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Con los pies en el suelo

La diversidad política de España. Europa Press. Eduardo Parra

Rosa María Artal

Va a ser una legislatura bronca e incomprensible para quienes sueñan con una apacible representación de los ciudadanos, que no se corresponde con la realidad. España es un país plural y ha habido demasiadas convulsiones y presiones y hasta corrimientos de tierras no previstos. Es algo más que la vida que se mueve, es un país con problemas. Lo importante será no sacar conclusiones equivocadas que llevan a pasos erróneos. La ultraderecha ha llegado a las instituciones, con nutrida representación y por la puerta grande que le han abierto los pactos anteriores con sus colegas de PP y Ciudadanos y multitud de medios por diferentes razones, primando las ideológicas y las crematísticas. Desde hoy, Vox ocupa una vicepresidencia en la Mesa del Congreso. Siendo un trago grueso, no es el único. Ante la imposible tarea de adivinar el futuro, lo esencial ahora es no engañarse, una afición extraordinariamente extendida ahora.

Escribió Calderón de la Barca que “todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entiende”. El tiempo ha ido cambiando algo esa percepción y se entiende hasta más de lo que hay. El gran autor del Siglo de Oro da en un punto y seguido la clave. Lo peor es despertar del sueño y ver una realidad que difiere de los “estados lisonjeros” en los que uno se ve. Uno de los primeros en aterrizar en el suelo ha sido Marcos de Quinto, el millonario autor del ERE en Coca-Cola que soñó ser ministro con Ciudadanos, se ha visto en una pelea a empujones con un diputado de Vox, por ocupar el escaño.

Otros aún flotan en sus ensueños. La tendencia a autoengañarse se dispara en estos tiempos cuando famosos de todo tipo viven en un escaparate en el que quieren mostrar sus mejores galas. Sueña Martínez Almeida que es un alcalde de los tiempos franquistas, con capacidad para reescribir la historia, tapar y encumbrar al gusto, envolver en la bandera española hasta el buey la mula del belén. Sueña que es el alcalde más ecologista del planeta y que todos se lo reconocerán así al ver las calles de Madrid llenas de tráfico y ostentosas luces.

Sueña Pablo Casado con ser el líder del centro-derecha español, mientras aúpa e incrusta en puntos de decisión del Estado a la ultraderecha, hija predilecta de su partido. Sueña Inés Arrimadas que tiene 70 u 80 diputados, que ya es la presidenta de Ciudadanos, de extremo centro, ultranacionalista española y lo que convenga. Con el mismo aplauso mediático, si no más, que el recibido por Albert Rivera, hoy abrasado por las urnas. Sueña que podrá engañar sin fin usando la realidad como moneda de cambio: Se mezcla, se agita y se sirve al consumo. Soñar por soñar, viejas glorias del PSOE también sueñan que son socialistas, Carmena que perdió el Ayuntamiento de Madrid “por ser demasiado innovadora” y el poder atrincherado en insolidarios privilegios que Unidas Podemos es de ultraizquierda.

Sueña Pedro Sánchez que esta vez sí podrá jugar un juego doble con los nacionalistas catalanes y con el propio asunto enquistado de Catalunya. Y Esquerra que estirando la cuerda resolverá sus problemas internos. En ambos casos, tratando de sortear un fiasco que lleve a otras elecciones. Pablo Iglesias sueña probablemente que habrá que estar en el gobierno, si lo hay, para afianzar algunas políticas de progreso, aunque será haciendo cesiones, circunstancia que será entendida o no.

Sueñan los empresarios, la jerarquía católica, los medios dominados por sus empresas conservadoras, con que no haya gobierno y que, si lo hay, se vaya al cuerno lo más pronto posible. Un tipo que preside una cadena de hoteles es el último en expresarlo así. Desean despiertos y dormidos, y trabajan por materializar sus sueños.

Y hay muchos más deseos y autoengaños. Tenemos a la venta otra piadosa autobiografía de un famoso político: Mariano Rajoy. Como su compañero José María Aznar, como José Bono y tantos otros, saca libro de memorias a su gusto para regalar en navidades con esas habituales historias de ficción plenas de interpretaciones benévolas y tantas lagunas que recogen a cientos las hemerotecas. Lo peor es que figuren en la listas de ensayos sobre la realidad. Con lo interesante y útil que sería el análisis sobre cómo la distorsionan, si son personalidades disociadas que se creen lo que sueñan, o van directamente a vender la moto. Es una duda que me inquieta últimamente cuando veo presumir de lo que carecen a un buen número de personas populares. Importa porque desde su posición tienen influencia sobre la sociedad.

A ver, todos elegimos la mejor fotografía para mostrar, en lugar de aquella en la que salimos con la boca hecha una mueca o los ojos cerrados: forman parte de la realidad pero optamos por la mejor cara. Lo de obviar episodios flagrantes de una trayectoria, perdonándose en el silencio, es otra cuestión. Es engañar a otros.

Creen periodistas que soñaron ser reporteros de guerra o enviados especiales en grandes hitos internacionales que han conseguido su objetivo al salir en pantalla y ser reconocidos en la calle, aunque se presten a vender infumables proclamas. O anuncios, directamente. Sueñan tantos en que todos lo hacen y no son tiempos de tirar, como piedras, ninguna crítica...

Los ciudadanos también sueñan. Con el legítimo deseo de conseguir sus objetivos. No reparan a veces en la relación directa entre sus elecciones y las consecuencias sobre sus proyectos. Y así terminan distorsionados también, creyendo que todo es negro o todo es blanco muchos de ellos, sin prestar atención a las tonalidades del gris.

La tendencia al autoengaño amenaza con ser una de las peores cargas de profundidad para la ciudadanía actual. Los estudios van demostrando que las fake news se engullen mejor que la realidad ya en muchos casos. “Las noticias falsas en redes sociales llegan a 100 veces más personas que las verdaderas, y duran mucho más tiempo”, confirman los datos. Influye que coincida con su percepción previa, con lo que “creen”. Y si una mentira se repite, les da sensación de consenso, de que todo el mundo piensa así.

Si creen que esta va a ser una legislatura limpia, con partidos responsables de centro-derecha, centro-izquierda y nacionalistas de ambas tendencias no pisan tierra firme. Si creen que ser español, español, es envolverse en una bandera y múltiples carencias, prueben a repensarlo a ver si así no nos llenan las instituciones de ultras con escaso cerebro. Si prestan oídos a quienes auguran una debacle histórica con un gobierno de progreso y suponen que les advierten por el bien de los ciudadanos, decididamente más que flotar en la irrealidad, levitan. Si imaginan que los sueños son realidad, se engañan, pero si saben soñar con los pies en el suelo serán conscientes también de que esos sueños pueden ser los únicos que estimulen la lucha por lograrlos.

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