Cultura, una necesidad “muy básica”
Seis personas de diferentes nacionalidades, en busca de sí mismas, se dan cita en Pamplona con un telón de fondo: los Sanfermines. El argumento de la película Blue Lips, que se estrena este próximo 7 de noviembre, puede sonar a reclamo turístico de Navarra, pero no se trata de una película subvencionada (sí cuenta con una ayuda del Gobierno Foral, pero hasta ahí), sino de una idea convertida en largometraje más por la insistencia de sus responsables que por la disponibilidad económica. Esta película es el ejemplo de cultura que ha salido a flote en tiempos de crisis, con pocas ayudas y muchas colaboraciones.
Tras este proyecto se encuentra la productora navarra Cronopia Films y una de sus responsables, Maitena Muruzábal (Pamplona, 1979), explica cómo todo, al final, depende del empeño de unos creadores por dar forma a una idea. Pese a las dificultades. Muruzábal ha participado este martes en el ciclo de debate organizado por la Universidad Pública de Navarra Conversaciones-Solasaldiak. Este evento, que suma ya tres ediciones, ha impulsado desde abril jornadas de análisis sobre diversos temas y el de esta semana suscitaba esta pregunta: ¿Es la cultura una inversión pública de lujo en tiempos de crisis? Redefinición del espacio público/privado. Para responderla, la cita reunía al director del Círculo de Bellas Artes de Madrid, Juan Barja; el director de la Casa del Lector y exministro de Cultura, César Antonio Molina; y a la propia Muruzábal, una de las impulsoras de Cronopia Films.
Esta compañía surgió en 2006 en la capital navarra de la mano de Muruzábal y la argentina Candela Figueira. Ambas se conocieron en 2001 como estudiantes de un máster de producción cinematográfica en UCLA (Los Ángeles) e impulsaron contra viento y marea su primer largo, Nevando voy, basado en la experiencia de la propia Muruzábal como trabajadora de una fábrica navarra que embalaba cadenas para la nieve. La película, estrenada finalmente en 2008, logró diversos premios y sirvió de impulso para otro proyecto, ahora en stand-by, la comedia romántica Luna lunera.
Sin embargo, Cronopia (palabra inspirada por Julio Cortázar) ha seguido adelante, y el mejor ejemplo de esa actividad es Blue Lips, un proyecto más ambicioso que Nevando voy (esta contó con un presupuesto de 15.000 euros, mientras que la actual está entre los 200.000 y 300.000), con una mayor experiencia, pero con obstáculos similares. Primero, por las dificultades para buscar financiación, que no se hace en las mejores condiciones. Porque, por ejemplo, hubo que solicitar colaboraciones (hay seis directores diferentes, sin cobrar, convertidos en productores asociados), activar un crowdfunding (con el que se recabaron 15.000 euros) y, como siempre, llamar a las puertas de las instituciones. Y sí, la película ha contado con ayudas públicas, por ejemplo de Navarra y Europa, pero el objetivo también era “huir de las subvenciones” para “no estar atados a ellas”.
Y, así, en 2012, lograron rodar estos seis relatos durante los Sanfermines, con Cronopia en la producción. Una labor que, según puntualiza Muruzábal, es muy diferente a la que representa esa figura habitual de los productores, la de que son empresarios sobrados de fondos y con ideas censoras: “Esa es, precisamente, la idea opuesta a nuestro trabajo”. Desde Cronopia, asegura, intentan participar en el proceso de creación desde el principio, esbozando el guion, involucrándose en la mejor organización posible, cuidando la calidad y la creatividad.
La cultura, “una necesidad muy básica”
El resultado se podrá ver desde el próximo día 7 en, por el momento, cinco salas de cine españolas. En Pamplona (Golem), Madrid, Barcelona y, probablemente, Bilbao y Valencia. La cifra no es precisamente excesiva y, en esta etapa, la de la distribución, es donde Muruzábal nota el escaso recorrido de las ayudas institucionales. Al final, o se logra triunfar en un festival, con la promoción que eso conlleva, o se fía el éxito del filme al boca-oreja, para lo que también es necesario que permanezca un tiempo en la cartelera. Esa donde compite con producciones estadounidenses muy comerciales y donde tiene que hacer frente a un IVA del 21% en la taquilla. “Me parece increíble que, en un ámbito como el cine, tan frágil para lograr la rentabilidad, la entrada se convierta prácticamente en un artículo de lujo. Porque no es para el que lo hace ni para el que lo ve”, lamenta.
Este el sino de Cronopia, que intenta demostrar que se puede producir cine desde Pamplona, defendiendo una idea y peleando para obtener financiación hasta debajo de las piedras. ¿Es esta, por tanto, una muestra de cine de guerrilla? Muruzábal defiende que no se trata de una producción ‘entre amigos’, sino de una idea que “necesitaba” llevar a cabo: “Invertimos constantemente en la productora, con esto no nos vamos a hacer millonarias. Todo se reduce a invertir, invertir, invertir. Pero hablamos de cultura que, para mí, es una necesidad muy básica”.