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Sobre este blog

Comer en bares y restaurantes de Malasaña, además de otros apuntes gastronómicos.

Por Lu

Vega de vegano y Álamo de Álamo

Beicon frito, beicon beicon frito, beicon frito con alcachofito, beicon friiitoooooo

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Si no eres un ser animalesco, la gastronomía vegana te puede interesar. Vega Álamo es un restaurante vegano, es decir, en él no podrás comer animales ni derivados de animales, véase huevos, leche, miel, etc.; es lo que antes se podía denominar un vegetariano estricto —suena a alias de chat sadomaso— pero con un plus, la motivación. Los veganos tienen como motivación el bienestar animal, por ello ni visten ni utilizan materias derivadas de animales, como puede ser cuero o lana. Por su parte, los vegetarianos pueden tener otras motivaciones, religiosas, la protección del medioambiente, intolerancias alimentarias pero no renuncian a comer animales necesariamente porque busquen el bienestar animal. Yo estoy totalmente a favor de los veganos, son seres, sin duda, moralmente superiores y me encantaría también ser capaz de alimentarme como ellos, pero no soy capaz. Eso sí, procuro comer carne o pescado solo 1 vez a la semana, para producir el menor malestar animal posible, lácteos y huevos ya son otra historia pues los consumo diariamente, así que al final siempre produciré malestar animal.

Es una pena que esté claro que en gran número de granjas se trate cruelmente a los animales y que nunca sepas exactamente cómo se gestionan dichos establecimientos. Es una pena y una vergüenza, pero nada, nuestro antropocentrismo nos hace mirar a los demás animales como seres inferiores y así nos va, haciendo el idiota todo el día, mirando el móvil como si de él dependiera nuestra vida, preocupándonos por futilidades y matando animales sin parar porque lo más fácil, y barato, por desgracia, es hacerse un filete a la plancha. Y no entraré en el tema de los que se entretienen mirando cómo se mata a animales, es decir, los amantes de los toros muertos; para ese personal ya no tengo palabras, solo puedo pensar que tienen alguna inseguridad de base o algo por lo que necesitan ver cómo se asesina a un animal para divertirse —vaya dije que no iba a entrar y aquí estoy. También es verdad que, en España, está tan arraigado el tema que ves cómo matan a seres vivos en la TV por entretenimiento y te parece de lo más normal, lo llevamos en la sangre, como la picaresca (véase corrupción), lo cual es bastante lamentable. Bueno, en cualquier caso, en todos los países se cuecen habas —qué poco me gustan las frases hechas. Por ejemplo, a Putin le ha dado por invadir Ucrania porque, también él, lo lleva en la sangre. Así estamos. Vale, lo dejo.

Bueno, vamos a lo que nos atañe, Vega Álamo, un restaurante vegano cerca de Plaza de España. De música, pongo una de las canciones que se escuchaba en el lugar. Ellos la habían puesto en una versión de su tía la del pueblo, yo pongo la que escuchaba de jovenzuela, la original de UB40.

Vega Álamo es una sucursal de Vega, abierto en 2014 también en nuestro barrio, de cuyo menú nos habla Diego Casado aquí. Así que parece que los Vegas están empezando a expandirse y puede ser que se conviertan en una saga de veganos que conquisten el mundo con sus veganerías, lo cual sería bueno si significa que la gente come menos carne.

El local es espartano, sillas de madera, mesas de madera, suelo de gres, separadores de plástico antivirus voladores con frases motivacionales veganas (véase «Eres lo que comes, así que come tranquila, compasiva y naturalmente»), unas simpáticas lámparas-planta y la frase insignia del lugar «Activistas del sabor». Si algo caracteriza a restaurantes veganos y vegetarianos es su sobriedad y no entiendo muy bien el porqué, es como si no comer animales ni sus derivados conllevase vivir en el frío o en un kibutz con mujeres vestidas con faldas largas y pañuelos o en una comuna hippie. No sé, tal vez vaya todo vinculado, como a los que les gustan los toros y los chalecos guateados y el pelín, ese pelín. Será cuestión de pertenecer, no solo de que quieras el bienestar o el malestar animal, sino también pertenecer al grupo que lo quiere, sentirse protegido y, para ello, hay que caracterizarse conforme a las señas de identidad del grupo. Será eso. En este caso, la sala parece un triste comedor de oficina o de colegio, podría ser un chigre o una sala de exterminio; a pesar de que se han molestado en poner una cocina vista al principio, la frialdad lo invade todo, también la iluminación. Son activistas del sabor y del refrigerator style.

