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La traición a Irene Montero

La ministra de Igualdad, Irene Montero, en una imagen de archivo

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Una estrategia inteligente identifica quién es la figura de la que el adversario no puede prescindir para sobrevivir a no ser que se sea tan fuerte como para ganar la guerra por aplastamiento. Es sencillo comprender la resistencia del atacado, porque su defensa será tan feroz que estará dispuesto a morir matando. Para Podemos es vital la supervivencia de Irene Montero, es el único capital político que le queda en activo con capacidad para movilizar a su electorado. Por eso es un error intentar derrocar a la reina del castillo cuando se necesita a su espacio para gobernar en la próxima legislatura. Irene Montero no es como Ione Belarra, a la que pueden rendir para continuar con el proyecto, Irene Montero es la pieza que caída en el tablero acaba la partida. La clave de bóveda que soporta el futuro del partido.

Todos se necesitan. Podemos a Yolanda Díaz, Yolanda Díaz a Irene Montero, Irene Montero a Pedro Sánchez y Pedro Sánchez a Podemos. De esa colaboración saldrá un gobierno de progreso. De desgastar a quienes se necesitan en buena forma para intentar amortizarlo y ganar su electorado solo saldrán beneficiados Feijóo y Abascal. La izquierda institucional ahora es un conglomerado de diferentes partidos que comparten la misma sangre, las heridas que afectan a la salud de un partido acaban afectando al resto del espacio por empatía. Son como un ente vivo integral que necesita de la salud de sus compañeros de viaje para llegar a destino.

El PSOE tendría que haber sido mucho más generoso y dejar una salida decorosa a la ministra de Igualdad para garantizar la estabilidad del Gobierno de coalición. No se puede abandonar a Irene Montero a su suerte y dejar que muera despedazada por la reacción a una ley feminista y colegiada esperando sembrar algo beneficioso usando sus cenizas como abono. El PSOE ha sido injusto con Irene Montero dejando que el odio sembrado, también entre sus filas por disputas y debates feministas, fuera dirigido en exclusiva a una ministra de su propio Ejecutivo sin haber salido a defenderla a ella y a la ley como si les fuera la vida en ello. Porque la ley es tan del PSOE como de Montero. 

El PSOE defendió, construyó y apoyó esta ley que es tan suya como del Ministerio de Igualdad hasta que la polémica estalló. Los cálculos electorales hicieron que el PSOE dejara que el desgaste lo capitalizara Irene Montero creyendo que no llegaría hasta sus huestes, hasta que la polémica se desbordó, empezó a afectar a todo el Gobierno y llegó a manchar el liderazgo de Pedro Sánchez. Entonces sí actuó, encargando a Justicia que tapara la vía de agua sin contar con Irene Montero, que había sufrido de manera individualizada el desgaste que tocaba de manera compartida a todo el Gobierno. Una traición interna que es comprensible que duela.

Irene Montero se equivocó, Podemos se equivocó quizás empujado por la incapacidad para marcar su agenda al margen de los mandatos mediáticos del órgano de partido, pero cuando en un equipo uno de sus componentes se equivoca, el colectivo tiene que acudir en su ayuda para tapar la sangría. Abandonar a Irene Montero ha sido una estrategia nefasta, no porque no haya logrado el objetivo de desgastar su credibilidad, que lo ha hecho, sino porque ese desgaste no lo ha sufrido únicamente ella, sino todo el Ejecutivo, que solo podrá revalidar su victoria electoral con todos los miembros si rema en la misma dirección y deja de darse de palos con los remos.

Pedro Sánchez ha vuelto a cometer el error de abandonar a su suerte a quien está a su lado. Lo hizo en la limpia que realizó a mitad de legislatura sustituyendo a varios ministros y cargos del PSOE que le habían sido fieles cuando todos lo abandonaron. Los partisanos no abandonan a los enfermos en la batalla. Irene Montero no merecía este trato por parte de sus compañeros de coalición. Su labor legislativa en el Gobierno se había centrado en sacar adelante leyes dejando de lado las disputas internas públicas y centrándose en las mejoras de las condiciones materiales de las mujeres y de los colectivos más vulnerables. Su trabajo en este Ejecutivo no merece el trato dispensado por quienes tendrían que haberla apoyado, un grave error de comunicación no puede empañar ese legado. No es justo que eso ocurra.

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