Lo que España observa atónita
La reacción del Partido Popular al acuerdo de coalición anunciado entre el PSOE y Sumar era esperable y no por ello deja de ser decepcionante: destacar, tanto Sémper como Feijóo, a una sola voz, que España «asiste atónita» al pacto entre socios que ya habían pactado anteriormente, y repetir una y otra vez que todo lo pactado requiere del beneplácito del independentismo, socios sin los cuales todas las medidas quedarían en «papel mojado». No se equivoca al afirmar que el pacto no es una sorpresa. Sí que habría de revisar, sin embargo, qué es exactamente lo que España observa atónita, a riesgo de encontrarse con alguna sorpresa.
Lo que España observa atónita es que alguien que pretende gobernarla –o, al menos, lo pretendía, cuando creía que iba a ganar las elecciones– desprecie reformas en el mercado laboral, haga la vista gorda en cuanto a la ampliación del parque público de vivienda, se oponga hoy a un reconocimiento de Palestina en favor del cual votó en el Congreso en 2014 –salvo dos abstenciones y un no– o no diga nada sobre la propuesta de extensión de permisos, o la universalización de la educación infantil, o cualquier otro asunto de las 48 páginas del documento pactado. O atónita asiste igual a los malabarismos para no posicionarse demasiado en lo que tiene que ver con la reducción de la jornada laboral: quizás un intento de impedir que la historia les pase por encima… como cuando la reforma laboral que iba a provocar el colapso del trabajo español pasó a ser considerada, en precampaña electoral, «fundamentalmente buena».
Lo que España observa atónita –y algunos en el Partido Popular también– es que Vox haya sido tranquilamente incorporado a gobiernos municipales y autonómicos, pasando a ocuparse, en lugares tan importantes como València, del empleo y del emprendimiento, de la Albufera, de sanidad, familia o incluso –a nivel autonómico– de la gestión de la Justicia. Y debería estar atónita, aunque cada vez un poco menos, al ver a Ayuso elogiar a un candidato argentino –Milei, el de la alianza entre milicos y criptobros– que ha llegado a afirmar que, entre la mafia o el Estado, escogía a la mafia; o que ha dicho que su parecer, sobre la venta de niños, es que “depende”, que él no lo haría, pero que “podría llegarse a debatir”. Más de 140 ayuntamientos en los que Vox ha logrado responsabilidades: acuerdos que dejarían atónita a cualquier derecha civilizada. Pero podemos suponer que la incomodidad del Partido Popular con su socio en todas partes es menos meritoria de sarcasmos e ironía que la sintonía entre Sumar y el PSOE. Por lo que sea.
Lo que España observa atónita, en tercer lugar, es que los mismos que repetían insistentemente que esta legislatura sería solo una legislatura “territorial”, al no haber mayoría sin fuerzas independentistas o nacionalistas de carácter más o menos conservador, hoy callen o directamente obvien el programa de legislatura que despliega el acuerdo firmado. Resulta que un Gobierno que para la derecha estaba llamado a trocear España tiene vocación progresista, quiere intervenir la vivienda, ganar tiempo, mejorar la sanidad pública, abordar la financiación autonómica, desbloquear el CGPJ, llevar a cabo una reforma fiscal. ¡Pobre Aznar, si tuviera que firmar el pacto del Majestic en 2023! ¡Su propio partido convocaría en su contra una o dos manifestaciones!
Ninguno de estos actores, claro, es ingenuo. Todos saben –como en la vergonzosa campaña de las autonómicas, en la cual parecía que el tema más importante de la campaña, también para cualquier municipio gallego, toledano u onubense, era EH Bildu– que pierden la batalla si intentan criticar transformaciones positivas, cambios de sentido común, reformas necesarias. Ante la España que no se plegó el 23 de julio a sus deseos, sólo les queda la misma apelación insistente: la matraca con los socios. Cuando el Congreso vote un plan de choque contra el desempleo juvenil, ¿insistirá el portavoz del Partido Popular en los socios? Cuando los suyos de Vox traten de imponerse, ¿acaso los expulsarán, como hizo Moriyón en Oviedo, alegando que lo que antes toleraban ha pasado a ser intolerable? ¿Se tomarán España en serio? Quizá sea ese el momento en el que podamos afirmar que el Partido Popular nos ha dejado verdaderamente atónitos: cuando, en lugar de impostar y desdecirse, demuestren preocuparse un poquito por su país.
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