Velada deportiva en El Mandil
Allá vamos, M. y yo, a ver qué tal se comportan, gastronómicamente hablando, en un sitio delante del cual pasamos a menudo y que se presenta simple y agradable. Antes aquí, creo, había una sucursal del Saltón, restaurante-bar-cafetería que llegó a tener 3 locales en el barrio, de nombre Saltón I, Saltón II y Saltón III, una saga en toda regla del buen tino a la hora de elegir denominación para un establecimiento (glups). Me acuerdo que una vez entré en uno de los Saltones a comprar tabaco (de máquina) para m. y sentí como si me trasladara al Lejano Oeste: ese ambiente tabernario, de miradas turbias, señores (es un decir) mayores polivalentes, es decir, que valen tanto para escupir en el suelo, como para mascar un palillo o soltarte una barbaridad (según ellos un piropo); precioso, realmente encantador.
Ahora la estética del lugar es diferente. El Mandil es moderno, con sillas de hierro coloreadas estilo retro, paredes de ladrillo visto, otras con madera y tiestos con plantas decorativas (creo que unas de mentirijillas y otras de verdad) y, ¡oh!, pantalla de TV delante de la barra y tremendo pantallón en la sala (ambas zonas comunicadas), ¿POR QUÉ? TV a todo trapo y, ay, tenemos partido de Nadal contra Djokovic, ay, justo nos tocan unos serbios al lado, grita que te grita, ay ay ay, ¡qué deportivo todo! Bueno, aprovechando la ocasión aquí os dejo, para que disfrutéis, un mix de la evolución de súper Nadal. Me ha parecido curioso, buscando vídeos de este tenista, que casi todos los tributos fuesen de extranjeros. ¿Qué nos pasa en España? ¿Por qué somos tan de alabar lo de fuera y tan poco lo de dentro?
Bueno, a lo que vamos. Nos sentamos en nuestra mesita y el chico que atiende, amable y educado, nos ofrece la carta de vinos, con más Ribera de Duero y Rioja que denominaciones menos conocidas; elegimos un tinto joven, Bancales dos Mosteiros (16 €), D.O. Ribeira Sacra, uva 100% Mencía (uva que generalmente me gusta y está teniendo un gran éxito en vinos del Bierzo y de Asturias). El vino tiene un color rojo rubí precioso; al principio resulta un punto ácido, pero una vez abierto (yo soy de dejar que los vinos se abran, no sólo los crianzas, reservas o grandes reservas) es estructurado y agradable en boca, no excesivamente potente. Pedimos también una jarra de agua, ¡y nos la dan! Uhmm, cómo me alegra cuando no me obligan a ser poco ecológica (producir residuos, véase la botella) para beber un agua que, sin duda, será peor que la del grifo (al menos aquí en Madrid). Felicidades por ello a los que gestionen la política del restaurante.
La carta está enfocada, principalmente, al picoteo, con gran variedad de pintxos fríos y calientes. Nosotros elegimos, para compartir, de la sección “Del Sur”, calamares de potera rebozados (10,50 €). Los calamares no son una maravilla, no saben a mar ni son excesivamente frescos y el rebozado no tiene nada que ver con el andaluz (entiendo que si es “Del Sur”, el rebozado debería ser el andaluz, es decir, exclusivamente harina y no pasta Orly [cerveza y harina]). Bueno, pero tenemos hambre y nos los comemos, tampoco es que fuesen horribles, nada destacable ni en el mal ni en el buen sentido. Pedimos también para los dos brocheta de pollo teriyakiteriyaki (2,50 €), está presentada sobre una rodaja de pan y con un lecho de rúcula. El pollo está muy tierno, en su punto, y la salsa, sabrosa, con ese toque dulce que la caracteriza, muy rico.
Set point, emoción.
Igualmente para compartir, elegimos vieira albardada con jamón ibérico y salmorejo (4,00 €); me quedé con ganas de más tras las maravillosas vieiras de La T Gastrobar. La vieira venía con su coral y no tenía un gran sabor pero el “albardado” (envoltorio) de jamón, la ensalada de rúcula con reducción de vinagre balsámico y, especialmente, el salmorejo hacían que el plato resultara bien. Este último estaba, en cuanto a gusto, bastante logrado, aunque la textura no fuera todo lo aterciopelada que debería.
M. venía con ganitas de hamburguesa, así que escoge la Mandilete, 200 g de carne de vacuno, cebolla caramelizada, beicon crujiente, queso fundido y guarnición de patatas paja (9 €). La carne de la hamburguesa de ternera es jugosa, tierna, rica y, con el contraste dulce (cebolla) y salado (beicon), constituye un plato bien equilibrado. ¡Bueno!
Yo me decanto por el tataki de atún de almadraba con mermelada de pimientos y wasabitatakiwasabi (17 €). El atún estaba en su punto, bien sellado, con el aroma propio del marinado (tenía gusto principalmente a soja, no tanto a jengibre o vinagre de arroz) y llevaba un toque, perfecto, de sal Maldón. Las mermeladas de pimientos (verde y rojo) no sabían mucho a pimiento, pero el dulzor le iba muy bien, como contraste, al atún. El wasabi, para el que no lo sepa, es la raíz de una planta japonesa del mismo nombre y en su país de origen, antiguamente (en esas épocas en las que vivían a lo loco, sin neveras ni TV con partidos de tenis), se utilizaba tanto para conservar pescados como a modo de cataplasma sobre las heridas, ya que tiene propiedades antibacterianas y antisépticas. Hoy en día se usa principalmente para acompañar sushi y, en general, pescados semicrudos, marinados o no. A mí me gusta, aunque a veces su picor se me suba a la nariz y me deje sin respiración (que conste que el picante en general, y el wasabi en particular, es una de las pocas emociones fuertes que me concedo). El plato, en conjunto, resulta, con sus salsas, sabroso y lleno de matices.
Match point, gritos serbios, desilusión hispano-italiana.
Para finalizar, elegimos un brownie de chocolate con nueces y helado de vainillabrownie (4,50 €). El brownie está rico, presenta la textura adecuada, compacto, y la temperatura perfecta, templado. El helado de vainilla sabe a vainilla y, aunque no tenga la finura de los helados italianos, está bien, no es un helado congelado, tiene su cremosidad. Y, ¡allí están los Humberts!, todos panchos, Humbert I, como siempre, muy contento y vivaz, y Humbert II con su narcolepsia galopante. El primero dice: “Napoli 2 - Juve 0, y golazo de Callejón (aquí os lo dejo en versión emocional, dinámica, por no decir totalmente movida, con gritos de Callehóny cantos regionales). M. está embriagado, no sé si tanto por la botella de vino que nos hemos ventilado como por el resultado de su amado Napoli contra su odiada Juventus. Los Humberts se van tranquilamente al trote, driblando a las mesas como si fueran jugadores de un partido de fútbol imaginario, nadie se da cuenta.
¡Qué noche taaan deportiva me ha tocado!
El Mandil me parece que es una buena opción para picotear (tienen una amplia selección de pintxos), tomarse unas cervezas y ver partidos con amigos. La relación calidad-precio es correcta, el local es bonito y el personal que atiende es amable. Además, se propone como afterwork con una amplia variedad de ginebras. Por otro lado, creo que tiene bastante éxito para desayunos y menú del día (suelen ofrecer, como opción, de segundo, entrecot y el precio del menú está muy ajustado, 10 €).pintxosafterwork
- El Mandil, Calle Colón 5, Tel. 91 531 62 55. Horario: entre semana 8.30 - 24.00, fin de semana 10.00 – 1.00. Web: http://elmandilmadrid.com/
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