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Derribada la subestación de la nave de motores de Metro de Madrid: “Han roto el conjunto”

La subestación derribada se ubica entre la Nave de Motores y la Casa de Gatos, donde vivía el ingeniero de servicio

Analía Plaza

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Las grúas han abierto un hueco entre la primera nave de motores que tuvo Metro de Madrid y el chalecito que la compañía le construyó al ingeniero jefe de servicio, justo al lado, para que viviera con su familia y estuviera pendiente. Ambas construcciones son de Antonio Palacios, autor de representativos edificios madrileños, como el Palacio de Comunicaciones o el Círculo de Bellas Artes, y arquitecto oficial de Metro durante sus primeros años de vida.

Entre la nave –con cuyos motores suizos proporcionaba energía al metro y, en ocasiones, a la propia ciudad– y el chalé –conocido como 'Casa de Gatos', por la cantidad de gatos que había por allí– había una subestación eléctrica que también diseñó Palacios. Ya no está. A mediados de enero la derribaron y hoy las excavadoras remueven el suelo y retiran los escombros para su futura urbanización.

“Estaba infrautilizada y en ruinas”, resume un empleado de la oficina central de Metro, que está en la calle anterior (Cavanilles).

Según se puede ver en el plan urbanístico vigente, una modificación del Plan del 97, en el hueco irá una calle peatonal que conectará con la calle Caridad. Alrededor de ella, nació el barrio de Pacífico (distrito Retiro) a mediados del s.XVIII. Es una calle cortita que termina en la siguiente manzana (calle Granada) pero que, tras la obra, tendrá continuidad. Frente a la ya desaparecida subestación y a ambos lados de la prolongación de Caridad, irán dos bloques de viviendas y seis chalets unifamiliares, cuya construcción acaba de empezar. Para ello, hace ya seis años, se derribaron los talleres originales de Metro –también obra de Palacios–, que la compañía había cedido al Ministerio de Defensa.

“Eso eran los cuarteles”, dice el trabajador. Cuando se desmantelaron las instalaciones militares del centro de la ciudad, quedó en desuso. Una cooperativa de jóvenes se manifestó en 2002 pidiendo al Ayuntamiento que construyera vivienda pública en ellos, pero no tuvieron suerte: Metro se los vendió a una cooperativa privada en noviembre de 2014.

¿Por qué tiran la subestación y por qué la tiran ahora? La historia se remonta a febrero de aquel año, cuando Metro anunció su “plan inmobiliario” para sacar 120 millones de euros y reducir su deuda. La compañía ponía en venta cuatro espacios: sus cocheras en Plaza de Castilla, el depósito de Ventas, el de Cuatro Caminos y estas parcelas en el barrio de Pacífico, aledañas a la nave de motores. Las cocheras de Plaza de Castilla serán su nueva sede y contarán con espacios comerciales, que Metro podrá rentabilizar. Para el depósito de Ventas había planes de hacer un centro comercial. Por las cocheras de Cuatro Caminos sigue habiendo una guerra entre Ayuntamiento, cooperativistas y defensores del patrimonio, que han presentado recursos para frenar su derribo.

En Pacífico, las asociaciones no se movilizaron tanto y la desaparición de los talleres pasó casi sin pena ni gloria. Lo mismo ha sucedido con la subestación.

“Las asociaciones tenemos que concentrarnos en lo que podemos. Es una cuestión posibilista, no de voluntad”, reconoce Álvaro Bonet, arquitecto y miembro de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. “De los talleres nos llegó la noticia justo cuando los estaban tirando y no hubo capacidad de reacción. Luego, por orden de prioridades, las cocheras eran más importantes que los talleres dentro de lo que era el funcionamiento del Metro. Todo tiene importancia: es como si te dicen si prefieres que te corten la cabeza o una mano”. Respecto al derribo de la subestación, Bonet considera que se rompe “la unidad”.

“Era todo parte del mismo conjunto, aunque la subestación estaba alterada”, dice. “No se protegió porque en esta ciudad pesan más los intereses urbanísticos que los culturales”. La construcción de los bloques de viviendas en la parcela de enfrente la lleva a cabo la gestora Domo, la misma empresa que compró este verano la actual sede de Metro, en un edificio más moderno detrás de la Nave de Motores. Domo está vinculada a un ex alto cargo de Gallardón y Botella, como informó eldiario.es.

La Nave de Motores y la Casa de Gatos sí están protegidos

Poco antes de que salieran los terrenos a la venta, la Comunidad de Madrid aprobó la declaración como Bienes de Interés Cultural de la Nave de Motores y de la Casa de Gatos. Ambos estaban ya en el Plan General con la máxima protección, pero ser BIC implica un grado más. El Ayuntamiento pudo proteger también las naves de la parcela de enfrente (las instalaciones militares), pero no lo hizo. La memoria de la modificación del plan general recoge que “en virtud del dictamen previo de la Comisión Local de Patrimonio Histórico, se considera no protegerlos, pudiendo procederse a la demolición de los mismos”.

Desde 2008, además, Metro tiene abierta la Nave de Motores al público como museo. La Casa de Gatos, no. Allí trabaja el equipo de relaciones institucionales de Metro. No hay demasiada documentación sobre la historia de esta: solo un vídeo de Luis Rodríguez Rosaleny, hijo del primer ingeniero jefe del servicio y centrales.

Cerca del conjunto está también el primer vestíbulo de la estación de Pacífico, bajo la calle de Sánchez Barcáiztegui, al que se pueden hacer visitas guiadas previa reserva en la web de Metro. También es de Antonio Palacios. Cerró en 1961, y abrieron otros más modernos, porque no cabía tanta gente.

Tras la apertura del primer tramo de Metro en 1919 entre Sol y Cuatro Caminos, la compañía recibió múltiples peticiones de las barriadas de Pacífico para llevarlo hasta allí. Así que en los años siguientes alargó la Línea 1 hasta Atocha y de ahí a Vallecas, pasando por Pacífico, donde ya tenía su nave de motores, fundamental para el funcionamiento de suburbano. “El bajo precio de la vivienda hacía que viniera mucha gente. Hubo que cambiar el barrio”, explica Marcos Martín, guía de Andén Cero. “Gracias a la llegada del metro, evolucionó”.

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