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Crimen y periodismo en “El fotógrafo de Minamata”

El actor estadounidense Johnny Depp, posa durante la presentación de su última película "El fotógrafo de Minamata". EFE/Quique García

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El pasado 30 de abril se estrenó en cine la película El fotógrafo de Minamata. En ella se cuenta la historia del fotógrafo William Eugene Smith, quien sacó a la luz una intoxicación masiva por mercurio en la ciudad japonesa de Minamata desde los años 50 a los 70. 

Protagonizada por el popular actor Johnny Depp y dirigida por Andrew Levitas, más allá del conocimiento de esta tragedia, la película abre un debate sobre el poder de los medios como forma de informar al mundo de un problema que, de otra forma, se quedaría circunscrito a la localidad. 

Eugene Smith fue reconocido internacionalmente por sus impactantes imágenes en la línea de frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial o las fotografías en las zonas rurales de Carolina del Sur. Considerado por muchos como uno de los padres del ensayo fotográfico moderno y uno de los fotoperiodistas más venerados de la Segunda Guerra Mundial, fue nombrado uno de los diez mejores fotógrafos del mundo en 1958. Pero serían sus fotografías en la ciudad de Minamata, durante los años 1971 y 1974, con las que logró sus fotos más famosas para la revista Life, entre las que se encuentra la emblemática “Tomoko Uemura in Her Bath”, que este 2021 cumple 50 años.

Esta masiva intoxicación llegó a acuñar la denominación de “la enfermedad de Minamata”, en referencia al síndrome neurológico provocado por el envenenamiento del mercurio vertido al mar por la empresa Chisso. Contraída la enfermedad, la persona podía amanecer con convulsiones y dificultades para andar y hablar, alteraciones sensoriales en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, acabar con parálisis cerebral y muerte. La toxicidad se acumula en los fetos de las mujeres embarazadas y se producen abortos y nacimientos con malformaciones o parálisis cerebral. 

La empresa química producía acetaldehído, compuesto utilizado en la síntesis de plásticos y en otras aplicaciones. 

La ciudad creció a la vez que la fábrica, su industria más importante. En ella se producían plásticos mediante un proceso en el que era necesario el mercurio como catalizador, o acelerador de la reacción química. Después, el mercurio sobrante se vertía al mar transformado en un derivado mucho más tóxico y más fácilmente asimilable por los organismos vivos. En los peces, moluscos y crustáceos entraba por el sistema digestivo o por las branquias. Su posterior ingesta por los humanos les transmitía la toxicidad. Minamata era una ciudad principalmente pesquera. Se calcula que se vertieron cerca de 81 toneladas de mercurio entre los años 1932 y 1968. Aunque la empresa supo mediante sus investigaciones de esta toxicidad, siempre lo ocultó y negó hasta el último momento. 

Conforme avanza la película comprobamos cómo, aunque ya era conocida la tragedia en círculos periodísticos, se necesitaron las impactantes fotos de William Eugene Smith para que llegara a la opinión pública, la justicia reaccionara y la empresa tomara medidas. A lo largo de su estancia en Minamata, el fotógrafo vivió todos los formatos de presión por parte de la empresa: primero el chantaje y después la violencia, desde el incendio de su estudio fotográfico con el objeto de hacer desaparecer todas sus fotografías a una paliza que lo dejó malherido.

Dos debates éticos se dan a lo largo de la historia, por un lado, el del fotógrafo ante la propuesta del gerente de aceptar 50.000 dólares y abandonar el proyecto de fotografiar lo que estaba sucediendo. Por otro, el del director de la revista Life que se enfrenta al problema de la viabilidad y al dilema entre hacer buen y costoso fotoperiodismo a hacer concesiones a la publicidad, imprescindible para su saneamiento. 

Los dos conflictos se resuelven de forma honorable, a pesar del acoso de la empresa química: Eugene Smith no acepta el sobre con dinero del gerente y el director apuesta por el periodismo a pesar de las limitaciones económicas de la revista. 

Ahora, 50 años después, sería bueno hacer dos reflexiones: la primera, que el periodista, de pluma o de cámara fotográfica, no es nada si no tiene detrás un medio. Si McLuhan decía que “el medio es el mensaje”, nosotros podemos decir que “el periodista es el medio”. El periodista tiene el poder que tiene el medio en el que aparece. Imaginemos que el gerente de Chisso ofrece el dinero, no al fotoperiodista, sino a los accionistas de Life, ya sumidos en la crisis de rentabilidad. En estos tiempos en que sabemos que detrás de esas grandes empresas hay más negocio que periodismo es muy probable que aceptaran y cancelaran el encargo de Eugene Smith. ¿Cómo de lejos llegarían sus fotos sin Life? 

La segunda reflexión es otro dato que es bueno conocer, incluso la película informa de ello al final. La crisis de Life provocó que poco después de la publicación de esos reportajes dejase de ser semanal, pasase a hacer especiales de forma irregular hasta 1978, mensual hasta 2000, luego suplemento semanal de periódicos y dejó de existir en papel en 2007. 

La pregunta es, ¿cuántas tragedias como Minamata han sucedido y siguen sucediendo porque los poderosos pagan para que no vaya ningún fotógrafo o porque denunciarlas resulta incompatible con la rentabilidad de las empresas periodísticas?

Por cierto, la toxicidad del mercurio sigue siendo un problema por su acumulación en los peces de mayor tamaño, y son muchos los estudios que no recomiendan ese pescado para los niños menores de cinco años. Y hoy no está la revista Life y, seguro, las empresas contaminantes están dispuestas a pagar bastante más de 50.000 dólares para impedir que se conozca la verdad. 

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