Lo que nos cuentan las columnas de forja industrial de las tiendas de Chueca
En no pocas ocasiones habremos reparado en las bonitas columnas de hierro forjado que adornan los locales comerciales de Chueca y Malasaña y de otras zonas del centro de Madrid. Si recorremos hacia abajo sus fustes – a veces pintados de colores inverosímiles-, podremos ver el nombre de la fundición donde fueron realizadas. Así, es muy frecuente encontrarnos, como en la foto que ilustra este artículo, la marca “Sanford Madrid”.
Sobre lo que queremos llamar la atención hoy es sobre las resonancias que estos simples elementos decorativos pueden traernos acerca de un Madrid que tornaba tímidamente en industrial y sobre el nacimiento en los barrios de Malasaña y Chueca de estas industrias.
Hacia los años treinta del siglo XIX comenzaría una lenta transición manufacturera hacia una industria más moderna. El aumento de la población, la demanda inmobiliaria y la consiguiente demanda interna, van propiciando la aparición de la industria pesada y de bienes de equipo, y con ellas, de los talleres de fundición de hierro. El alcance de la nueva industria en la realidad social madrileña será pequeño (las fábricas que usaban el vapor y empleaban a más de cien operarios no llegaban a veinte), pero estamos hablando de un cambio cualitativo.
Después de a Guerra de Independencia el complejo del Cuartel de Monteleón sufre un acusado abandono. En 1844 el palacio y sus dependencias son comprados por el industrial catalán José Safont, quien instala allí una fábrica de maquinaria y fundición. Los talleres de Safont en el viejo cuartel empleaban a 95 personas, y en ellos se produjeron las primeras máquinas de vapor de España. El destino de aquellas máquinas fueron las minas de hierro y altos hornos que su dueño tenía en Navahermosa y Torrijos. A finales de los sesenta los Safont venden los terrenos y donan al ayuntamiento el arco que hoy forma parte del monumento de Daoíz y Velarde en la Plaza del Dos de Mayo.
Parece ser que en el viejo cuartel coincidieron un par de años, además, Safont y la producción del ingeniero inglés William Sanford, que en 1846 trasladó su fundición al nº 12 del Paseo de Recoletos.
Además de Safont y Sanford, se instalaron en Madrid otras empresas del sector, entre ellas la de José Bonaplata en 1839, radicada en la también vecina calle de Hortaleza. Allí se realizaban motores, ruedas hidráulicas, turbinas…pero también farolas, balcones o columnas. Otras fueron la de Tomás de Miguel o la Sociedad Palentina.
Posteriormente, las fábricas fueron saliendo del centro urbano y, por ejemplo, encontramos las de las casas Safont y Sanford en los Cuatro Caminos a la altura de la huelga general de 1917.
Madrid es reconocible en sus balcones y sus comercios en sus columnas de forja industrial. Es el mismo metal que viaja de las viviendas populares a las verjas de los grandes jardines históricos y casas burguesas isabelinas. Además, podemos leer en las columnas de hierro fundido también la pervivencia de uno de los gremios más antiguos de Madrid – citado en el fuero del siglo XIII-, el de los herreros y herradores; y el de la forja artesanal, tan abundante en nuestro barrio de Barquillo y los desmontes de Salesas durante los siglos XVII y XVIII. Sus fraguas serían la causa de que a sus vecinos se les llamara chisperos. Y, como hemos visto, del naciente Madrid industrial.
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