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Arrestos, electrodos y espionaje: una exmilitar lleva a juicio a su capitán por acoso laboral

Teresa Franco, sobre su acoso en el Ejército: "La gente me rechazaba. Los de mi graduación sabían que si se acercaban a mi se la cargaban"

Elisa M. Almagro

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La cabo y concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Murcia, Teresa Franco, volverá a revivir en escasos días los cuatro años de acoso que sufrió en el Ejército. Lo hará frente al Tribunal Militar Territorial Primero de Madrid, que ha fijado para el próximo 8 de marzo una vista oral por la denuncia penal que interpuso en 2014, en la que acusa a uno de sus superiores de faltas de respeto, vejaciones y trato discriminatorio. “Es raro. Me siento muy bien porque hemos llegado muy lejos y tengo esperanzas en que se haga justicia, pero a veces me pregunto si tanto sufrimiento merece la pena, aunque cuando empecé este proceso sabía que no me iba a arrepentir nunca”, cuenta Franco.

La exmilitar denuncia que utilizaron el Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas –el manual de conducta sancionador militar– para “machacarla”. En 2014 la arrestaron seis veces. En total, estuvo 33 días encerrada. “La libertad es un derecho que la gente no sabe lo gordo que es”. La cabo no podía ver a su familia: “No puedes moverte ni decidir qué quieres hacer ese día; cada vez que iba al trabajo no sabía si me iban a encerrar en una habitación”.

Tras el primer arresto, la militar pensaba que todo se trataba de una venganza puntual de su superior, al que se le abrió una denuncia interna por decirle que debía cumplir el horario “o le daría una patada en la seta”. Pero a la sucesión de arrestos se juntó el aislamiento del resto de la tropa, que perdió el contacto con ella por temor a represalias: “A uno de mis compañeros le dijeron que tuviera cuidado con quién se tomaba el café”. Sus superiores negaban el acoso o formaban parte de él, y la llevaban a situaciones límite. Mientras sufría el acoso denunciado, llegó a sufrir un aborto espontáneo.

Considera, además, que fue castigada por pertenecer a una asociación en defensa de los derechos laborales militares dentro del Ejército, una alternativa a la que se recurre por ser el sindicalismo ilegal en las Fuerzas Armadas. Teresa era secretaria de Igualdad de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME) algo que, en su opinión, era “impensable” para su capitán: “No solo le había puesto una denuncia interna sino que encima era mujer y pertenecía a una asociación como secretaria de Igualdad. Creo que él no soportaba eso, el acoso que sufrí estaba fundamentado por el machismo”, resume.

“En uno de los arrestos me acusaron de mentir, recuerda. Teresa repartía información asociacionista a sus compañeros, que debía colgarse también en un tablón de anuncios. Un folleto apareció en una de las garitas, lo que su superior consideró ”inadecuado“ y acusó a la cabo de haberlo dejado allí ”de mala fe“. ”Llamó a toda la escuadra para interrogarles. Hubo compañeros que incluso le dijeron que podían haberlo dejado ellos en un descuido. Nunca se supo de dónde salió el folleto, pero al final me comí cuatro días de arresto con sus cuatro noches“.

La intención de algunos de mis superiores era que yo me diera de baja de las Fuerzas Armadas

Teresa Franco

En la bases militares, con la acumulación de detenciones se abren faltas graves que se traducen en el encarcelamiento disciplinario en torno a un mes. Sus abogados lograron paralizar dos faltas graves, aunque Teresa confiesa que vivía con temor a que la enviasen a prisión. “La intención de algunos de mis superiores era que yo me diera de baja de las Fuerzas Armadas”, reflexiona. “Cuando me arrestaban lo sacaban en prensa. Nunca había visto que publicasen algo así, siempre supe que mi capitán estaba detrás”.

“Nunca sé decir cuándo empezó el acoso, son una cadena de pequeñas cosas que se van haciendo más grandes, hasta que dices basta”. En 2010, Teresa fue a reclamar su asignación a un horario que no le correspondía. Cuando fue a presentar la queja se encontró en una habitación con cuatro de sus superiores: “Me dirigí al que por aquel entonces era mi teniente y le expresé mis quejas sobre el cuadrante de servicio, y me dijo que o lo hacía o me daba una patada en la seta. La situación fue muy tensa, yo consideré que eso era una falta de respeto que no se podía consentir”. Tras este episodio, presentó una denuncia interna que no prosperó porque el resto de sus superiores negaron los hechos, y que supuso el comienzo de su calvario.

Durante los ocho años que el caso de Teresa ha estado en los tribunales, han intentado archivarlo en tres ocasiones, sin éxito. La cabo confiesa haberse sentido “juzgada” durante la investigación del caso: cuatro años después de interponer la denuncia penal la obligaron a pasar por una evaluación psicológica: “Me hicieron analíticas de orina, de sangre, un electroencefalograma... Fue surrealista ir a un hospital de Madrid a que me llenasen la cabeza de cables con un gorro y me sentasen en una tumbona para conocer mi grado de subordinación al mando. Me sentí impotente, lloré todo el camino a la capital”, recuerda.

