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Lechugas y brócolis de Murcia a Holanda: un día en el camión

Antonio Lucas Martínez conduciendo su camión camino a Holanda

Elisa Reche

Murcia —

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Holanda ha sido el país que más se ha resistido a la ayuda económica para los países de la Unión Europea afectados por la crisis del coronavirus, como ha sido el caso especialmente de España o Italia, pero ese justamente es el destino del camión que conduce Antonio Lucas Martínez: el camionero viaja desde el municipio murciano de Archena hasta la localidad holandesa de Warmenhuizen con un cargamento de lechuga, apio, brócoli y coliflor.

Antonio sale de Archena el jueves 9 de abril a las 12 de la mañana y espera llegar a los Países Bajos el domingo 12. Desde la cabina de su camión comparte con eldiario.es las fotos de su primera jornada de este viaje en plena crisis sanitaria del COVID-19, en la que solo funcionan los servicios esenciales como es el transporte de alimentos.

El camionero ha hecho la compra antes de salir: ensaladas y botes de conserva por si se encuentra con poco tiempo para comer, aunque en ocasiones puede cocinar “una paella de pollo muy rica”. “Intento comer lo mejor posible porque aquí uno se menea poco. Algunas veces tienes que descargarte tú el camión, es el único esfuerzo que hay”, cuenta Antonio en uno de los audios de WhatsApp que va enviando a lo largo del día.

A veces los viajes se emprenden por la noche: “Esto es una vida muy distinta: no tienes horarios para comer, ni para cenar, ni para dormir”.

Antonio lleva “en esto” 20 años. La empresa de Archena para la que trabaja, José Hernández Quijada e Hijos, le ha provisto de guantes, mascarillas y gel hidroalcohólico para el viaje. El camionero, con cuatro hijos de entre 6 y 24 años, dice no sentir miedo ante el coronavirus: “Pienso que el destino que Dios tiene para cada uno está echado. Si me tiene que tocar, me tocará”.

El camión que conduce Antonio se llama José el Porro, como el fundador de la empresa, aunque ahora la dirigen sus hijos. En el cristal delantero del vehículo se pueden leer los nombres Sonia y Nuria, como se llaman sus dos hijas. Este es el aspecto más duro de la vida de un camionero, según Antonio: “Dejar a la familia”.

“En mi caso me puedo dar con un canto en los dientes porque estoy en una empresa que nos respeta y los viajes no duran más de siete u ocho días, pero en otras empresas de la Región te tienen tirado como si fueses un perro hasta 30 ó 40 días”, apunta. “Eso es totalmente indigno porque tenemos familia. No ves crecer a tus hijos, no juegas con ellos”, dice el chófer, quien añade que, en muchas ocasiones, recalan en casa las 45 horas de rigor para lavar la ropa y volver a pertrecharse para el siguiente viaje. “Además, no está pagado”, señala Antonio, si tienes en cuenta que desayunar, comer y cenar fuera cuesta “como mínimo 30 euros diarios”.

“Con mis 50 años tengo que seguir la marcha, ya no puedo cambiar a ningún sitio. Y la verdad, me gusta mucho mi trabajo”, señala Antonio. Eso sí, se queja de la falta de “respeto” que siente en la mayoría de empresas donde descarga el camión. En muchas de ellas les tienen vetados los aseos a los chóferes y les obligan a utilizar otros específico para ellos. “Prefiero tirarme a la acequia o al río a bañarme antes de meterme en las duchas de algunos sitios”, dice.

Antonio también envía una foto de los candados y la alarma que lleva instalada el camión. Cada descanso se ve obligado a mirar los cajones y por debajo y por encima del vehículo “por si algún inmigrante se sube”. “Se meten por los ejes, las ruedas y te pueden complicar la vida bastante”, añade.

El conductor murciano se encuentra con un compañero de la empresa en la parada que hace en La Puebla de Valverde, en la provincia de Teruel. Allí compra bolsas de basura que había olvidado. “No todos los camioneros somos igual de marranos. Hay muchos que lo tiran por la ventana, pero nosotros lo tiramos en la bolsa y luego en los correspondientes contenedores”, apunta. Continuarán juntos el resto del camino y así se hacen compañía durante las comidas y los descansos.

Antonio está sorprendido con la explanada del restaurante vacía: “Hoy estamos seis camiones cuando normalmente suele haber 50 ó 60 aquí parados”. En las gasolineras Repsol les dan un café y un dulce gratis a raíz de la pandemia: “Es un gesto generoso”.

Al chófer le gusta escuchar música española, especialmente la rumba y, sobre todo, Camela. “Me gusta casi todo, menos lo que sale ahora raro de rapeo y cosas así”, dice el conductor dicharachero.

Ambos camioneros vuelven a parar en la Ciudad del Transporte de Pamplona sobre las nueve, donde se tomarán las once horas de descanso nocturno establecidas hasta el día siguiente que partirán hacia Orleans, Francia.

“Aquí tienes la cena que me toca: una ensaladica con lechuga y tomate y un poco de jamón cocido y unas tostadas y ya está”, dice Antonio. Dormirá en el mismo camión. Siempre duerme ahí. “Esta es mi casa”, señala.

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