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Imagina que debes huir de tu país porque amas a alguien

Ruth Toledano / Ruth Toledano

Imagina que tienes que huir de tu país. Que debes salir rápido de allí porque tu integridad física y hasta tu vida están en peligro. Imagina que tienes que dejar todo atrás: una casa, tus libros, tu ropa, los objetos queridos. Imagina que debes renunciar a un trabajo necesario, a un proyecto en el que te esforzaste, a una ciudad a la que perteneces. Imagina que apenas tienes tiempo de decir adiós a tus amigos, que debes dejar atrás a tus hermanos, que quizá te despidas para siempre de tus padres.

Imagina que todo lo anterior te sucede porque amas a alguien.

Que te acosan, que te hostigan, que te persiguen solo porque te has enamorado. Que tu huida no es sino un eslabón más de la cadena con la que han atado tu vida; el trágico eslabón que te libera, sin embargo, de una infancia de soledad, de una adolescencia de desprecios, de una juventud de insultos y amenazas. Imagina que hasta tus amigos te dieron la espalda muchas veces, que hasta tus hermanos y tus padres han llegado a participar de tu persecución, que su ignorancia y su miedo se convirtieron en rabia y te condenaron y apartaron.

Imagina que todo eso sucede porque tu identidad de género no se corresponde con sus expectativas.

Imagina que te ves en la obligación de pedir asilo en otro país porque en el tuyo no está asegurada tu protección. Imagina la carga de terror, de inseguridad, de humillación que arrastras contigo. Es de lo poco que te puedes llevar. Imagina que debes refugiarte en un país que te es extraño y te mira con recelo, un país donde eres extranjero. Imagina que tu vida debe comenzar de nuevo en una ciudad donde no hay viejos amigos ni ese único familiar cómplice que alguna vez tuvo un abrazo para ti. Imagina que debes buscar cualquier trabajo, tienes que sobrevivir.

Imagina que tu país natal es Honduras. Que has tenido que huir de allí porque eras perseguida aunque no hubieras hecho mal a nadie, rechazada aunque eres bondadosa, excluida aunque seas alguien constructivo, vejada hasta el punto de que tu dignidad fue apenas lo único que pudo resistir. Imagina algo que en un pasado ya lejano no habrías podido imaginar para ti: que llegarías a tener el estatus legal de refugiada a causa de la represión sufrida en tu propio país.

Imagina que tu nombre es Alexandra Licona Andino.

Alexandra Licona Andino es hondureña con el estatus legal de refugiada en España a causa de la persecución a la que estaba sometida en su país por razón de su identidad de género. La FELGTB le otorga una mención de honor en sus premios Plumas y Látigos 2014 como reconocimiento a las personas represaliadas por orientación sexual o identidad de género. Personas que son penadas por la sociedad y por la ley de sus países de origen. Que son castigadas. Cuyo castigo acaso comenzó en su casa y en la escuela, continuó en la calle y el lugar de trabajo, llegó hasta el patio de una cárcel. Que ha supuesto burlas, injurias, golpes, palizas, violaciones. Que puede suponer muerte. Que supone crimen impune en cualquier esquina o pena de muerte en un tribunal. Que supone suicidio tantas veces.

Es de obligada lectura el exhaustivo e impactante estudio jurídico mundial “Homofobia de Estado”, publicado en mayo de 2013 por la ILGA (Asociación de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales), para hacerse una idea del alcance de la criminalización de la que son víctimas millones de personas por su orientación sexual y su identidad de género.

El estudio de la ILGA reconoce que 2012 y 2013 serán años recordados por el avance de las leyes de matrimonio entre personas del mismo sexo, una cadena de progreso que se ha ido extendiendo de continente en continente, desde Latinoamérica (Argentina, Uruguay, Brasil, México –donde las bodas solo pueden celebrarse en el D.F. pero sus efectos son reconocidos en todo el país-), a Europa (Francia, Reino Unido) y Oceanía (Nueva Zelanda). Aunque en Australia se ha retrocedido y en EE.UU. este progreso solo es posible con muchas dificultades y a base de demandas.

