Había una vez (un circo)
El cuento se alarga. La politiquería del palo y la bandera no llega a su fin. Hace tiempo que los que manejan este cotarro pilotan con afán electoralista. Están pensando en eso. En sacarle el máximo partido en unas próximas elecciones. En salvar su culo y asegurarse el mejor puesto. En mitad queda tanta gente que mira el árbol del independentismo, mientras arde el bosque de la corrupción y la precariedad.
El tacticismo, el postureo y la teatralización se adueñan de la política. El pueblo no tiene ni pajolera idea del punto en el que nos encontramos, pero de eso se trata. Mientras nos aclaran si hay o no declaración de independencia, el circo sigue y pasarán unas cuantas semanas más pendientes de semejante pavoneo. Con tanto personal de a pie encabronado, pensando en que se rompe España y en que nos va la vida en ello.
Con los debidos respetos al sentimiento catalanista y español, a mucha gente de bien que sale a la calle con la idea de defender lo que es suyo, insisto en que estamos en manos de un superávit de política trilera. Son muchos años de saber que estaba por solventar el asunto catalán. De lamentos, de fobias, de quitar pero dar más por debajo de la mesa, de sembrar cizaña, de querer enfrentarnos a unos con otros.
Sigue habiendo millones de catalanes que quieren la independencia. Sigue habiendo una cuestión política por resolver. Continúa habiendo una operación de dirigentes catalanes que mienten y dicen medias verdades. Que prometen lo que no cumplen, que se pasan por el forro el Parlament, que gobiernan para unos, olvidando que debe ser para todos. Que han quedado en evidencia.
Enfrente está Rajoy, que se agarra a la bandera como a un clavo ardiendo. Mariano ha de ser para el imaginario público como “La libertad guiando al pueblo”. Él y los suyos saben que siempre será mejor que los juzguen como garantes de la unidad de España, que como combatientes de la lucha contra la corrupción o la precariedad. Si un día las fuerzas del orden público han de dar con mano dura para contentar a determinados parroquianos, así se hará. Si en otra toca poner el rictus de estadista moderado, tanto monta, monta tanto. Lo que se tercie.
Hacía tiempo que no veía a tanta gente entregada a la causa. Ni cuando las subidas de impuestos, los millones en Suiza o los recortes en sanidad. Hay un pueblo que está a tope. Como una moto. A Mariano le viene de perlas que Puigdemont y los suyos le sigan en esta carrera y esperará el momento preciso para que se estrellen. Con la grada enfervorizada, me preocupa quién acabará pagando este campeonato.