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La centralidad de los cuidados 

Economistas Sin Fronteras

Juan Luis del Pozo —

El pasado 1 de julio, transcurridos ocho años desde la puesta en marcha de la Ley 39/2006 de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, se incorporaron al sistema las personas dependientes con Grado I, completándose así el calendario de aplicación de la ley dos años más tarde de lo inicialmente previsto.

A su vez, un mes después se publicaba el XV Dictamen del Observatorio Estatal de la Dependencia, auspiciado por la Asociación Estatal de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales. En las conclusiones de dicho documento se destaca que “el Sistema finaliza su implantación sin capacidad para atender a casi 450.000 personas que tienen el derecho reconocido, es decir, a más de un tercio de sus destinatarios”. Asimismo, se hace notar que “en las actuales condiciones de financiación resulta prácticamente imposible que se pueda dar una respuesta a estas personas que el SAAD no ha sido capaz de incorporar”, a lo cual se une “la baja calidad e intensidad de la mayoría de los servicios prestados y la demora excesiva en las atenciones”.

Valga como muestra el siguiente dato recogido también en este informe: con motivo de la incorporación de 315.000 personas con Grado I al sistema desde el mes de julio, “la Administración Central aportará a cada Comunidad Autónoma 44,33 euros/mes por dependiente para poner en funcionamiento servicios o prestaciones, lo que significa percibir cerca de 532 euros/año por dependiente atendido. Si la Comunidad cumple estrictamente su compromiso de financiación del 50%, se deberá atender a estas personas con poco más de 1.000 euros anuales”.

Si bien la situación puede variar en función de las Comunidades Autónomas de residencia, las cuales se han visto sometidas por otra parte a fuertes restricciones presupuestarias durante los años de crisis, se puede afirmar, en definitiva, que “las imperfecciones del modelo de financiación previsto en la Ley es la principal causa de estas limitaciones e incapacidades del SAAD

Los problemas en la aplicación de la Ley de Dependencia suponen una muestra más del desajuste entre las necesidades de las personas y las políticas económicas. Un desajuste que pone de manifiesto una realidad, y es que un aspecto tan importante de nuestras vidas como son los cuidados ocupa, para la clase política, y no solo, un lugar secundario a la hora de establecer prioridades en su acción de gobierno. Sin ir más lejos, nos tememos que, más allá de las referencias a la propia ley de dependencia, no encontraremos un debate en profundidad sobre los cuidados en la campaña electoral.

En este sentido, resulta frustrante que aun desde aquellas formaciones que se postulan como partidos del cambio, o desde las opciones más progresistas, no se haya tenido la capacidad (o quizás la suficiente determinación) para llevar estas cuestiones al centro del debate público. Un debate que ciertamente viene marcado por los medios de comunicación, pero en el cual tristemente no hemos sido capaces de imponer nuestro discurso, aquello que nos hace diferentes, y que nos permitiría defender la idea de que si aparentemente no hay alternativas al modelo económico, afirmación más que discutible, desde luego habría que buscarlas. Y es que, salvo honrosas excepciones, no hemos sido capaces de feminizar la política.

Como suele ocurrir, la ciudadanía y el propio tejido social han tomado la delantera en estas cuestiones. El libro “Cojos y precarias haciendo vidas que importan” de la Editorial Traficantes de Sueños, recogía hace unos años un diálogo muy interesante entre el colectivo de las personas con diversidad funcional, representado en este caso por el Movimiento de Vida Independiente, y el de las personas que se dedican al trabajo de cuidados, tanto en los hogares como en los centros especializados. Un colectivo formado mayoritariamente por mujeres y representadas por la Agencia de Asuntos Precarios Todas aZien.

Este diálogo se ha visto plasmado a su vez en iniciativas como las Oficinas de Vida Independiente dedicadas a promocionar y facilitar la autonomía de las personas con diversidad funcional, y también en proyectos como la asociación Senda de Cuidados. Senda de Cuidados es una entidad surgida de la organización de personas migrantes que a través del apoyo mutuo y la construcción de redes pretenden dotar al trabajo de cuidados de la centralidad que merece, poniéndolo en valor y por tanto promoviendo su desarrollo en unas condiciones dignas, tanto para la persona que presta los cuidados como para quien los recibe.

Al mismo tiempo, Senda de Cuidados pone sobre la mesa una cuestión fundamental, el de las llamadas cadenas globales de cuidados. Y es que al ser estos trabajos realizados mayoritariamente por mujeres migrantes, estas se ven frecuentemente en la circunstancia de no poder atender adecuadamente a las personas de sus familias que dependen de ellas. Una cuestión que nos lleva a su vez a reflexionar sobre el tema de la corresponsabilidad y otros muchos aspectos, los cuales desgraciadamente no podemos abordar en estas líneas.

Las cadenas globales de cuidados serán protagonistas en el XVI Ciclo de cine-foro “La otra actualidad” que se organiza desde Economistas sin Fronteras y su grupo de voluntarios de sensibilización a lo largo del mes de noviembre, concretamente a través de la proyección de la película “Una segunda madre”. A la proyección seguirá una mesa de debate en la cual estarán participando la Asociación Senda de Cuidados, además de una representante de la Asamblea Feminista y otra de Ecologistas en Acción.

El ciclo de cine abordará este año, a lo largo de cinco sesiones y además de los cuidados, temas como la deuda, las nuevas tecnologías de la información y el poder, las externalidades de la industria textil y la precariedad laboral. A través del mismo pretendemos sensibilizar a la ciudadanía y contribuir al objetivo nada sencillo de que estas cuestiones ocupen un lugar destacado en el debate público. Merece la pena el esfuerzo. Os invitamos a que nos acompañéis.

El artículo refleja la opinión del autor. Economistas sin fronteras no coincide necesariamente con su contenido.

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