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Traperos de Emaús, la labor silenciosa de las empresas de inserción social: “Lo esencial es la capacidad de mirarnos a los ojos”

Nana en una de las naves de Traperos de Emaús

Elisa M. Almagro

24 de diciembre de 2025 06:01 h

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Nana maneja la carretilla con precisión y cuidado. Gracias a él las horquillas de la maquinaria, casi tan grandes como una persona, se mueven con delicadeza, de forma quirúrgica. Tiene 61 años, pero una memoria prodigiosa. Recuerda cuando salió de su país, de Ghana, el 11 de mayo de 2007. También recuerda la fecha exacta en la que llegó a España, el 5 de junio de 2007: “Por suerte estoy vivo, el camino fue muy peligroso”, explica.

Al hablar de su trabajo en Traperos se le ilumina la mirada. Habla con entusiasmo, con un discurso más animado: “En África, la cosa está muy difícil. Estoy aquí para echarle una mano a mi familia, pero quiero ayudarles más. Estoy aprendiendo muchas cosas para facilitarme la vida cuando deje de trabajar aquí [en Traperos]. Ahora sé mucho de medioambiente, me va a ayudar cuando busque trabajo en otro sitio”.

La travesía de Nana no terminó una vez llegó a España. Le siguieron casi 14 años de calvario para conseguir los papeles, entre albergues y la calle. A Traperos de Emaús, empresa de inserción, llegó a través de Cáritas, después de la pandemia. Cuenta esto en la salita de estar de la casa-comunidad de la asociación de Traperos de Emaús, donde se da alojamiento. Es acogedora, con el carácter propio de las casas de campo, decorada con una hilera de unos cuatro sofás y una mesita de café.

Traperos de Emaús es una empresa de inserción, nacida casualmente el mismo año en el que Nana llegó a España, en 2007. “Recogemos cualquier tipo de cosa que alguien en un momento dado no necesite, se le ha roto o quiera cambiar. Recogemos electrodomésticos, juguetes, ropa, libros, muebles, con la intención de devolverlas a la vida. Los recogemos con cuidado, tratamos a las cosas con cuidado, de manera que intentamos reutilizarlas al máximo posible”, resume Paco López Vidal, coordinador de Traperos Emaús Región de Murcia y Presidente de Emaús España. “Es importante reciclar, pero lo es mucho más intentar reutilizar”, subraya.

Atiende a este diario junto a Virginia Carrasco, trabajadora social, en una sala grande y austera donde se reúnen los empleados en asamblea. Tanto López Vidal como Carrasco prefieren la palabra “compañeros”, ya que suelen ponerse en común el grueso de las decisiones pertinentes a la empresa.

En Traperos de Emaús trabajan unas 45 personas a lo largo del año, de las que un 50% tienen contratos de inserción: “Los trabajadores con este tipo de contrato cuentan con dos referentes en el ámbito laboral. Está el técnico de producción, que está con ellos codo con codo, enseñándoles la tarea que van a realizar. Y también está el técnico de acompañamiento, que se centra en el itinerario social y formativo de esta persona”, explica la trabajadora social.

Uno de los trabajadores de Traperos de Emaús revisando un aparato eléctrico

Además, desde la asociación, las personas que viven en la casa-comunidad cuentan con referentes, que le aportan acompañamiento a las personas contratadas en todas aquellas habilidades domésticas y de la vida diaria que tienen que ver con la vivienda: “También contamos con un área terapéutica donde las personas pueden ir trabajando las dificultades con las que vienen, las que se van encontrando a la hora de afrontar el puesto de trabajo y las del día a día”, enumera Carrasco.

“Lo esencial de Traperos es la capacidad de mirarnos a los ojos. Si nos miramos a los ojos no nos vamos a tratar mal, a veces esta sociedad peca de no mirarse a los ojos”, apunta López Vidal.

López Vidal y Carrasco coinciden en descartar que exista un “perfil” de empleado en régimen de inserción: “Aquí somos un colectivo muy diverso, muy heterogéneo, es algo en lo que vemos riqueza”, destaca el coordinador.

