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Ana Botella, la “vox” de su Aznar

Ruth Toledano

Aznar no fue a Valladolid pero había mandado a Botella al Club Siglo XXI. Que este hombre-hombre delegue subrepticiamente en su mujer-mujer, no es nada nuevo. En 2003, pocos meses después de perder la presidencia del Gobierno, colocaron a Ana Botella en la lista electoral del PP a las elecciones municipales madrileñas. Se convirtió en concejal del Ayuntamiento de Madrid y fue nombrada segunda teniente de alcalde. No tenía otra experiencia política que la de consorte: ser la esposa del ex presidente del Gobierno José María Aznar. En 2007, la colocaron en el número dos de la lista electoral, privilegiada posición que hacía posible lo que luego sucedió: cuando en 2011 Alberto Ruiz-Gallardón dejó la alcaldía para emprender su actual cruzada ministerial, Ana Botella ocupó el principal sillón consistorial.

La experiencia política que presumiblemente habría de haber acumulado la alcaldesa en estos ocho años no le ha servido de nada: la meteduras de pata constantes, la inseguridad manifiesta, la declaraciones peregrinas han sido y son el sello de su mandato. Pero callar, no calla. De lo que se deduce (más allá del atrevimiento de la soberbia) que sigue ejerciendo de muñeca de guiñol de su marido, aunque de tanto en tanto tenga que apañárselas sola con el más absoluto de los ridículos. Todo apunta a que fue Aznar quien habló por boca de su señora en la conferencia en el Club Siglo XXI, unas semanas antes de la convención del PP a la que dio estrepitoso plantón: Botella dijo en Madrid lo que habría dicho Aznar en Valladolid.

Pero algo llama la atención si se lee con detenimiento el Manifiesto fundacional de Vox, partido a la derecha del PP -es decir, la ultraderecha, por más que se autodefinan como centro-derecha: también el PP se vende como tal- que han impulsado los peperos Ortega Lara (un icono) y Santiago Abascal, al que se ha fugado el también histórico pepero Vidal-Quadras y que está poniendo en aprietos al partido en el Gobierno porque sus planteamientos coinciden además con los de un peso pesado como Mayor Oreja, que acaba de abandonarlos. Lo llamativo es lo que cantan las concordancias entre tal Manifiesto y las soflamas que lanzó Botella en Madrid (y que se abstuvo de lanzar Aznar en Valladolid).

Si Vox aspira a una reunificación de España, considerando que el PP ha abandonado el compromiso de la unidad nacional y proponiendo incluso el desmantelamiento del Estado de las autonomías, Botella se refirió al “desafío secesionista” y alertó, “frente a la desconfianza de los ciudadanos”, de que “ninguna gestión municipal o autonómica, por modélica y efectiva que sea [¿tendría el cuajo de referirse a la suya?], ningún saneamiento presupuestario por profundo que sea [¿el suyo?], ningún servicio público por ágil y eficiente que sea [¿el suyo?], bastará para evitar una fragmentación significativa de la base electoral del Partido Popular”. El ínclito Zaplana aplaudió a rabiar y la calificó, exultante, de “patriota”.

Si Botella, refiriéndose a la anulación de la doctrina Parot, se explayó acerca de la “la lógica perplejidad ante el hecho de que decenas de los más peligrosos criminales se encuentren repentinamente en la calle”, Vox busca a esos votantes del PP decepcionados con el Gobierno respecto a la estrategia a seguir con ETA, llegando incluso a afirmar que “han puesto la alfombra roja” a los terroristas (aunque tanto los unos como los otros olvidan, con una obcecación realmente sospechosa, que los condenados han cumplido sus condenas, la mayoría tan largas como merecían, y que ETA ha abandonado la lucha armada, que se suponía era el objetivo, previo a la entrega de armas y más allá de filocristianos perdones, que no pasan de ser una aportación simbólica a la solución del problema).

Aparte de las también coincidentes posturas respecto del aborto (Gallardón estuvo en la conferencia del Club Siglo XXI) o el modelo de familia, leyendo el manifiesto de Vox y las declaraciones de Botella, se pueden encontrar frases de una semejanza que lleva a preguntarse si el espíritu de Aznar, su manita ventrílocua, está detrás de la mayor brecha interna que ha vivido el PP, la derecha española, desde las propuestas centristas de la Transición. Aznar, amigo de Mayor Oreja. Aznar, jaleador de la AVT. Aznar, marido de la alcaldesa que el partido no quiere de candidata a las próximas elecciones municipales. Aznar, de quien, por cierto, fue colaborador el filósofo José Luis González de Quirós, ideólogo de Vox.

¿Será, en consecuencia, Vox quien finalmente disipe “las dudas” que Ana Botella manifestó en su conferencia sobre el proyecto político del PP? ¿Ha sido la ausencia de Aznar en Valladolid un guiño a Vox, un gesto que buscado convertir en vox populi? ¿Fue una vez más Botella la “vox” de Aznar? En cualquier caso, estamos de enhorabuena: se rompió esa unidad del PP que tanto ha beneficiado a la derecha española y que tantas desgracias políticas ha traído a un país con la izquierda históricamente fragmentada.

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