Me encanta el hecho de que sirvan el agua directamente del grifo en frasca, pides agua y te la dan tal cual, lo cual siempre me parece fantástico, nada de botellas de plástico, una jarra, reutilizable, y agua del grifo. La famosa agua de Madrid, esa que recibe loas por doquier; a mí me encanta, bien es verdad que depende de la zona donde vivas es más o menos rica y, también, de si es invierno o verano, en invierno, en Malasaña, es gloria bendita. Sí. Y elegimos una frasca de ½ litro de blanco de Madrid (7 €). Este Arate de Valdelaguna está muy bien, ligero, sabor y acidez de manzana verde, un poco de lima y algo de ¿ciruela? para un vino sencillo que acompaña muy bien cositas vegetales.

Nos ponen un aperitivo de la casa de berenjena con comino y chips que resulta agradable, los chips —como me suele ocurrir con este tipo de chips vegetales si no son de sabor muy marcado— me saben a madera y la textura es igual que si te comes una pata de una silla, cortada finita. En cuanto a la crema de berenjena con comino está rica, es suave y el comino te lleva directamente a la plaza del Fna, ahí con sus pinchos y sus serpientes danzantes. Es agradable teletransportarse simplemente comiendo una crema de berenjenas con comino, y es barato, todo son ventajas. Deberíamos dejar de viajar y teletransportarnos con lo que comemos; cada día un viaje astral gratis, ¿pero es viaje astral o teletransporte? Bueno, sea lo que sea, es estar aquí y allí, de la forma que sea. Ahora que lo que molan son las «experiencias», pienso que un restaurante con teletransporte o viaje astral garantizado con sus platos tendría mucho éxito. «Voy a ver lo último de la capital, un restaurante clandestino que te ofrecen viajes astrales (para los de letras) y teletransporte (para los de ciencias) con cada plato, ¡lo más, tía!, una experiencia increíble.»

Elegimos para compartir alcachofas confitadas a la plancha con balsámico, crujiente de «bacon» y cebolleta china (8,5 €). Sí, ya sé, crema de vinagre balsámico a tutiplén, como podéis ver en la foto, sé que esto está en contra de los principios de los gastrónomos actuales, es como el síntoma de que algo va mal y solo puede ir a peor. Sé que en el mundillo gastronómico la crema de balsámico es el demoño, porque es invasiva y, durante mucho tiempo, se ha utilizado sin sentido en todo tipo de platos, postres incluidos. Pero yo, que paso de todo, como los de Vega, pienso que no está tan mal y que, en determinados platos, puede estar incluso bien, véase algunas ensaladas o, también, estas alcachofas rayadas que nos han servido. Estas alcachofas espachurradas están muy bien. Saben a alcachofa, saben al típico ácidodulzor de la reducción de balsámico y tienen una tierrilla crujiente de beicon vegano que pone un punto salino y chispeante que no está nada mal. La cebolleta china, aquí, no aporta nada de nada. Y sí, una vez que tomas la alcachofa y un poco de agua, la boca se llena de ese aroma maravilloso que solo la alcachofa concede, ese aroma a hierba y a manzana verde (otra vez, sí), esa sensación jabonosa tan encantadora. Uhmm, y la crema de balsámico interfiere mínimamente en esa sensación y, entre tanto y no, aporta su vidilla. El bacón vegano puede estar realizado con berenjena, calabacín y otras verduras, con tofu y otros ingredientes con salsa de soja, pimentón y pimienta, pero el más típico está hecho con tempeh que son granos de soja cocidos y fermentados con un hongo, todo lo cual, al estar fermentado, resulta bastante digestivo siempre que se realice en casa, pues si lo compras, lo más probable es que sea un producto ultraprocesado y poco digestivo o sano. La vida vegana si deseas que sea, además de protectora de los animales, sana, es elaborada.

