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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Aguirre y Cifuentes, el virreinato de Madrid

Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes en un mitin en 2015

Rosa María Artal

Han pasado 16 años desde que, en junio de 2003, Esperanza Aguirre se convirtió en presidenta de la Comunidad de Madrid en una sorprendente sesión que nos dejó boquiabiertos. Dos diputados del PSOE, Tamayo y Sáenz, dejaron sus escaños vacíos para dar la mayoría a la candidata del PP. El 'Tamayazo', nunca aclarado oficialmente pero con sus tentáculos al aire, inauguró el virreinato de Madrid con el PP más corrupto de la historia al frente y una titular, Esperanza Aguirre, que lo formatearía a su gusto. Por aquellos tiempos, su antecesor, Alberto Ruiz-Gallardón, que ocupaba el “trono” desde 1995, pasaba por ser un progresista liberal de lo más moderno. En el gobierno de España, en ese período, José María Aznar.

En aquella histórica sesión de 2003 en Madrid, se propuso a Concepción Dancausa como Presidenta de la Asamblea y ella se levantó, sacó un papel del bolsillo y leyó cuanto estaba sucediendo e iba suceder. Dancausa ha sido nombrada viceconsejera de Vivienda en el gobierno de Isabel Díaz-Ayuso. Es la misma que fue condenada por el Tribunal de Cuentas por vender pisos municipales de protección oficial a Fondos Buitre. Luego sería exonerada, junto a Ana Botella, gracias al voto de dos consejeros vinculados al PP. El Partido Popular es una gran familia, especialmente el de Madrid.

Todos los presidentes de la Comunidad de Madrid, salvo Ángel Garrido y Pedro Rollán en sus breves mandatos, han sido imputados por la Justicia. A Gallardón en otra vertiente y ya fue sobreseído. A cambio, tenemos en la lista a Francisco Granados, vicepresidente con Aguirre, que entró a lo grande en la trama, al decir de la justicia. Desde lucrarse con colegios de niños, a cacerías y volquetes de putas. Casualmente, presidió la comisión que hizo como que investigaba el 'Tamayazo'.

Esperanza Aguirre es, para el juez, la jefa de la trama. Caminaba impoluta en lo que ella misma denominó charca de ranas y resulta que todas croarían a su batuta. Ultraconservadora y rabiosamente liberal a un tiempo, censora, añorante franquista y aficionada a las mentiras históricas, hasta al 15M vio como una rebelión copiada de la para ella malsana revolución francesa que tumbo a los Luis XVI absolutistas de toda la Historia. ¿Pagará ahora?

Hoy ha sido imputada por el juez con Cifuentes y otros empresarios, entre ellos de forma destacada Indra. Por organización criminal, relacionada con la financiación ilegal del PP para adulterar las elecciones a su favor. Habría empezado, según el sumario, apenas llegada a la presidencia. Hoy pringan también con ella, en esta imputación, el hostelero Arturo Fernández, ex presidente de la patronal madrileña, cuñado de Gerardo Díaz Ferrán, aquel otro jefe de empresarios que dijo a Aguirre uno de los piropos más sentidos de su vida: “es cojonuda”.

Es difícil moverse sin árbol genealógico por la familia “pepera” de Madrid. Como se heredan las chanchullos de negocios entre todos, visto lo visto, a Cristina Cifuentes también le tocó lidiar con Arturo, el de los caterings de todo lo oficial. Y pasa lo que pasa. Cifuentes era otra moderna, otro verso suelto, que terminó insertada en ese gran poema épico y nada ético de su partido en Madrid. A Cifuentes, la tumbó de la presidencia el máster que no hizo y su empecinado empeño en negarlo para no ser ella la que palmara por lo que se diría es una extendida práctica en el PP. Y el fuego amigo del vídeo de las cremas. Y el juez cree que también la Púnica. En total, en esa trama van ya medio centenar de imputados.

La derecha, con sus ultras y todo, ha colocado ahora a Díaz Ayuso en Madrid, con sus líos de avales e impagos que se trae desde casa. Y ella ha formado un gobierno sin complejos. Ni uno: en esa banda de redimidos (porque para bravos con “che” ellos), se ha traído hasta al jefe de Seguridad del Madrid Arena en 2012. Un suceso en el que murieron cinco chicas jóvenes y causó enorme conmoción. Poco más cabe. Y bien repleto tiene Ayuso el plantel del ejecutivo de consejeros que pueden hacerle competencia en el título.

La imputación de Aguirre y Cifuentes es una noticia positiva para la justicia que debe imperar en un Estado de Derecho. Veremos en qué acaba. Cabe esperarlo todo de este país. Lo inaudito –por decir algo– es que los cómplices de esta situación insostenible que se prolonga ya durante tantos años tengan la desfachatez de mirar para otro lado. Los Ciudadanos de Aguado y Rivera, desde luego. Madrid como epicentro de una derecha unida como una piña en un proyecto que sonroja y nos denigra como sociedad. Virreinato de prebendas de otra época y otro mundo. Tan pertinaz, desgraciadamente, en España.

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