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El 'sí es sí' de Feijóo a Abascal

El líder de Vox, Santiago Abascal (izqda.), y el dirigente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (dcha.)

Marco Schwartz

3 de julio de 2023 22:41 h

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Alberto Núñez Feijóo ha anunciado este lunes, en el Programa de Ana Rosa, la regla que guiará su negociación con Vox en el caso de necesitar su apoyo para formar gobierno tras las elecciones generales del 23J: “Mi límite para gobernar en solitario es tener más escaños que la izquierda. Donde necesitemos el sí de Vox, lo lógico es que Vox esté en el Gobierno; si no le tengo que pedir el sí, lo lógico es que no forme parte”.

Como es sabido, la norma previa, que requería a Vox para entrar en gobiernos autonómicos un porcentaje de votos en los comicios del 28M similar al que obtuvo en la Comunidad Valenciana, saltó por los aires en Extremadura, cuando los de Abascal exigieron entrar en el Ejecutivo pese a no superar el umbral fijado. Alegaron que el PP no había sido allí el partido más votado y que necesitaba por tanto el voto favorable, no la simple abstención, de Vox para la investidura. La líder del PP extremeño, María Guardiola, que rehusaba gobernar con quienes “niegan la violencia machista y deshumanizan a los inmigrantes”, recibió tal presión del aparato y la militancia de su partido que terminó diciendo a la extrema derecha algo así como “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. Y se comprometió a entregar una consejería a Vox, además de las concesiones que ya les había hecho en la Asamblea y el Senado.

La nueva regla ya no habla de porcentajes de votos, sino de lo que en verdad importa en la aritmética parlamentaria: los escaños. Y, si nos atenemos a las encuestas preelectorales que se han publicado en los últimos días, la pretensión de Feijóo de gobernar en solitario no tiene un claro recorrido. El escenario más previsible para el PP es que ganará en número de escaños, pero estos serán menos que la suma de los de sus rivales capitaneados por el PSOE, de modo que Feijóo necesitará del sí de Vox para sacar adelante su investidura. Y ya Abascal ha dejado claro que hará valer con creces ese apoyo, que pasará inexorablemente por la exigencia de entrar en el Ejecutivo. Con cuántas carteras y de qué relevancia sean dependerá en buena medida del peso específico de Vox en la coalición.

Pero supongamos que el PP obtiene más escaños que la suma del bloque rival. En ese caso, Feijóo no necesitaría del sí de Vox, ya que le bastaría con su abstención en la votación de investidura para poder gobernar en solitario. Resultaría inconcebible –aunque hemos visto tantas cosas extrañas en la política- que los de Abascal sumaran su voto a los del bloque ‘bolivariano y filoetarra’ y tumbaran la investidura del líder popular. Más creíble es que se abstendrían, pero intentarían poner un alto precio a esa abstención y al posterior apoyo parlamentario para sacar adelante iniciativas legislativas. Ya hemos visto en las negociaciones territoriales por dónde han ido los tiros en este tipo de pactos: allí donde el sí de Vox no es imprescindible para la investidura del PP se le entrega a la extrema derecha la presidencia del Parlamento, con el control sobre el trámite de la Mesa incluido, y se suscriben acuerdos en los que los populares se comprometen a asumir parte de los postulados de Vox.

En ambos escenarios, Feijóo podría soslayar a Vox solo si gana holgadamente, si Abascal no consigue unos resultados para tirar cohetes y si se produce una fractura en el bloque teóricamente adversario que le garantice al líder del PP un 'pack' de votos de investidura alternativo a los de Vox. Hoy por hoy, la conjunción de esos factores es improbable, aunque en esto de la política todo es posible.

Feijóo sabe que, si esto no sucede, el Gran Momento –el del posible anuncio de que gobernará con la extrema derecha- llegará. Que, salvo que el bloque de izquierdas pueda reeditar la actual coalición –hipótesis muy complicada por distintos motivos, pero no del todo descartable-, su fotografía junto a Abascal en las escalinatas de la Moncloa dará la vuelta al mundo y causará un punto de inflexión en la democracia española. Ante ese eventual escenario, el líder del PP, quizá por vértigo ante lo que se le viene encima, ha redoblado el relato de que el único culpable de que Vox haya entrado en gobiernos autonómicos y de que tal vez lo haga en el Ejecutivo central es el PSOE, por rehusar abstenerse en las investiduras donde el PP ha sido el partido más votado. Según esta narrativa, los socialistas no han correspondido la pretendida altura de miras que tuvo el PP al “regalarles” con sus votos los ayuntamientos de Barcelona y Vitoria. El tiempo no tardó en demostrar que estos apoyos no obedecían a un ‘sentido de Estado’, sino que eran una coartada para intentar justificar sus pactos posteriores con la extrema derecha, atribuyéndolos a la “deslealtad” del PSOE.

Feijóo ha encontrado un aliado circunstancial en el expresidente socialista Felipe González, que en un artículo ha propuesto que se permita gobernar a la lista más votada tras el 23J si no hay “otra opción”. Su planteamiento ha sido aplaudido, como viene siendo usual, desde la derecha y desde sectores del progresismo nostálgicos de un pasado idílico de consensos y concordia que en realidad nunca existió. Ni siquiera puede hablarse con rigor de consenso en la Transición, ya que, en buena medida, fue un trágala con ruido de sables al fondo. No hay más que recordar cómo el PSOE y Alianza Popular despedazaron al CDS de Suárez, cómo el ‘sindicato del crimen’ estuvo dispuesto a desbordar la Constitución para tumbar a Felipe, cómo Alfonso Guerra insultaba a sus adversarios, cómo arremetió con brutalidad la derecha contra Zapatero –“bobo solemne”, lo llamó Rajoy en sede parlamentaria- o cómo el PP, en un hecho sin precedentes, ha declarado ilegítimo al Gobierno de Sánchez.

La solución no pasa por recuperar el bipartidismo, pues España está ya en otra fase política. La solución pasa por tejer libremente alianzas entre quienes respetan la democracia y los valores que han permitido construir el proyecto europeo tal como lo conocemos hoy. Feijóo ha decidido que Vox forma parte de ese club y ya tiene todo previsto para dar su sí al sí de Abascal. Y la responsabilidad será solo suya, no del PSOE, porque en sus manos está plantarse y decir ese ‘no’ categórico ante lo inaceptable que Hanna Arendt consagraba como expresión suprema de la libertad.

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