“Un tsunami que te arrastra”

“Cuando me quedé embarazada en 2012 me atormentaban”, denuncia Teresa. A la cabo le asignaron funciones de oficinista en una garita que hacía las veces de almacén de armas: “No era una oficina, trabaja en una en una silla rígida de plástico, y prohibieron a mis compañeros pasar tiempo conmigo, por lo que cada vez que estaba yo tenían que salirse”, relata. Teresa asegura que intentó alertar de su situación a la encargada de riesgos laborales, una protesta que cayó en saco roto: “Allí la gente me rechazaba. Los de mi graduación sabían que si se acercaban a mí se la cargaban y mis superiores solo habían oído de mí que era una problemática”.

Pese a que en la base eran conocedores de que Teresa era gestante y que estaba realizando trabajos de oficina, se negaban a ponerle el mismo horario que sus compañeros de garita: “Pedí a uno de mis superiores que se reflejase esa negativa por escrito. Empezó a gritarme que me pusiera firme. Somos militares, pero cuando llevas varios años en tu unidad nunca te tratan así. Llevaba la boina en la mano, no sabía donde ponerla, estaba tan nerviosa que no encontraba el bolsillo. Mi superior no paraba de repetirme que me pusiera firme. El corazón parecía que me iba a estallar. Solo recuerdo que salí de allí fatal”.

Esa misma tarde, Teresa tenía cita con la ginecóloga: “Al feto se le paró el corazón, yo había tenido un embarazo sin complicaciones. No puedo evitar pensar que se lo cargó él, que el Señor me perdone pero siento que puede estar relacionado”. “Igual que cuando hay un tsunami te arrastra, a un feto le pasa lo mismo: todo lo que pasa a la madre le afecta a él, eso me han dicho pediatras amigos míos. No me merecía aquello, es de ser muy cobardes que te traten así estando embarazada, no eres tu sola”, denuncia.

“Empoderada y con la denuncia penal”

Tras denunciar, a Teresa se le concedió una baja durante un año, lo que le brindó la oportunidad de elegir un destino diferente al municipio murciano de Alcantarilla. Sus opciones eran Zaragoza, Sevilla, Canarias, Mallorca y Madrid. Preguntó si podía trabajar en cualquier otra base de Murcia, pero no era posible. Así que volvió a Alcantarilla “empoderada y con la denuncia penal”. “Mis compañeros, cuando vieron que le planté cara a mi capitán, que estaba denunciado y no había podido conmigo volvieron a hablarme. Ya no me dejaban de lado”.

Teresa aclara que el apoyo de sus compañeros no frenó el acoso: “Mi capitán empezó a sentirse más pequeño”. Asegura que, para disimular el acoso hacia ella, tanto él como sus compañeros de alto rango decidieron amedrentar a toda la escuadra. “Les salió mal, esta vez la tropa entendía por qué estaba pasando el acoso. Protestaban por escrito, exigían sus derechos, me avisaban si mi capitán venía. Lo recuerdo con mucha emoción, los que me ayudaron y no me dejaron sola son los valientes de verdad”, reflexiona.

Las consecuencias no se hicieron esperar. Los superiores llevaban a toda la cuadrilla al límite: “Teníamos un horario que no nos permitía dormir. Varios de mis compañeros tuvieron accidentes de coche durante este tiempo”. La cabo asegura que la escuadra llegó a realizar guardias de 24 horas cada tres días con tres horas de descanso, cuando lo habitual hasta era trabajar durante siete días y descansar otros siete, o hacer guardias de 24 con cinco días libres y más horas de descanso. “Durante los días libres teníamos que tener el teléfono en activo porque te llamaban para mil cosas, y les decían abiertamente a mis compañeros que todo esto era por mí”.

Espionaje a sus redes sociales

Sus superiores intentaron expulsarla en 2018, cuatro años después de la interposición de la denuncia penal, elaborando un informe al que tuvo acceso elDiario.es que acreditase su “insuficiencia de facultades profesionales”, un procedimiento poco común que reduce la capacidad del militar de defenderse, puesto que no contempla la posibilidad de asistencia de un abogado.

En el expediente contra Teresa figuraban las múltiples denuncias que había realizado contra el “machismo imperante” dentro del Ejército en redes sociales, apariciones de la cabo en programas de televisión y su actividad asociativa como secretaria de Igualdad de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME).

Esos informes siguen la actividad en redes de Franco y analizan sus comentarios en base a información relativa a su vida profesional: “Respecto al año 2017, se hace constar que tras mantener una conversación con sus mandos en la que se le explicaron las consecuencias de sus incomparecencias a instrucción, ésta decidió acudir y superó el período de instrucción y no sufrió ninguna restricción en la realización de servicios. No obstante, los comentarios en redes sociales sobre horarios y periodos de instrucción no cesaron”. El escrito fue archivado por el Ministerio de Defensa después de ser elevado al Congreso de los diputados. Finalmente ha sido bajo el mando de Margarita Robles cuando se ha archivado definitivamente.

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