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'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.

Mujeres 'perdías'. Sobre Wanda de Barbara Loden

Mujeres 'perdías'. Sobre Wanda de Barbara Loden

Carmen Rivera

No puede ser más verano en Europa. Aquí en Brasil estamos trabajando. Así que le escribo a vuestras vacaciones, aunque no las tengáis, -a ver, hay que tumbar el capitalismo también, yo qué sé-, por si comunica un poco de tiempo libre vuestro con el mío. Y nos transmitimos algo de libertad unas a otras.

Llevo mucho tiempo queriendo escribir sobre una película: Wanda, de Barbara Loden. Apenas he tenido tiempo de volver a verla, así que voy a poner en práctica esa memoria del cine que comunica memorias de todo tipo en el mismo plano, como experiencias, según las recomendaciones del filósofo estadounidense Stanley Cavell, inventor de géneros cinematográficos y de un modo de pensar profundo y antijerárquico, capaz de unir los melodramas clásicos de Hollywood sobre mujeres desaparecidas o en proceso de desaparición para sí mismas con la filosofía del siglo XX. Una puede equivocarse, inventar o distorsionar planos y secuencias de la película, pero ya va siendo hora, como vengo con la cantinela desde hace algunos meses, de arrogarnos el derecho a equivocarnos, a errar -en el doble sentido: equivocarse, en fin, quién te va a corregir, que venga y discuta de igual a igual, y vagar-, a perdernos, esta vez sí, iniciando un camino de emancipación, no porque nos encarcelen, nos confinen en psiquiátricos o en CIEs, o tras la puerta de una cocina o en los márgenes de la sociedad.

Wanda es una película sobre alguien, como señaló otra gran perdida, Marguerite Duras: “Por alguien, entiendo alguien a quien se ha aislado, alguien a quien se ha considerado en sí misma, desincrustada de la coyuntura social en la que ha sido encontrada. Extraída de la sociedad por usted y mirada por usted. Yo creo que siempre queda algo en sí mismo, en usted, a lo que la sociedad no ha llegado, algo inviolable, impenetrable y decisivo”.

Alguien es Wanda. Aparece frágil y rotunda desde los primeros planos de la película. Casi no se la ve, entre el grado duro de la imagen, una cierta sensación de desenfoque y que Wanda, persona perezosa y algo parásito, habla tumbada desde el sofá de la casa de su hermana y todavía, tarde por la mañana, medio dormida y cubierta por una sábana. Justo antes, Barbara Loden nos ha dado un paseo panorámico, breve, sin palabras y claro, por un entorno hostil a esa alguien: trabajo obrero masculino, casa superpoblada y tradicional, en la que el trabajo de cuidado recae sobre una mujer, la hermana de Wanda, marido furioso por tener que soportar en casa a esta alguien que, ya vemos, no responde muy bien a las expectativas sociales sobre una mujer adulta.

En lo sucesivo vamos a ver a Wanda errando de todas las formas imaginables: andando como un pato casi sin sostenerse sobre sus pies, hablando en algún slang gangoso medio ininteligible, llegando tarde, y con los rulos puestos en el cabello, al juicio sobre la custodia de sus hijes y cediendo la custodia total al padre sin mostrar perturbación - “van a estar mejor con él”, dice-, comiendo cuando le dan de comer y fumando cuando le dan cigarros, quedándose colgada del primer tipo que pasa y le da comida y cama, huyendo dando tumbos y yendo, en fin, de un lado para otro sin ningún rumbo ni plan que podamos entender. Una mala madre en toda regla, una persona desastrosa, white trash proletaria que no busca ninguna manera de sustento, una idiota, un parásito, una mujer completamente expuesta a la violencia machista, una perdida, una persona simpática y fácil, una especie de nada de la sociedad. ALGUIEN.

