Esto va de nuestras vidas
Llegamos al final de este interminable periodo electoral, exhaustos. Hemos recorrido años de continua campaña hasta este tramo desde las generales a hoy. Particularmente, desde que el centro izquierda osó derribar a la derecha de Rajoy por una más que justificada moción de censura basada en la corrupción del PP. Nos vemos a término de trayecto, a principio de trayecto. De otro que, con seguridad, viene ya marcado por nuevos intentos de la ya muy escorada triple derecha por cuestionar el poder adquirido en las urnas y tumbarlo con marrullerías. Es algo así como la mítica película del francés Jean-Luc Godard, con vividores a ras de suelo y altruistas con ideales por alcanzar, sinvergüenzas e ingenuos, amores y muertes, que acaba Sin aliento (À bout de souffle) como dice su título original. Así estamos los españoles.
Se habla mucho ahora de las historias. Es lo que atrapa la atención. Nada une más, ni las banderas, que una buena historia. La nuestra se ha poblado de seres como los de À bout de souffle que vienen a ser los de la mayoría de las historias. No son ficción, nunca lo son. Tampoco sus tramas y sus objetivos. No cabe mayor realidad que la vida de toda una sociedad. Las elecciones nos convocan a elegir quiénes se van a ocupar de tan importante cometido. Y, comprobamos, sin aliento, que la política española se nos ha llenado de grotescos mequetrefes que pueden gobernar. Indigeribles mamarrachos, guiados por claros intereses. En todo un entramado que hace política también desde la propaganda disfrazada de información. Y da la sensación que a veces desde la judicatura.
Por supuesto que hay políticos altruistas imbuidos de espíritu de servicio a la sociedad, se les nota. Y periodistas y medios rigurosos, gracias a eso se desmantelan algunos montajes. Pero sí es cierto que nos hallamos en la última etapa de una larga carrera con demasiados accidentes que exceden el ámbito de la lucha legítima y limpia por el poder. Y que dependerá de la ciudadanía el rumbo que tomen los acontecimientos. También desde el ineludible, preferible, voto en las municipales, autonómicas y europeas. Todas ellas con sus circuitos de poder y gestión decisivos.
En octubre de 2018, ya alarmaba la necedad de los nuevos líderes de la derecha. Se había alumbrado un preocupante modelo de político: un ser desinhibido, cínico, mentiroso compulsivo, irresponsable, con escasas luces, profundamente inculto y conservador hasta las médula, comenté en un artículo. Y solo era el principio. De aquel Pablo Casado que celebraba la Hispanidad como el hito más importante de la humanidad, solo comparable a la romanización, hemos desembocado en candidatos como Díaz Ayuso, Martínez Almeida, Álvarez de Toledo.
Del Rivera que llamaba “podemización” al Estado del Bienestar simple y puro, a él mismo insultando a los vascos que no le veneran, en sus propios pueblos. Y sembrando candidatos de susto. Esa concejala que, en la serie de cartelitos para la cámara, saca una foto de Lenin torcido y habla que dan ganas de meterse debajo de una mesa. O ese alto cargo de Coca Cola, muñidor del ERE, Marcos de Quinto, que millonario él y pagando impuestos fuera, se va a la puerta del Sol de Madrid a acusar a los manteros. A los vendedores del top manta. En serio.
Vox llegaba en octubre –amplificado por decenas de cámaras y altavoces- con el brindis de los Tercios de Flandes: “Que el traidor a España no encuentre perdón”, según contaba muy emocionado El Español de Pedro J. Ramírez. Ahora ya tiene 24 escaños en el Congreso y ha hecho bulo sus malsanas obsesiones con las feministas feas, la zoofilia o la homosexualidad. Sus testas más preeminentes difunden que se enseñan en los colegios. El objetivo es lograr titulares. Lo aconsejan sus propios manuales.
En Septiembre de 2016 el mapa europeo de la extrema derecha dejaba fuera a España debido a su “ínfimo peso” en nuestro país. El lunes ya podemos empezar a estudiar y resolver que pasó en estos menos de tres años. Partiendo de los movimientos de la internacional fascista, sin duda, y el descomunal apoyo mediático que han recibido. Cómo se infló a conciencia esta anomalía democrática.
