La “marca España” y la tormenta perfecta
Excepto el juez Garzón, que se atrevió a investigarlo y aún le duele, ya casi nadie se acuerda del caso “Gurtel”, pero de modo indirecto vuelve a la platea con el escándalo mayúsculo que supone el desvelamiento de la fortuna oscura que nos tenía escondida Bárcenas, el senador y tesorero del PP hasta el otro día. Nos la tenía escondida a nosotros, evidentemente, pues a la dirección de su partido parece imposible. ¿Cómo no iba a saberlo Cospedal, secretaria general del partido? Ante tales evidencias sólo cabe sentir vergüenza, reconocer el error y actuar en consecuencia o bien, caso de no tener vergüenza, echarle cara y engañar con descaro. Lo que están haciendo.
Cospedal dice que volverán a sumar las cuentas del partido pero que le darán el mismo resultado: esos millones no existen en su contabilidad; la realidad no existe en sus cuentas. Natural, nadie le discute a quien lleva esa contabilidad el saber sumar y hacer la regla de tres. Por mucho que vuelva a sumar y multiplicar, Cospedal no encontrará ese dinero en la contabilidad oficial del partido porque, de existir, lo llevaría Bárcenas apuntado en alguna libreta, una bomba de relojería que puede aparecer y estallarle al partido pues allí figurarían los nombres de todas y todos los sobrecogedores. Cospedal también nos pide que creamos que no vio pasar sobre alguno. Si hubo sobres, la culpa será del cartero y, si no, pues de Zapatero.
¿Qué es más ofensivo?, ese dinero de Suiza que además no sabemos de donde salió o que el Gobierno lo haya acabado de blanquear con una ley de amnistía fiscal que parece ex profeso. ¿O es más ofensiva la explicación que dan los dirigentes del partido, que no saben nada ni tienen nada que ver con ese señor? ¿En este año hubo algo que no fuese engaño, abuso o directamente desprecio? “¡Que se jodan!”
El PP acaba de llegar al Gobierno, pero se muestra como una organización decadente y envejecida. La candidatura de Rajoy no pareció acertada en su momento a la mayoría del partido ni contó con el entusiasmo de sus votantes hasta que se desencadenó la crisis y se llevó por delante a Zapatero, visto lo visto este año se confirma que fue un error.
Antes de nada, porque su continuidad impidió algún debate interno, hacer una crisis y tener un revulsivo, Rajoy apostó por el continuismo y precisamente toda la porquería que ahora aflora desde dentro de su partido demuestra que el partido tenía que haber cortado con su pasado. Rajoy también pertenece al tiempo de Aznar, que siempre tiene una lección que dar pero está mudo sobre este asunto y sin embargo debe de saber mucho sobre esa supuesta trama de dinero negro y sobrecogedores. Los años como candidato y presidente del partido, Rajoy los pasó más ocupado en zafarse de las trampas y atentados que le prepararon sus rivales internos que en hacer una oposición seria y prepararse para gobernar. Pero lo que ya ha demostrado es que el hábito no hace al fraile, y su actuación como presidente es la misma que tuvo en todos sus cargos políticos anteriores, ninguna.
Encima anuncia una o varias auditorías, y dale con volver a sumar para que veamos que saben aritmética. Como Cospedal, también él nos llama tontos, pero de tonto ni un pelo, en la misma sentada nos amenaza con querellas a los que cuenten lo que quiere ocultar. Una vergüenza que sume al país en la vergüenza, luego dicen que son patriotas, enarbolan la bandera rojigualda y hablan de la “marca España”. ¿A que se refería cuando dijo lo de que España no era Uganda? Uno ya tiene curiosidad por saber como hacen las cosas en Uganda.
Dicen que unos cogen sobres pero la situación política también es sobrecogedora, desastrosa como nunca desde hace treinta años. Las medidas tomadas por el gobierno a golpe de decretos están creando problemas para la mayoría de la población y creando en muchos casos situaciones insoportables y todo ello acompañado de chulería, de mentiras y de cinismo. Robar dinero público, esconderlo de Hacienda, nos daña a todos pero lo que de verdad ofende es el descaro de llamarnos tontos. La falta de una Presidencia del gobierno, la falta de liderazgo real y legitimado dando la cara ante la ciudadanía es tal, crea un vacío de poder tan vertiginoso, que no hay TVE transformada en NO-DO que pueda taparlo. Y cuando salta en un programa de otra cadena, “El gran debate”, la reacción del partido es amenazar al programa. Igual que hace Rajoy, nos ofrece el paripé de las auditorías y la amenaza de las querellas. ¿Pero hay alguien cuerdo ahí?
Este Gobierno es incapaz de lograr acuerdos, sólo puede remitirse a la mayoría absoluta que obtuvo en las elecciones, y carece de credibilidad ante las sociedades vasca y catalana que ya han puesto sobre la mesa la renegociación de su status. Tampoco es interlocutor para las fuerzas sociales ni para la gran mayoría de la población como indican todas las encuestas. El vacío de poder preocupa y encima el PSOE está encerrado en un bucle en la creencia de que lo que está pasando ya pasó más veces y que, al final, los electores son de su propiedad y acabarán volviendo con la cabeza baja a darle sus votos. Ese páramo arrasado que es la política tradicional y sus partidos quiere ser suplido con la prudencia, complicidad o servilismo de las cabeceras de prensa tradicionales pero eso sólo crea un nuevo problema, aumenta nuestra sensación de que todos nos mienten, de que todos los poderes están corruptos y de que se apoyan entre ellos como pueden para que no se venga abajo no sólo el Gobierno sino todo el edificio de la restauración de la democracia.
A eso debe de responder algo que fue publicado en esta web esta semana por Ignacio Escolar y que en un país con tradición de opinión pública vigilante no habría pasado de puntillas: el presidente de un grupo de comunicación de Madrid le pasa un “aviso” del Rey al presidente de otro grupo de Barcelona por pasarse de la raya. El rey sabe que este Gobierno no lo sostiene y que incluso, sumado a las graves meteduras de pata de la propia Casa Real, la situación puede arrastrar a la monarquía así que, igual que hace treinta años pero gastadas las fuerzas, se ve obligado a meterse en faena y echa mano de los otros poderes. Como hace treinta años pero esta vez cansados, hastiados, desengañados y, sobre todo, sin un plan a seguir.
La crisis económica gestionada a costa de los más débiles sumada a la crisis de los partidos que gestionaron estos treinta años más la crisis de la monarquía, el vacío de poder creado por un gobierno completamente infantil que nos toma por idiotas e incapaz de liderar esta situación..., está creando las condiciones para una tormenta perfecta. Hace treinta años la sociedad podía animarse con la perspectiva de dejar el franquismo atrás, la entrada en la Unión Europea y el crecimiento económico subsiguiente; ahora detrás tenemos escombros y por delante también. La corrupción que vemos es la placa radiográfica del fracaso español y, lo terrible, es que no se ven motivos para tener esperanza.
Precisamente por no haber horizonte el vértigo de la división y descomposición de un partido que ocupa el gobierno no debe alegrar. Más bien produce sobrecogimiento.