En 1936, en vísperas del inicio de la Guerra Civil española, a los ilustres socios del Ateneo madrileño no se les ocurrió otra cosa que someter a votación la existencia de Dios. La ocurrencia, cuya leyenda ha trascendido con el paso del tiempo, deparó un resultado favorable a la no existencia del Ser Supremo por un solo voto. La estupidez insiste siempre, que dijo Camus.
Este martes, en el Congreso de los Diputados se producía una situación parecida, al decaer una iniciativa tramitada desde la Asamblea Regional de Murcia para que el modelo de funcionamiento del Trasvase Tajo-Segura siguiera siendo el mismo que en 2014. La votación contó con los apoyos del PP y Vox, que sumaron 170 votos; el PSOE y los grupos que apoyan al Gobierno lo hicieron en contra, con 171 sufragios, mientras los cuatro diputados y diputadas de Podemos se abstuvieron.
Llamó la atención la ausencia del presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una sesión tan trascendente para su partido en la Comunidad Autónoma de Murcia. Su voto habría provocado un empate que, en cualquier caso, tampoco hubiera servido para que prosperase la propuesta, defendida desde el atril de la Carrera de San Jerónimo por el jefe del Ejecutivo regional, Fernando López Miras. Pero lo llamativo, para muchos, incluido Vox que apoyó la iniciativa, fue que Feijóo no estuviera en la tarde de este martes sentado en su escaño.
Al PP, gran defensor aquí, en la Región, del Tajo-Segura para el Levante, se le atraganta el asunto o le sale un sarpullido cuando pasa de Albacete hacia arriba, como en tiempos le ocurría en Aragón con el Trasvase del Ebro. Recordemos cuando Ramón Luis Valcárcel presidía el Ejecutivo regional; María Dolores de Cospedal, la Junta de Castilla-La Mancha y Mariano Rajoy, el Gobierno de España. No cambió mucho el panorama al respecto con este tridente. Cospedal, también secretaria general del PP entre 2008 y 2018, estuvo años sin pisar la Región, ni en campañas electorales ni en otro tipo de actos, para evitar conflictos ante su inflexible postura sobre el Tajo-Segura. Como cuando, recién llegada a la presidencia castellano-manchega, no le tembló el pulso a la hora de llevar a los tribunales los trasvases ni cuando declaró que el agua podría ser de todos, pero también del que la tiene.
Es cierto que, en la Región de Murcia, el tema del agua ha generado importantes réditos electorales para el PP a lo largo de varias décadas. Y que los populares han sabido empuñar la bandera de una suerte de nacionalismo hídrico con su ‘Agua para todos’, ante lo que el PSOE ha actuado con reiterada torpeza, pagando los platos rotos. Como también lo es que, con los socialistas en La Moncloa, el agua siguió llegando al Levante. Que el recorte de los desembalses en un 50% para 2027 constituye una seria amenaza es evidente; y que es algo que no se podrá paliar solo con el agua desalada.
Tres décadas inmersos en la guerra del agua parece que no han servido para poner en sintonía a los partidos de esta comunidad autónoma, como sí ha ocurrido con sus homólogos para alinearse en contra de los trasvases en Castilla-La Mancha o Aragón. En 1936, Dios perdió por un voto en el Ateneo madrileño; la Región de Murcia, no es que lo hiciera este martes por tan exiguo resultado, es que lleva ya demasiado tiempo soportando la incompetencia de una clase política incapaz de remar en una misma dirección.
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