Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Podemos tiene la mano

Las ministras de Igualdad y de Derechos Sociales y Agenda 2030, Irene Montero y Ione Belarra. EFE/J.J. Guillén

158

El éxito aparente que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz han obtenido con su actuación en la moción de censura podría verse gravemente ensombrecido si Podemos se niega a unirse a las demás fuerzas situadas a la izquierda del PSOE de cara a los dos procesos electorales que tendrán lugar en lo que queda de año. Una ruptura entre el bloque que se está formando en torno a Yolanda Díaz y la formación que en la práctica parece seguir encabezando Pablo Iglesias supondría una especie de suicidio para ese sector político y comprometería seriamente la victoria de la izquierda en las generales.

Y no pocos creen que esa ruptura es perfectamente posible. Que el distanciamiento entre la cúpula de Podemos y Yolanda Díaz es insuperable y que las intenciones políticas entre ambos son demasiado opuestas para que puedan converger. Para Yolanda Díaz, el objetivo es movilizar al electorado de izquierdas desde una plataforma única para renovar la coalición de gobierno tras batir a las derechas en las generales. Para los seguidores de Pablo Iglesias la prioridad es la supervivencia de su fuerza política de cara a un futuro a más largo plazo, aun tras un derrota electoral de la izquierda.

El antecedente de la derrota de Manuela Carmena en las elecciones municipales madrileñas de 2019 como consecuencia de la negativa de Podemos a apoyar su candidatura está demasiado fresco para los más pesimistas. La actitud de Podemos en las últimas semanas, planteando a Yolanda Díaz exigencias no asumibles para unirse a ella, e incluso para participar en el acto de presentación de Sumar, previsto para el 2 de abril, no hace sino ahondar esos sentimientos.

A los dirigentes de Podemos no les ha gustado el protagonismo que los socialistas han decidido conferir a Yolanda Díaz en el debate de la moción de censura. Eso era perfectamente previsible y los promotores de esa iniciativa debían de saber que en Podemos iba sentar muy mal. La cara de póker, si no agresiva, con que la ministra Montero acogió los elogios que Yolanda le dedicó desde la tribuna podía denotar que ese protagonismo era tomado casi como una afrenta.

Los muy escasos comentarios que dirigentes de Podemos han hecho a lo ocurrido en el citado debate y a las conclusiones que se han derivado del mismo no han sido precisamente positivos. Como si coincidir con la opinión mayoritaria de los medios y de los creadores de opinión en el sentido de que la moción ha beneficiado claramente a la izquierda equivaliera a reconocer el triunfo de un rival y eso fuera fruta prohibida.

Esas actitudes, no precisamente nuevas, coinciden con el alejamiento sustancial de las posturas de Podemos y Yolanda Díaz en las negociaciones o conversaciones, que también hay desacuerdo sobre si son lo uno y lo otro, para establecer las condiciones en que el partido de Pablo Iglesias se uniría a Sumar.

No es fácil discernir cuáles son los puntos fundamentales del disenso, pues cada día surge uno nuevo, pero si hubiera que destacar uno solo se diría que lo que Podemos quiere, por encima de todo, es que desde ya mismo, casi como condición sine qua non para asistir al acto del día 2, es que Yolanda y los socios que ya se han unido a su proyecto -Izquierda Unida y Más Madrid, entre otros- aceptaran la actual fuerza representativa de Podemos, la obtenida en 2018 y 2019, para configurar las listas de las generales.

No es una condición fácil de aceptar. Y menos cuando antes de las generales se celebrarán las municipales y autonómicas, en las que las perspectivas de Podemos no parecen ser particularmente halagüeñas. Y cuando en los últimos cuatro años la formación ha sufrido numerosas defecciones, individuales y de variados colectivos, y cuando está extendida la sensación de que la militancia de Podemos, siendo aún importante, se ha reducido significativamente en los últimos tiempos. De hecho, el Sumar de Yolanda Díaz sería también, o sobre todo, un intento de recuperar a efectos electorales a ese público desmovilizado o alejado de las posiciones situadas a la izquierda del PSOE.

Aparte de los pesimistas, nadie se atreve a hacer vaticinios sobre lo que puede terminar ocurriendo. Es perfectamente probable que la ruptura definitiva entre lo que representa Sumar y Podemos no se produzca formalmente a corto plazo, aunque las eventuales ausencias en el acto del 2 de abril pueden marcar la tendencia, y ocurra algo parecido a lo que ocurrió en las últimas elecciones andaluzas, en donde la unidad, muy forzada, sólo se produjo en el último minuto, tras el grave deterioro a la movilización de la izquierda que la desunión había producido durante meses.

Es asimismo imprevisible cómo puede reaccionar Podemos a un eventual fracaso en las elecciones municipales y regionales. Que podrían precipitar las cosas en un sentido favorable al acercamiento de posturas. O justamente en el contrario, el del enrocarse para salvar los restos.

Lo que está claro es Podemos tiene la mano en este contencioso. Para bien o para mal. Los signos sobre lo que puede estar pensando hacer no son precisamente alentadores. Pero el asunto es tan importante que en el tiempo que aún queda hasta que se tomen las decisiones finales pueden intervenir factores que hasta el momento han estado del todo alejados del asunto. Entre ellos, una eventual actuación de Pedro Sánchez en el mismo.

Su actuación en el debate de la moción de censura ha demostrado una vez más que tiene una capacidad de supervivencia a prueba de bombas y que ha sido capaz de salir del agujero en el que las consecuencias de la ley del “solo sí es sí” le habían sumido. En ese debate también ha transmitido una idea clara: que su opción es renovar el gobierno de coalición. Pero si Podemos da la espalda a ese camino y eso hace perder las elecciones, un nuevo abanico de opciones podría volverse a abrir paso.

Etiquetas
stats