La verdad de las víctimas del terrorismo
El gobierno francés ha entregado al gobierno español 8.000 documentos y materiales que fueron incautados a la banda terrorista ETA en suelo francés.
Además del evidente sentido simbólico que tiene esta entrega, que se produce justo siete años después de que ETA dejara de asesinar, el material podría servir para esclarecer alguno de los crímenes de la banda aún no resueltos. Alguna contabilidad cifra nada menos que en 310 los crímenes cometidos por la banda que quedan aún pendientes de esclarecer. Recordemos que en cincuenta años de historia criminal ETA asesinó a casi 900 personas, provocó más de 3.000 heridos y secuestró a 86 personas. Toda una industria criminal felizmente derrotada.
Francia no colaboró desde el primer momento con España en la lucha contra el terrorismo. Entendían los gobiernos franceses que aquello era un problema que ocurría en otro país, que a ellos no les incumbía y que era la propia España la que debía arreglarlo. Francia un estado fuertemente centralista, jacobino, con una escuela pública y un idioma, orgullos del país, que actuaban como aglutinadores de los franceses y elementos identificadores del Estado. Un país en el que las distintas regiones son calificadas de departamentos con denominaciones geográficas, Pirineos Atlánticos, por ejemplo. Un país en el que la derecha y la izquierda compartían el orgullo francés, la bandera y el himno. El terrorismo corso era quizás el único lunar, insular, en aquel cuadro homogéneo. Ese país centralista no parecía haberse enterado de que en Euskadi había un Estatuto de Autonomía que otorgaba amplios poderes al Gobierno vasco, además del régimen fiscal vasco, un privilegio en comparación con otras comunidades y algo impensable en Francia.
La banda terrorista ETA utilizó el suelo francés como infraestructura para cobrar, con total impunidad al principio, las extorsiones a los ciudadanos vascos, que viajaban con cita previa ‘al otro lado’ a negociar las cantidades que la banda les había reclamado. Un mecanismo que funcionó durante años gracias a un engranaje engrasado por el miedo que aventaban los crímenes. El suroeste francés era considerado ‘el santuario’ de ETA, el lugar donde algunos de los grupos que luego asesinaban en España tenían su escondite, donde se guardaban explosivos, armas y documentos de la propia banda. Material que a veces estaba sellado en zulos o en las viviendas de los propios dirigentes.
Bien, tuvieron que producirse muchos asesinatos, algunos atentados, como el de Irene Villa y su madre, con imágenes especialmente cruentas para que Francia cambiara de actitud y empezara a colaborar de manera activa en la lucha contra ETA. Las gestiones de los primeros gobiernos socialistas españoles influyeron también en ese cambio de postura.
Visto ahora puede parecer delirante, pero después de que el gobierno francés decidiera entregar terroristas a España, la banda se dedicó a actuar contra productos e intereses franceses. Así, lo mismo ponían seis bombas, en seis ocasiones distintas, a un concesionario de Peugeot en la calle Prim, en el centro de San Sebastián, que ponían una bomba en un concesionario de Renault en Zarautz, que dejaba ciega y sin manos a una mujer, que les daba por quemar coches con matricula francesa, o pedir el boicot para una marca de pacharán por ser su propietario francés. Los franceses huyeron de San Sebastián y Hondarribia. Ahora han vuelto en masa y llenan los bares de pintxos.
La operación policial determinante, con la que se inicia el declive de la banda se produce en Francia, en Bidart, el 29 de marzo de 1992 , con la caída de la cúpula de la banda, el colectivo Artapalo. Golpe tremendo que determinó la historia posterior y en pendiente de la banda criminal.
En Francia se han desarticulado las sucesivas direcciones de ETA, especialmente relevante fue la detención de Mikel Antza, con todos los papeles habidos y por haber, que tanta información facilitó a la policía para posteriores detenciones.
Hubo un policía francés especialmente beligerante contra ETA, Joël Cathalá, que trabajaba coordinado por la policía española. La jueza Laurence Levert jugó también un papel determinante, como la jueza Hélène Davo, las dos condecoradas ahora por el gobierno de España.
Este lunes se celebró en La Moncloa el acto simbólico de la entrega de los documentos, un acto de reconocimiento a las víctimas del terrorismo, que asistieron en su mayoría, un acto que contribuye a la narrativa de la verdad de cincuenta años de terrorismo.
No asistieron ni José María Aznar ni Mariano Rajoy, sí lo hicieron Felipe González y José Luís Rodríguez Zapatero. Tampoco fueron la presidenta del Congreso, Ana Pastor, ni el presidente del Senado, Pío García Escudero. No entiendo estas ausencias, incomprensibles por los cargos que tuvieron y tienen y porque el PP ha sido, junto con el PSOE, el partido más golpeado por el terrorismo, hoy felizmente derrotado.