En la izquierda o centro izquierda, al margen de movimientos magdalenienses, las cosas han estado más calmadas. Los que dan juego mediático –audiencia, dinero- son esa tropa de esperpentos, máquinas de mentir, crispar y sembrar odio de la derecha. Los debates, sin tiempo para exponer y confrontar la mínima idea, se han basado en los zascas de las tertulias y el ridículo risible de los más descaminados. ¿Cómo es posible que hayan presentado a esos candidatos? Nos preguntamos. Porque la gente se sienta a verlos como en un espectáculo y lo comenta como el chascarrillo del día. Las tertulias han formateado la política y la sociedad, a la parte susceptible a esa influencia. La que luego se desparrama en bulos por WhatsApp.
La cruzada de la derecha contra el gobierno y la mayoría progresista de las Cortes se ha centrado desde la formación del Congreso el martes en la inhabilitación como parlamentarios de los presos independentistas catalanes encarcelados. Tras un juego de ping pong entre el Tribunal Supremo y la presidencia del Congreso, la Mesa -visto el informe de los letrados, no basado en el reglamento- , se ha decantado por suspender como diputados a Junqueras, Sánchez, Rull y Turull. Con el rechazo, únicamente, de Unidas Podemos.
De nada han servido los argumentos. “No cabe la suspensión pretendida, al menos no hasta el dictado de la sentencia condenatoria”, escribía el abogado Gonzalo Boye. “El Supremo no puede transferir su responsabilidad a nadie. También así se atenta contra la división de poderes”, decía el catedrático Javier Pérez Royo. Se han saltado el suplicatorio y la votación en el Pleno. Y les retiran a ellos y a sus decenas de miles de votantes sus derechos políticos. Sin juicio. Y con la turbia sensación que emana de lo que está sucediendo. Será muy difícil explicarlo en Europa donde ni siquiera han considerado delito lo que mantiene en prisión a estos diputados. Esto forma parte de esta carrera de obstáculos que nos llevan a este final… sin aliento.
La derecha apretaba fuerte, con amenazas continuas hasta de derribar y llevar a los tribunales a la recién nombrada presidenta del Congreso Meritxell Batet. Es un arma que se juega a fondo desde el populismo conservador y ultranacionalista de Ciudadanos y Partido Popular. Pero la masa se enardece con el tema como en el Circo Romano, al punto que Catalunya es punto clave de los debates para las elecciones europeas o de las municipales en pueblos de la otra punta del país. Lo peor es que ceder solo es la antesala de ceder más.
Quedan muchos escollos por pasar, mucha basura que limpiar. Asquea ver de continuo muestras de la España sucia e impune que soborna a sus dirigentes sanitarios en algunos hospitales especialmente proclives según ha declarado la propia multinacional alemana que los corrompió. Saber que la Iglesia gasta sin control fiscal más de la mitad de los mil millones de su presupuesto por sus acuerdos con el Estado. La defensa del impago de impuestos, a compensar con la caridad de los señoritos que de antiguo esquilman a todos los 'Paco el bajo' que se presten.
La sociedad española estuvo a la altura de las circunstancias hace un mes en las generales. Consciente del peligro que nos acechaba salió a votar y, de entrada, frenó a la ultraderecha. Puso al PP de la corrupción y los despropósitos en el lugar que le iba correspondiendo, con el mayor varapalo de su historia. La mitad de diputados, casi dos tercios menos de senadores. Y el Ciudadanos de la crispación y los montapollos no recogió la caída de sus correligionarios. Esperemos que la sociedad no se relaje en la nueva cita electoral. La última por un tiempo, es de esperar, aunque la bronca continúe.
Sin aliento, À bout de souffle, los esperpentos, los vividores, los soñadores, los comprometidos con la verdad y con el servicio al bien común. Hay que elegir. Lo que está en juego no es una historia para entretener al personal ni llenar bolsillos equis. No iremos al circo con las paridas de los esperpentos políticos. Esto va de nuestras vidas. A veces lo olvidamos.