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Quiroga ni pone ni quita lehendakaris (fin de la cita)

La presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, en su despacho. /EFE

Aitor Guenaga

Bilbao —

Arantza Quiroga se la juega en las próximas semanas. Y la líder del PP vasco que recogió el testigo del único presidente de los populares vascos que ha sido capaz de llevar a la práctica aquella frase histórica: -“Nosotros quitamos y ponemos al lehendakari y asumimos esa tarea con responsabilidad. No pensando en los puestos, sino en que los vascos se merecen un cambio” (Antonio Basagoiti 11/3/2009) fin de la cita- no lo tiene fácil.

Quiroga, sabedora del reto que tiene por delante tras el “acuerdo de país” cerrado entre peneuvistas y socialistas, debe optar. Y en ello, probablemente, se juega parte de su futuro puertas adentro del partido y el papel que puede jugar la formación conservadora en Euskadi en el nuevo tablero político que arranca mañana con la firma del Acuerdo entre PNV y PSE-EE. Una mapa político que se proyecta para toda la legislatura (2016) y que tiene una estación intermedia en la correlación de poder que puedan diseñar ambos partidos firmantes del acuerdo tras las próximas elecciones municipales y forales (mayo de 2015). Algo que no está cerrado en el pacto, pero que a buen seguro los estrategas de ambos partidos han tenido también en cuenta a la hora de diseñar las traslación de ese acuerdo a otras instituciones. En definitiva, la lideresa del PP vasco se juega mantener a su formación como un partido “útil” con capacidad de influencia en la política vasca -aunque ya no ponga ni quite lehendakaris- o vuelva a los tiempos de la “política de trincheras”, algo de lo que abomina la nueva generación que ha tomado el poder en el PP vasco.

En ese contexto a medio y largo plazo (2014-2016), Arantza Quiroga debe optar. Precisamente, socialistas y peneuvistas han servido en bandeja -es verdad que ya precocinada y precintada- ese “acuerdo a tres de país” en el que se empeñó, sin éxito es verdad, Basagoiti en su última etapa al frente del PP vasco. A nadie le gusta ser segundo plato ni convidado de piedra en ningún festín político, y es normal que tras la reunión a tres celebrada el viernes en el Parlamento vasco, Quiroga marcara el terreno. Se quejaba Borja Semper -que no participó en el encuentro- de que ni les habían dado el documento completo del acuerdo. Bueno, lo puede consultar hoy en este periódico íntegro, con sus dos anexos. Pero no es un problema de literalidad lo que tiene por delante Quiroga.

De hecho, el PNV no ha tenido ningún problema en dar luz verde a un documento que copia literalmente parte del texto presentado por los socialistas al inicio de la negociación, que rezuma socialdemocracia y defensa de los servicios públicos por los cuatro costados y que pone pie en pared contra la política de recortes que el propio gabinete Urkullu había diseñado en sus primeros Presupuestos para este año (con 1.249 millones de recortes) y que fueron rechazados por toda la oposición. Y si nos atenemos a las revelaciones que el propio Antón Damborenea, portavoz Económico de los populares vascos, ha realizado esta semana según las cuales populares y peneuvistas consensuaron en sus reuniones de junio pasado “el 95%” de la reforma tributaria, tampoco la literalidad de la reforma debería ser un problema real, aunque hay aspectos que el PP quiere cambiar.

Si todo anima y aplaude al pacto, ¿dónde está el problema? Quiroga hizo el pasado viernes en la reunión con PNV y PSE una apelación a un gran acuerdo amplio de estabilidad institucional incluso “más allá de esta legislatura”, según personas que estuvieron en el encuentro. Habló de incluir temas que no están en el documento y aseguró que habría un compromiso del Gobierno central en materia de inversiones para Euskadi. No en vano, había visitado La Moncloa hacía una semana y, supuestamente, hablaba con conocimiento de causa. Intentó retrasar la firma del acuerdo o estar presente de alguna manera en la cita y, sobre todo, cambiar en materia fiscal algunas de las medidas ya adoptadas (IRPF e Impuesto de Sociedades). Al otro lado de la mesa, nadie en las delegaciones socialistas y peneuvistas entendió cómo era posible ir incluso más allá de esta legislatura y se le planteó que era materialmente imposible acceder a las pretensiones de modificar las medidas tributarias sin antes estudiar “qué impacto tendrían esos cambios en la recaudación”, algo básico para asegurar las políticas de reactivación y creación de empleo contenidas en el acuerdo. Se le pidió que entregara sus propuestas fiscales por escrito y que se podían consensuar o para el debate de fiscalidad del 26 de este mes o cuando se lleven las medidas a las Juntas Generales.

Quiroga tenía en su mano haber dado muestras de que el PP iba a influir en el acuerdo, aunque no estuviera en su firma, y que seguía siendo un partido a tener en cuenta. Pero a la salida del encuentro, prefirió calificar el documento de “cerrado” y señalar públicamente que era “muy difícil” que el PP se sumara al mismo. Fue su opción. A su favor tiene la capacidad de modular los tiempos en beneficio propio. Si PNV y PSE quieren aprobar las nuevas medidas fiscales para que entren en vigor en 2014, se tienen que dar prisa. Y el PP puede jugar a la desarmonización en Alava, lo que obligaría a peneuvistas y socialistas a llevar esa realidad al Órgano de Coordinación Tributaria y activar la ley que permite al Parlamento armonizar los tributos, algo que ralentizaría la reforma y supondría una confrontación añadida y “una bronca que nadie quiere” admiten fuentes socialistas.

La cuestión básica sigue siendo la misma: ¿va a aceptar Quiroga entrar en al acuerdo, estampando su sello tributario, o aspira a algo de tanta profundidad que obligaría a una reformulación amplia del mismo? Hay tiempo para la respuesta, pero no mucho. Los años en los que el PP vasco ponía y quitaba lehendakaris han terminado. Dependiendo lo que decida Quiroga -pero también su secretario general, Iñaki Oyarzabal- el futuro del PP vasco se situará en unas coordenados o en otras. Y, sobre todo, tendrá una capacidad de influir en la politica vasca -incluida la municipal y foral- mayor o se deslizará por la senda que le puede llevar a ser un partido cada vez más residual en la política vasca.

¿Lo comentará Quiroga con el banquero Basagoiti mientras, al otro lado del teléfono, suena en Plaza Garibaldi una ranchera del Trío Tariácuri?

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