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Muerte al liberal

Santiago Abascal, en la Asamblea de Vox celebrada el 8 de marzo en Vistalegre

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La historia de España de los últimos 200 años ha sido la disputa entre el progreso y la regresión. Entre los liberales y los reaccionarios. Entre la luz y la oscuridad. Bajo ese prisma es fácil discernir cada día en el Congreso de los Diputados qué posición ocupa cada partido en la herencia de ese balanceo. En cada votación, en cada ley, en cada intervención, se expone una esencia sintetizada del contrapeso histórico de cada ideología, que al ampliar el espectro temporal, se evalúa en términos de ensanchamiento o retroceso de las libertades más que en términos de derecha o izquierda. Una división que ubica a cada partido y sus doctrinas en liberales o antiliberales.

La intervención de Íñigo Errejón en el debate sobre la eutanasia ponía el foco en esa diferenciación al mostrar de forma clara cómo el pensamiento de la derecha y la extrema derecha es antagónico al liberalismo por mucho que sus autodenominaciones económicas les sitúen en ese espacio político.

Santiago Abascal es la excrecencia contemporánea de la amalgama hispana surgida del pensamiento carlista del XIX, de los liberales doctrinarios –que tenían de liberales el nombre– y el nacional-catolicismo. Oportunistas herederos de la hematolatría franquista que Maruja Mallo acortaba como hemolatría para definir a aquellos que sentían adoración por la sangre, por la propia de sus linajes, y por la ajena derramada.

Vox es lo contrario al liberalismo, ese rara avis que en España en la derecha abunda de nombre pero está en ausencia de acción. Nunca puede ser liberal quien niega el derecho al aborto, a la eutanasia, al matrimonio homosexual y a cualquier ampliación de libertad que suponga extender el espacio de actuación individual de la propia vida. Álvaro Martín y Malena Contestí, que son liberales de verdad, de los que económicamente algunos combatimos pero entienden en términos sociales lo que significa la libertad individual, criticaban en un artículo la anteposición de la doctrina moral tradicionalista frente a la libertad de acción del individuo que es la línea fundamental del corpus ideológico de Vox. Y ese es el mayor hándicap que invalida el liberalismo cañí y que Esperanza Aguirre representaba mejor que nadie. Aquellos que entienden la libertad única y exclusivamente como un elemento de rebaja de impuestos a los que más tienen y como argumento retórico para anteponer su pensamiento tradicionalista a cualquier avance social y consolidar el electorado que añora el franquismo. Ese pensamiento que antes acaparaba el PP y que ahora es el núcleo fundamental del votante de extrema derecha.

Los herederos actuales del liberalismo de José María de Torrijos, 'La Pepa' y 'La Conspiración del Triángulo' en política están en la izquierda. Liberal en España es todo aquel que luchaba contra el absolutismo y buscaba la democratización, la fiscalidad justa y la igualdad. Los reaccionarios y los doctrinarios son aquellos que buscaban la regresión, el mantenimiento del statu quo y preservar intactos los privilegios de la burguesía, la aristocracia y la Iglesia. Es fácil identificar qué pensamiento político es en la actualidad legatario de cada corriente.

El pensamiento doctrinal de Vox es el emanado del decimonónico 'Muerte al liberal'. Una herencia demacrada del absolutismo y el carlismo que acabó recogiendo el sacerdote Félix Sardà y Salvany en su libelo 'El liberalismo es pecado' y que dio forma al integrismo español del que es máximo representante en la actualidad el líder de la formación verde: “El liberalismo es herejía… Ser liberal es más pecado que ser blasfemo, ladrón, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que prohibe la ley de Dios y castiga sume justicia infinita”.

El maquillaje liberal con el que se embadurna Abascal para contentar a los ricos a los que sirve no es más que el que Francisco Umbral ya atinó a limpiar hace tiempo: “El fascismo europeo de los treinta (y español) era el pariente loco y violento de la buena Derechona burguesa y alimentada. Los uniformes de antaño están en el armario y los viejos cuchillos de matar sindicalistas tiritando lorquianamente bajo la naftalina”. En la muerte un liberal se deja la vida porque cada individuo elija qué hacer con la suya, un liberal en Vox no es más que un fascista que no quiere pagar impuestos. Muerte al liberal o liberal hasta en la muerte.

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