Pero la ILGA recuerda también que “a pesar de este avance tan alentador, poco ha cambiado en la proporción de países que criminalizan los actos sexuales consentidos entre personas adultas del mismo sexo y aquellos que no lo hacen, es decir, respectivamente 76 (aproximadamente un 40% de los estados miembros de Naciones Unidas)”. Los esfuerzos del movimiento LGTBI internacional y de sus aliados (ONG’s, ciertos gobiernos etc.) por cambiar este estado de cosas continúan y continuarán, siendo importante darse cuenta de que en la actualidad el mundo se divide –desde el punto de vista de la legislación- entre “LGTBI-friendly” (amistosa con lo LGTBI) y “LGTBI-unfriendly” (no amistosa con lo LGTBI).

Aunque aún no apoyados en leyes, algunos países de Asia, África y Latinoamérica ven cambios graduales en la igualdad, el respeto y la protección de las personas LGTBI. Sin embargo, en un tercio de los países del mundo, en su mayoría de Oriente Medio y Norte de África (donde el heteropatriarcado religioso considera la homosexualidad como un pecado y una abominación), y en el África subsahariana, aún están penalizadas las relaciones homosexuales consentidas entre adultos, incluso si sus manifestaciones solo se producen en el ámbito privado. Son países en los que la discriminación se extiende al ámbito del empleo, condenando a las personas LGTBI a la exclusión, países donde la incitación al odio es institucional, países donde ese odio se convierte con frecuencia en torturas y crimen, extraoficial y oficial.

En 11 países de Oriente Medio y Norte de África la homosexualidad puede acarrear largas penas de prisión. En Mauritania, Sudán, Arabia Saudita, Yemen y el 
sur de Somalia la homosexualidad conlleva pena de muerte. Los activistas LGTBI son perseguidos policialmente y represaliados; muchos de ellos, forzados al exilio. Un porcentaje de esos subsaharianos que vemos tratando de saltar la valla de Melilla, es probable que proceda de la persecución homófoba, de la búsqueda desesperada de salvar su vida.

Por otra parte, el informe alerta de que “mientras la criminalización es la más sangrante forma de homofobia de Estado, los países que han descriminalizado la homosexualidad en el pasado reciente, como Rusia, están tristemente buscando relegitimar la discriminación basada en la orientación sexual tanto a nivel nacional, mediante leyes contra el activismo LGBTI –definido ridículamente como ”propaganda homosexual“- como a nivel internacional, en nombre de la ‘tradición’”. En países como Rusia, que reconociendo los derechos de las personas LGTBI había avanzado en la protección de los derechos humanos, ese retroceso “convierte a las minorías sexuales en vulnerables a la extorsión, la explotación y otras formas de abuso, tanto a manos del Estado como de otros agentes no estatales”. Son abusos que llegan a manifestarse en agresiones físicas e incluso en asesinatos.

La FELGTB condena con sus premios Látigo la labor de los presidentes que el pasado año más han hecho retroceder los derechos humanos de las personas LGTB: Vladimir Putin, promotor de la ley que prohíbe siquiera nombrar la realidad LGTB; Goodluck Jonathan, presidente de Nigeria, que aprobó este año una ley que criminaliza cualquier expresión pública de afecto entre personas del mismo sexo; y el presidente ugandés Yoweri Museveni, quien auspicia con leyes la persecución mortal a homosexuales, bisexuales y transexuales en su país.

Con sus premios Pluma, sin embargo, la FELGT reconoce la labor de la eurodiputada Ulrike Lunacek, copresidenta del Intergrupo LGBT e impulsora del informe “Homofobia y discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género”, aprobado recientemente por el Parlamento Europeo, así como el trabajo de las personas que hicieron posible el reconocimiento en España del Matrimonio Igualitario y de la Ley de Identidad de Género, los activistas Pedro Zerolo, Beatriz Gimeno y Antonio Poveda, y el ex presidente José Luis Zapatero.

Emociona especialmente la mención de honor a Alexandra Licona Andino. Porque en el suyo va implícita una mención sin nombre de todas aquellas personas que en tantos rincones del mundo sufren violencia y persecución por su orientación sexual o su identidad de género. Todas aquellas personas a las que tenemos el deber de ayudar, de proteger, de refugiar. Solo porque su identidad no responde a las expectativas de otros. Solo porque aman.

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