Barceló: gentes de paso
En la salida de metro de Tribunal de la calle Barceló y en los bares de la acera de en frente se arremolinan decenas de personas en actitud de espera. Trajín, gente que va y viene también. Un ajetreo diferente al de la primera escena de Asignatura pendiente, de José Luis Garci, donde salía la calle en 1975, con taxis de los negros, colores de otra España y jubilosas manifestaciones por la llegada de la democracia. Hoy es más cosa de compras y ocio. El nombre de la calle, que va de Fuencarral a Mejía Lequerica, se lo debe al marino y militar del siglo XVIII, Antonio Barceló.
Barceló nace en una de sus aceras al lado del Museo Municipal. El viejo hospicio, que es su origen, llegó a ocupar 15.000 metros cuadrados entre las calles de Fuencarral, Beneficencia, Mejía Lequerica y Barceló. Lo que hoy conocemos es solo una parte del antiguo complejo, que contaba también con un gran patio, el resto fue demolido en los años veinte. De esta época datan los jardines, que se llamaron primero del Hospicio, luego de Pablo Iglesias y, tras la guerra, del Arquitecto Ribera. En su espacio crecieron también luego el colegio Isabel la Católica y el mercado de Barceló.
Junto al Museo, tras una verja colocada en los noventa, puede apreciarse una impresionante fuente churrigueresca. Es la Fuente de la Fama, construida por Pedro Ribera en el siglo XVIII. Fue encargada por Felipe V y está coronada por una estatua de la Fama, a la que debe el nombre. La fuente estuvo antes en Antón Martín, y tras pasar por el Parque del Oeste, desembarcó en Barceló en 1941.
El mercado original de Barceló, que recogió buena parte de la actividad comercial callejera que inundaba las Correderas Alta y Baja de San Pablo, fue construido en 1956. El derribo del viejo mercado (en 2010) nos sorprendió a todos con el encuentro de un espacio abierto que reconciliaba las bonitas fachadas de la calle Beneficencia, perdidas para el plano general, con las de Barceló, al tiempo que dejaba visible la mejor cara del colegio, tapada por el mercado. Ahora que la construcción del nuevo edificio está avanzada, vamos despidiéndonos de aquella nueva y elegante plaza, que volverá a desaparecer, aunque habrá que esperar a la finalización del proyecto para juzgar el resultado.
Mientras acaban las obras – que ya han estirado plazos y presupuesto - podemos comprar en el mercado provisional, que se instaló en los Jardines del Arquitecto Ribera. Hoy los vecinos esperan que los mercaderes recuperen su sitio original a fin de poder volver a disfrutar del espacio público que descansa bajo el suelo del mercado provisional. Algunos de ellos, incluso, llevan ya tiempo reuniéndose para pensar cómo quieren que sea el parque público cuando al fin llegue.
Bajo los muros del viejo mercado aparecieron durante las obras 60 metros de lienzo de un viejo acueducto. Del hallazgo arqueológico se salvaron 8 metros, desmontados y llevados a un almacén municipal con la intención de reintegrarlo en algún lugar cercano. Se habla de la cimentación de un acuartelamiento militar de tiempos de Felipe V, aunque más bien parece ser parte de los viajes del agua, la red de abastecimiento de Madrid, de origen medieval, que funcionó hasta la inauguración del Canal de Isabel II en el siglo XIX. Este tramo dataría del siglo XVII, y estaría relacionado con algunas norias de agua encontradas en las inmediaciones: en la calle San Mateo, junto a Pachá y en los sótanos del viejo hospicio.
Los años de macrobotellón en los jardines del Arquitecto Ribera empiezan a quedar, poco a poco, en el olvido. El parque y los terrenos anejos, antes de ser tomados por jóvenes en busca de embriaguez y de vendedores ambulantes, fue testigo de otras manifestaciones de ocio popular. Almudena Grandes, vecina de la barriada que reunió bajo el título de Mercado de Barceló una larga serie de artículos ambientados en el mismo, lo contaba en la recogida de un importante premio:
“Escuchadme bien porque, cuando yo me muera, esto ya no os lo podrá contar nadie. Así empezaba Camila todas sus historias y, entre ellas, mi favorita, el relato de la noche de 1932 en la que fue proclamada Miss Chamberí por aclamación popular, en la verbena que se celebró en el solar donde, más de veinte años después, se edificó un mercado, el de Barceló, sobre el que acabaría escribiendo yo”. En los propios jardines también se celebraron muchas verbenas y, además de Miss Chamberí, hemos encontrado relatos de la elección de la señorita Vampiresa, la señorita Rubens, y hasta la belleza Telefónica del año. En los jardines también hubo en tiempos de la República unos jardines de recreo, con piscina y solárium, donde los vecinos acudían a pasar las tardes calurosas.
En 1933 se inauguró el grupo escolar Pablo Iglesias, nombre que perdería en favor de la reina católica tras la Guerra Civil. El centro escolar nació en el contexto del plan republicano de 1931, que aumentó notablemente el número de plazas escolares de Madrid. Durante los años 2011 y 2012 sus alumnos ocuparon provisionalmente las aulas del Instituto San Mateo por las obras del mercado y el centro.
De la acera de en frente destaca sobre todo el glorioso esquinazo racionalista de la discoteca Pachá, antiguo teatro Barceló, construido por el arquitecto Luis Gutierrez Soto en 1930. Por allí pasaron desde Lina Morgan hasta Siouxsie and Banshees (teloneados por Nacha Pop), pasando por los protagonistas de una sonada huelga de actores capitaneada por Albert Boadella. En el año 1980 se convirtió en la sucursal madrileña de la discoteca Pachá. Justo al lado está la discoteca But, contenedor camaleónico que según el día aloja bailes de salón, música electrónica o a la escena indie, en las sesiones del club Ocho y Medio.
La calle de Barceló, que es en los últimos años una obra contínua, se llena de multitudes en las inmediaciones de Fuencarral y en las madrugadas de Pachá, multitudes que recuerdan el ajetreo que en otras épocas han tenido los Jardines del Arquitecto Ribera. El mercado en el exilio suma también en esa sensación de que la calle es un perpetuo desfile de gentes de paso.
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