El placer de sentarse a conducir: cuando el asiento no es un elemento más
Que el nuevo Mazda3 es el fruto de una reformulación completa del modelo es algo que se aprecia en su diseño, en el empleo de una nueva arquitectura o en el trabajo realizado en elementos que pasan desapercibidos. Los asientos, por ejemplo, son caros de producir y si están bien hechos, también de diseñar. Y como últimamente se estila entre otras marcas la denominada badge engineering, se tiende a compartir costes entre varios modelos, reutilizando piezas como, por ejemplo, las butacas.
Nada de eso sucede en el Mazda3, cuyos asientos son inéditos, se apoyan sobre unos soportes cuyo movimiento ha sido optimizado, y brindan al conductor una visibilidad mayor y más intuitiva mientras está conduciendo.
Midiendo la flexibilidad del cuerpo
Aunque parezca increíble, la “S” que describen las butacas del Mazda3 es la misma que una persona adopta de forma natural cuando camina. Y dado que esta postura no exige ningún esfuerzo adicional para sujetar el cuerpo, el ocupante percibe una menor fatiga y un mayor confort, incluso en los trayectos largos. Para conseguirla, se ha trabajado en montones de prototipos de espuma en busca de aquellas que se adaptaran a distintos pesos, pero más llamativamente, midiendo la fuerza corporal de una amplia variedad de personas tipo, en todo lo largo del contacto entre el cuerpo y el asiento, esto es, desde el trasero a los hombros.
Un asiento blando no sujeta y obliga a la musculatura a trabajar para hacerlo, mientras que uno muy duro compromete la circulación y entumece las extremidades. En ambos casos, el resultado es cansancio; estar en el punto medio, todo lo contrario.
Colocados donde deben, siempre
Sentarse en una silla para tomar café exige como mucho desplazarla longitudinalmente sobre el suelo para alcanzar y apoyar los antebrazos. Hacerlo en el asiento del automóvil y cerrar las puertas para llegar al mismo punto de comodidad obliga a tocar la altura, la longitud, la inclinación, la posición relativa de los reposabrazos, pisar los pedales hasta el fondo, alcanzar el volante y enterarse después de todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Empezando por esto último, Mazda ha elaborado un patrón visual muy curioso y que consigue que el conductor vea incluso lo que no se ve. Los paneles que suben desde las puertas y el ángulo de la visera de la instrumentación discurren paralelos entre sí y convergen sobre las líneas de la carretera. Este truco, complementado con un pilar delantero más estilizado que en cualquier otro Mazda, se percibe con claridad, traslada la mirada más lejos y contribuye incluso a una conducción más precisa y segura, marcada por esos ejes “virtuales”.
Y lo mejor es que este trabajo no se echa a perder si hablamos de personas de más de dos metros, o menos de 1,60, como suele suceder. Diez milímetros más de recorrido en la profundidad máxima y mínima de la caña del volante permiten una postura de brazos siempre flexionados. Un elemento más contribuye a que una vez que se fija la longitud, como en esa silla del ejemplo, no haya que volver a echar mano de la palanca: la regulación de altura del cojín. En lugar de elevarse hacia adelante al pivotar sobre dos puntos horizontales, en esta nueva generación el arco que describe el mecanismo se centra en los pedales, incluso desde los acabados básicos que anteriormente, no disponían de este ajuste.
Posición, materiales, diseño y manejo optimizado. Las butacas del Mazda3 merecen ser probadas a partir del próximo mes de marzo, cuando está prevista la llegada de este modelo a los concesionarios.