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Sobre la cosificación de la lectura

Una librería

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Si no conocíais la existencia de un hombre llamado Thatcher Wine estáis de enhorabuena porque voy a cambiar vuestra vida en este mismo instante. Este señor con nombre de viñedo inglés es un curador profesional de libros para famosos. Traduzco: Thatcher Wine ha ayudado a celebridades como Gwyneth Paltrow a elegir los libros adecuados para su casa e incluso crea sobrecubiertas hechas a medida de los libros para que combinen tonalmente con la paleta de colores del hogar del cliente. Es decir, gracias a Wine un famoso puede tener las obras completas de Tolstoi en las estanterías antes vacías de su salón, y además en un color Pantone específico que combine con el resto de la estancia. “Nos han pedido todo lo imaginable relacionado con la intersección del diseño de interiores y los libros. A veces, nos piden que combinemos los libros con una alfombra o un color Pantone. Hay gente que pasa años eligiendo cada detalle de su casa y ahora pueden llevar ese mismo nivel de detalle a su estantería, lo cual es genial”, contaba en una entrevista. 

No solo Wine, también marcas de moda como Prada o Ralph Lauren han comenzado a explotar el potencial económico de los libros organizando eventos literarios con escritores. Y seguramente llevaréis días observando en redes sociales balances personales de las lecturas del año. Gente que dice haberse leído ochenta libros este 2025. Noventa. Cien. Como una subasta de Sotheby's. Parece que hemos entrado en la era de la cosificación virtual de los libros. Los clásicos como una especie de accesorio de moda. David Foster Wallace como un pañuelo al cuello o un sombrero en la cabeza. Los libros como signo de pretensión competitiva. Tal es la magnitud del exhibicionismo literario reciente que ya existe un término para definirlo: lectura performativa, performative reading. No solo consiste en fingir que lees más de lo que en realidad lees, sino en lograr que todos sepan que lees –esto es lo verdaderamente importante-, más por estética o marca personal que por puro disfrute.  

Los alardes sobre hábitos de lectura –presuntamente- voraces podrían hacernos creer que las redes sociales están arruinando también el placer de la lectura, pero pienso que, al contrario, pueden elevar el placer de leer. Hay muchos perfiles, clubes de lectura y cuentas que hacen una labor didáctica impresionante. Este mismo año, gracias a la recomendación de Dua Lipa en su podcast, se catapultó en ventas el libro 'La casa de los lamentos' de Helen Garner. Había sido publicado en el año 2018 por Libros del KO, entonces “un estrepitoso fracaso” según la propia editorial que este verano veía cómo las ventas se disparaban. Y, por supuesto, no todo el que comparte sus lecturas en redes sociales lo hace por alardeo o fingimiento intelectual. Al contrario, compartir un buen libro me parece casi que un acto de generosidad. Leer no es una competición, sino una manera de estar menos solos en el mundo, de hecho, la mejor manera posible de estar conectados. 

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