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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Se está rifando ser líder de la oposición

Rivera, Rajoy, Iglesias y Sánchez

Isaac Rosa

En la lotería de la investidura se juega el premio gordo de la presidencia de gobierno, sí. Pero hay otro premio en el bombo, del que nunca hablamos y que no es pedrea: ser el líder de la oposición. De cómo se resuelvan las votaciones de investidura de aquí a mayo saldrá un gobierno, pero también una oposición. Y ni uno ni otro banco tienen dueño claro.

Hasta ahora, el reparto de papeles era rutinario: dos grandes partidos, uno ganaba el gobierno y el otro se quedaba en la oposición, donde cogía fuerzas para las siguientes elecciones. Pero el 20D dejó un parlamento donde no hay papeles asignados.

Yo soy de los convencidos de que habrá gobierno. No me pregunten quién, que mis poderes adivinatorios solo llegan para jugarme un café a que no se repetirán unas elecciones que ya no quiere nadie. Habrá gobierno, no la semana que viene, pero lo habrá, aunque sea sobre la campana como en Cataluña. Y la elección de un gobierno repartirá medallas entre solo tres de los cuatro grandes partidos: uno gobernará (oro), otro lo apoyará con sus votos (plata), un tercero se abstendrá (bronce), y el último votará en contra. Pero este último, el que no entre en ningún pacto, también tendrá premio, y no precisamente de consolación, reclamará para sí toda la legitimidad de ser líder de la oposición. El único que se opuso, el que no facilitó gobierno.

Como el PSOE no quiere un pacto de izquierda contando con los independentistas, las famosas “matemáticas” obligan a que bailen tres grandes a la vez. Y las combinaciones son limitadas: PP-PSOE-Ciudadanos (gran coalición); PSOE-Cs con PP absteniéndose; PSOE-Cs con Podemos en la abstención; o el improbable PSOE-Podemos con abstención de Ciudadanos. No hay más. PSOE y Ciudadanos entran en todas las combinaciones, y solo hay dos partidos con opciones de quedarse fuera: PP o Podemos.

Sánchez y Rivera ya se han lanzado a bailar, mientras Rajoy e Iglesias miran el baile sentados, muy quietos. Los dos saben que el que consiga aguantar hasta el final sin mover un músculo se habrá ganado liderar la oposición durante toda la legislatura, dure lo que dure.

Siempre se dice eso de que “el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene”. Pero en esta legislatura los gobernantes se van a chamuscar a menudo, con un parlamento fragmentado, Europa apretando las tuercas, Cataluña por resolver, y la incertidumbre económica que sigue en el horizonte. Un tiempo en que liderar la oposición va a lucir mucho. Para el PP, la oposición sería un balneario donde regenerarse y esperar tranquilamente a las siguientes elecciones mientras los otros se desgastan en acuerdos inestables. Para el joven Podemos, la oposición es una incubadora donde pasar un tiempo calentitos, ir madurando, coger experiencia, afianzar su base social, con todo el terreno despejado por la izquierda.

Así visto, tanto PP como Podemos tienen hoy más alicientes para votar en contra que para abstenerse. Pero no caben los dos en el banco opositor, y uno de los dos tendrá que salir a la pista para que siga el baile.

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