna de Pfizer/BioNtech. El país está vacunando a hasta 200.000 personas al día, y la semana pasada puso la vacuna a disposición de cualquier persona mayor de 35 años. Los estudiantes de secundaria de entre 16 y 18 años también están incluidos, con la esperanza de que puedan presentarse a los exámenes.



El Ministerio de Sanidad israelí publicó la semana pasada sus primeros resultados oficiales, que muestran que solo 317 de 715.425 personas, es decir, el 0,04%, se infectaron una semana después de haberse vacunado completamente (con la segunda dosis), el momento en que se espera que surta efecto el incremento de la inmunidad. De las personas vacunadas que se contagiaron, 16 tuvieron que recibir tratamiento en el hospital, es decir, el 0,002% del total.

Uno de los principales proveedores de servicios de salud del país, Maccabi Healthcare Services, publicó el pasado jueves un estudio más alentador que revela que de 163.000 israelíes a los que se les administraron ambas vacunas, solo 31 se contagiaron, en comparación con casi 6.500 contagios en un grupo de control de personas no vacunadas.

Maccabi dice que los datos indicaban que la vacuna tenía una eficacia del 92%, cerca del 95% de eficacia que da Pfizer. “Son muy buenas noticias”, dijo a los medios de comunicación locales la doctora Anat Ekka Zohar, vicepresidenta de Maccabi.

Los expertos piden cautela con los datos

El Gobierno israelí ha aprovechado su capacidad para llevar a cabo una campaña de vacunación rápida y para analizar su impacto en los contagios en tiempo real para convencer a Pfizer de que mantenga un suministro constante de dosis.

A principios de este mes, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, dijo que había conseguido que la empresa farmacéutica se comprometiera a adelantar las entregas a cambio de que Israel proporcionara “datos estadísticos”, convirtiendo de facto al país en un campo de pruebas masivo para comprobar cómo pueden las vacunas detener la pandemia. El país espera haber vacunado a todos los mayores de 16 años a finales de marzo, y posiblemente antes.

Sin embargo, los expertos dicen que los datos de Israel son preliminares y podrían llevar a conclusiones equivocadas. Defienden que, debido a sus amplias variables y escenarios en constante cambio, una sociedad entera no puede funcionar como una placa de Petri para un ensayo de vacunas.

“Cuando se vacuna en todo un país, hay muchos factores que pueden confundir”, dice Eran Segal, biólogo computacional del Instituto Weizmann. “Esto no es un ensayo. Ese es el problema. Debemos ser muy cautelosos”.

Israel se enfrenta a una tercera ola extenuante de casos, con restricciones nacionales incapaces de reducir de forma significativa las tasas de mortalidad. El Gobierno achaca las altas tasas de infección a la variante del virus detectada en Inglaterra, más transmisible. También ha habido un rechazo local hacia ciertos sectores de la comunidad judía ultraortodoxa que han desobedecido las restricciones.

Yoav Kisch, viceministro de Sanidad, dijo este domingo que el plan nacional de desescalada, previsto hasta ahora para principios de febrero, se retrasaría “unas semanas”.

Los datos de la vacunación pueden estar marcados tanto por las restricciones, que pueden disminuir los contagios, como por la variante británica, que probablemente tenga el efecto contrario.

Mientras tanto, las primeras personas en ponerse la vacuna pertenecen en su mayoría de poblaciones vulnerables, que pueden haber tomado más precauciones, lo que también podría sesgar los datos. Las investigaciones preliminares pueden mostrar resultados diferentes en distintos momentos, ya que el número de personas vacunadas cambia continuamente, y la hospitalización suele producirse días después de la infección.

Las polémicas de la campaña de vacunación

La atención mundial a las señales procedentes de Israel ya ha generado controversia. Varios millones de palestinos que viven bajo la ocupación israelí no han sido vacunados. Este domingo, el Ministerio de Defensa de Israel dijo que había aceptado mandar 5.000 dosis para inmunizar a los sanitarios palestinos de primera línea, una medida que se ha producido tras la presión internacional.

Por otra parte, a principios de este mes, el “zar del coronavirus” del país se mostró preocupado por el hecho de que una dosis de la vacuna de Pfizer pudiera ser menos eficaz de lo que se pensaba en un principio. Sus comentarios fueron noticia en Reino Unido, donde el Gobierno afronta la inquietud de que la política de retrasar la administración de las segundas dosis de la vacuna de Pfizer pueda ser contraproducente. Sin embargo, el Ministerio de Sanidad israelí dijo posteriormente que los comentarios se habían sacado de contexto.

Cifras del Ministerio de Sanidad de la semana pasada mostraban que el 42% de los 834 pacientes críticos de Israel ya habían recibido una dosis de la vacuna de Pfizer. Esa cifra se redujo al 2% después de la segunda dosis.

Aunque reconoce las limitaciones de los datos procedentes de Israel, Segal vislumbra una posible esperanza en un indicador potencial: el porcentaje de personas mayores de 60 años que han desarrollado una enfermedad grave. Como parte de la población total, ese grupo, que ha sido vacunado en su mayoría, está disminuyendo, una tendencia que no se apreció durante los periodos de restricciones anteriores, cuando aún no había inoculaciones.

“Sin duda hay algunos indicios positivos”, dice. “Deberíamos empezar a ver que las cifras descienden, tanto las de los enfermos graves como las de los infectados. Sobre todo, los enfermos graves”.

Traducido por Icíar Gutiérrez

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