Después, elegimos unas brochetas de Heura y vegetales con BBQ coreana con banchan de patatas cocidas al pimentón y pak choi (13,5 €). El mundo vegano claramente tiene su propia terminología; gentes de negocios, veo futuro en un diccionario vegano. Bueno, pues Heura es una marca que se encarga de hacer carnes 100 % vegetales, a base de legumbres que muelen hasta convertir en harina, luego con agua y calor y presión crean una textura similar a la carne que, posteriormente, saborizan con aceite de oliva y hierbas mediterráneas. Todo ello ofreciendo altos valores nutricionales y siendo clean label, es decir, proponiendo una descripción clara en sus etiquetas. Se llaman «Heura» que es «hiedra» en catalán porque pretenden expandirse como ella. Son activistas, también ellos, como Vega, y en este caso mediterráneos, pues son de Barcelona, por lo que he visto en su web. Pues las brochetas de Heura sabían a pollo y la textura era un poco secañosa, parecía un pollo cuando lo dejas en el horno 3 días; en cualquier caso, sabía agradablemente y como sucesor de pollo es más que digno, aunque esté duro. Iba acompañado de calabacín, sésamo y una salsa barbacoa que aportaba dulzor al conjunto.

De guarnición, banchan, que son platitos de acompañamiento en Corea y parece ser que también aquí, entre los que había pak choi, esa variedad de col china tan utilizada últimamente, salteada, germinados salteados, creo de cebolla, y patatas al horno con pimentón, pero que no sabían a pimentón.

Y, para finalizar la parte salada, pad thai de fideos de arroz con tofu ahumado y tamarino con sus cacahuetes tostados, cilantro y lima (12,5 €). El tofu —esa especie de queso realizado con semillas de soja, agua y coagulante— ahumado no estaba nada mal y los fideos de arroz, aunque algo pasados de cocción, salteados en wok con el resto de los ingredientes hacían un todo muy sabroso. La mezcla de sabor dulce del tamarindo y ácida de la lima, junto con el ahumado del tofu, resultaba estupenda, los cacahuetes y el cilantro se notaban poco pero el plato, igualmente, estaba muy sabrosón, ¡muy rico!

Y, de postre, tarta de zanahoria y cerveza negra con frosty de limón y crema de yuzu con pistacho (5,5 €). Estaba realmente espectacular. El bizcocho de cerveza negra se desmigajaba y al mismo tiempo era ligeramente pegajoso y tenía un sabor con reminiscencias de cacao y de cerveza «de color» maravilloso. Además, contrastaba deliciosamente con el frosting —crema de cobertura o relleno en modo americano— de limón y la crema de yuzu que parecían la misma cosa, pero una cosa muy refrescante, delicada, ligera y todo ello con un toquecito de crujiente del pistacho y su extraño sabor que no sabes si quiere ser dulce o salado o ambas cosas.

Esta tarta merece una oda y la voy a escribir, aunque me echen y los lectores me dejen abandonada en medio de la carretera, no lo puedo remediar.

ODA A LA TARTA DE ZANAHORIA CON FROSTING DE VEGA ÁLAMO

Oh, tarta de zanahoria con frosting,

frosting, frosting,

frosting, frosting, (coros)

con tu cerveza negra

y tu limón en crema.

Frosting, frosting,

Frosting, frosting.

Y ese yuzu, citrus reticulata var. austera,

y el pistacho que se expande bajo tu cresta.

Frosting, frosting,

Frosting, frosting.

Eres la mejor merienda

para tardes de encomiendas.

Frosting, frosting,

Frosting, frosting.

Tu cremosidad me embelesa,

acabaré como una ballena.

Frosting, frosting,

Frosting, frosting.

Oh, tarta de zanahoria con frosting,

no pareces una tarta de zanahoria con frosting,

¡pero mereces mucho la pena!

En resumen, recomiendo este sitio si deseas comer agradablemente, sin matar animales para ello, y disfrutar de algunos platos destacados (véase la tarta de zanahoria que no sabe a zanahoria). El que defiendan el bienestar animal es loable, solo por eso merecería la pena una visita.

A continuación, su web: alamo.govega.es

P. S. Se llama Vega Álamo porque es una sucursal de Vega y se encuentra en la calle del Álamo, no es que den Álamo para comer ni que dentro tengan un chopo. 

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