A mí esta película me parece preciosa en todos los sentidos: de ver, de oír y de pensar. Pero sobre todo, uniendo todos los sentidos, de sentir. Se siente una gran libertad, un gran desastre que acecha siempre las vidas de las personas. Una gran indeterminación. Eso que no se sabe, que se muestra pero que está y que no está, que nos hace parecer títeres sin cabeza y diosas del olimpo a la vez, seres determinados y libres, qué complejidad, qué ligereza. Sólo hay que escuchar el murmullo de Wanda al hablar, apenas separado del ruido de las cosas y de las voces de las gentes del bar, mirar el grano de la película que muestra y oculta a Wanda. Porque no es un objeto de exposición. Es alguien que aparece y que desaparece, como el Guadiana y como una persona libre. Por fin para una mujer: ALGUIEN.

Es preciso, importantísimo, que continuemos estudiando y rescatando del olvido patriarcal a todas las mujeres que han pensado, creado y trabajado con devoción y, en general, sin ningún reconocimiento. Concuerdo con la necesidad de mostrar ejemplos de mujeres fuertes. De rescatar y crear referentes para nosotras mujeres, de poder disfrutar todas las maravillas -y las cosas mediocres-, que las mujeres han hecho a lo largo de una historia que ha tratado de taparnos la boca y sacarnos todo lo que pueda. Pero esto, me parece, tiene que ir de la mano de mostrar ese derecho a la indeterminación, ese derecho a ser cualquier cosa, a perderse en la vida, a mostrar su sinsentido, específica y fuertemente, encarnado en el cuerpo de una mujer. Una mujer a la que, por supuesto, nadie cuida y consuela, y que tampoco va por ahí quejándose o mostrando cuántos traumas le ha causado la sociedad, qué poco la entiende el mundo y qué especial es, eso es prerrogativa de los rebeldes sin causa onvres; y que aun así, misteriosamente -nuestro misterio como sujetos, coleguis-, consigue continuar vagando, errando, viviendo la vida de alguien, dibujando una línea de fuga en esas vidas-destino femeninas que seguimos tratando con la condescendencia de los clichés: el ama de casa o maruja, el putón verbenero, la histérica que se deja maltratar. Una alguien, la misma Barbara Loden que interpretó a Wanda trayendo algunas de sus vivencias personales, a quien costó horrores conseguir realizar esta bellísima película, la única que pudo hacer como directora, y no como actriz, en su vida.

Y lo dejo aquí apuntado para otro momento, creo que se puede trazar un hilo de una nueva tradición por explorar que conecta las obras de muchas mujeres de la contemporaneidad: el interés por mostrar una vida, la vida de alguien, de MUJERES ALGUIEN, sin clichés, sin menospreciar a quien vive, en todo o en parte, según los roles de género asignados. Y pensarlas hasta el fondo y con libertad, en sus elementos paradójicos, tan ricos, sin la mirada juzgadora y morbosa masculina -esa que se quería universal-, sin las aristas de la desigualdad que nos dice que somos esto o aquello, y que incluso cuando tratamos de vivir dentro de la sociedad como cualquier hijo de vecina, nos pone contra la pared y entonces es cárcel machista o violencia machista, tú “eliges”. Estoy pensando, SÍ, en Juana Rivas y en tantas mujeres en la misma situación que ella, y estoy pensando, SÍ, en tantas mujeres castigadas y humilladas públicamente por haber sobrevivido a una violación y por beber, salir de noche, ir con onvres y ser activas sexualmente, como (una) cualquiera. Ajá.

Esto, claro, lleva a que estas artistas sean grandes creadoras de formas nuevas, a la experimentación estética, que abre las puertas de un mundo de la igualdad ya presente en nuestras vidas y lo fortalece, llamándonos. Vamos allá, juntes.

Algunos grandes nombres que se me ocurren: Marguerite Duras, Clarice Lispector, Virginia Woolf y Lucia Berlin en literatura; Chantal Akerman, Lucrecia Martel, Barbara Loden y Sarah Polley en cine; Virginie Despentes, bell hooks y Donna Haraway en filosofía y política; Paula Rego en pintura, Nina Simone, Billie Holiday y Elza Soares en música... Hasta otra. Mientras, espero haber contribuído a que veáis con los ojos bien abiertos a alguien como Wanda.

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