“Es curioso, a menudo recibimos llamadas diciéndonos que nuestros empleados son buenos chicos, que hacen muy bien su trabajo. Eso solo ocurre en las empresas de inserción, jamás en una empresa al uso alguien llamaría para felicitar al trabajador de esa manera. Existe la idea de que las personas en exclusión o en riesgo de exclusión, que están en situación de calle, no saben hacer nada. Esto no es así. Tenemos, por ejemplo, un taller de carpintería que solo movemos cuando llega alguien que sabe de carpintería, aprendemos muchísimo de ellos”.

Tiendas, rastros y una librería

Trabajadores de Traperos de Emaús en el rastro de Cañadas de San Pedro, Murcia

Los enseres que recuperan en Traperos de Emaús se distribuyen en una tienda en el corazón de Murcia, La Petite Emaús, en la calle Cartagena, 66. Los libros, por otro lado, van a Libros Traperos en Ronda de Garay 39, un espacio que, tal y como explica Carrasco, va más allá de una librería: “Es accesible a todo el mundo, con la idea de que todas las personas, independientemente de su cultura, de su religión, de su procedencia, puedan participar en sus actividades culturales”, describe.

Sin duda, los lugares que más concentración de género acumulan son los rastros, ubicados en Molina de Segura y en Cañadas de San Pedro. Este último, situado en la sede de la empresa, es inmenso. Los muebles se disponen en hileras, y la luz de la nave les viste del mismo orgullo que portan los trabajadores de la empresa. Dos compañeros hablan animadamente sobre el destino de unos enseres. Uno de ellos lleva unas gafas con purpurina plateada y una corbata azul de cotillón. Precisamente el día de la entrevista están de celebración. Va a tener lugar la comida de empresa dentro de la sede, en un recinto al que llaman la plaza de toros.

Desde fuera, se entiende por qué le han puesto ese apelativo. Se trata de una mole circular, un espacio techado, pero que recuerda a las plazas de toros de los pueblos pequeños. Es temprano, pero algunos trabajadores ya están vistiendo la estancia. A un lado hay mesas con carteles de “halal” y “vegetariano”. Hay guirnaldas colocadas en las vigas del recinto, con la etiqueta aún puesta aunque las tienen, nos cuentan, desde hace tres años. Es una broma interna entre compañeros, que se ríen mientras pegan las guirnaldas a los postes directamente de esa etiqueta, que es de un rojo encendido.

También el día de hoy es de despedidas. Un trabajador termina su contrato de inserción, que por ley no puede exceder los tres años: “La realidad es que hay personas que en un mes pueden conseguir un puesto de trabajo porque su nivel de deterioro no es muy grande. Pero hay personas que terminan todo un proceso de tres años y no hay manera porque tienen muchas dificultades para poder acceder a un puesto de trabajo en una empresa normalizada”, lamenta Vidal.

“La otra realidad es que las empresas no están con los brazos abiertos esperando a que las empresas de inserción les mandemos gente para trabajar. Sigue habiendo estigma, pero el verdadero problema es que en Murcia tenemos unos niveles de pobreza impresionantes. Entonces hay dificultades para los que salen de las empresas de inserción y para los que no salen de las empresas de inserción y están en situación de exclusión”, abunda.

Recogida de enseres a domicilio

Los camiones de Traperos forman parte del paisaje urbano de Molina de Segura. Están tan integrados en la localidad que los vecinos asumen que en otras ciudades también te recogen los muebles que ya no usas de un telefonazo, sin coste alguno: “En ningún otro sitio se recogen los enseres en vivienda, de esta forma además contribuimos al medioambiente, porque reutilizamos parte de lo que vamos a recoger y no lo vamos a enterrar en un vertedero”, explica López Vidal.

“Contratamos a gente de la propia localidad, que dependen de Servicios Sociales y que están pasando por un mal momento”, incide el coordinador. El contrato con este municipio también es estratégico para la empresa: “En total, tenemos un 80% de financiación propia. De ese porcentaje, el contrato de Molina de Segura representa casi un 60%. Con ese contrato podemos tener en plantilla entre 15 y 20 personas. Imagina lo que podríamos hacer si se unieran otros ayuntamientos”.

Se trata del único contrato que Traperos mantiene con un ayuntamiento en la Región de Murcia, pese a que la normativa estipula que las empresas de inserción deben presentar un mínimo del 8% en su volumen de licitaciones, que deberán aumentar de forma progresiva hasta el 10%.

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