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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

Sociólogos, economistas y opinión pública

Alberto Penadés

En esta entrada voy a meterme un poco en serio con un artículo aparecido en Nada es Gratis, un blog estupendo, escrito por Manuel Bagues, un economista muy bueno. Creo que el artículo está muy seriamente equivocado y que orienta mal al público sobre algo que conozco aceptablemente bien, las encuestas del CIS. Lo voy a hacer para llamar la atención sobre el diálogo entre economistas y no economistas (además de sobre el deseo transparente de este blog de ser parte del mismo), pero la discusión del artículo tiene valor para los interesados en encuestas, que pueden ir a ello directamente. Voy a comenzar por la declaración de principios.

No me parece bien, de hecho aguanto mal, la queja que tanto se repite de los economistas –de los autores de Nada es Gratis más que de otros, porque se meten más en arena- de que hablan “sin conocer lo básico de ciencia política” (o de x). Como si no hubiera legiones de sociólogos y politólogos repartiendo sus opiniones sobre economía a diestro y siniestro sin conocer “lo básico” de la teoría económica o, lo que puede ser más dañino, conociendo apenas lo básico.

En los medios de comunicación, y supongo que en sus casas, hay economistas hablando de encuestas, de calidad del gobierno, de la clase política, de sistemas electorales… por mencionar solo algunos de los temas que nos gustan en Piedras de Papel. Y es verdad que, de vez en cuando, patinan, y los demás parece que lo pasamos pipa viendo cómo se deslizan, dado el inferiority complex que tenemos muchos científicos sociales; o el superiority complex de muchos economistas, si se prefiere. Pero oigan, es que hay que escuchar a un sociólogo hablar del Euro, del potencial de las exportaciones o de la devaluación fiscal sin conocer, tal vez, los componentes de la contabilidad nacional. Y digo sociólogo como digo politólogo o digo dentista. Es, cuando menos, cachondo el tuteo hacia los economistas que luego nos gastamos si se cuelan. Ahí estamos los demás para afearles el creerse que pueden hablar sin saberse bien el temario. Lo decimos sin vacilar. Ríanse de los experimentos en disonancia cognitiva.

Creo que el intrusismo de los economistas en asuntos que los sociólogos y científicos políticos reclaman como su terreno de trabajo es algo provechoso y divertido. Si se quiere ir a razones profundas, creo que las ciencias sociales son una ciencia con muchas especialidades y niveles de análisis, no ciencias distintas. Si se quiere ir a razones más accidentales, pienso que a los economistas se les ocurren, a veces, buenas ideas teóricas, y soluciones empíricas, para muchas cuestiones en las que otros, a menudo, se enredan con poco rigor. Con perdón. En este blog alguna vez ya hemos intentado matizar o corregir ciertos puntos de vista de “economistas” sobre nuestro negociado habitual, no sé si habrá servido de algo, pero creo que estamos dispuestos a escuchar y a seguir discutiendo (véase, por ejemplo aquí sobre sistemas electorales, aquí sobre políticos...).

Dicho lo anterior, repito que Manuel Bagues, cuyo texto quiero poner a escurrir con toda cordialidad, me parece un economista de mucho respeto, de los que hacen trabajo “intrusista”, sobre asuntos que nos interesan a muchos sociólogos y politólogos, y que hay que leer sin excusa. Y ahora, vamos a lo que toca: el desliz.

Se pregunta Bagues si no estará trasteando malamente el CIS con el procedimiento de estimación de la intención de voto en los barómetros que publica, pues, afirma, “no existen precedentes en nuestra historia reciente de una diferencia de tal magnitud entre la imagen que ofrecen las cifras de intención de voto y las estimaciones que realiza el CIS”. Para mostrarlo, hace un gráfico con la ratio entre la intención de voto proyectada por el CIS para la suma del PP y el PSOE y la respuesta espontánea a la pregunta por la intención de voto. Este enfoque tiene varios problemas, uno creo que es serio: el porcentaje de voto “estimado”, en el numerador, está calculado sobre votos emitidos, y el porcentaje de voto “directo”, la respuesta espontánea, en el denominador, tiene como base el total del censo. No son porcentajes comparables. Puesto que lo que ha menguado mucho es la intención declarada de ir a votar, como el propio Bagues sabe y en este blog hemos repetido muchas veces, el numerador ha aumentado muy deprisa, de forma artificial, sin que necesariamente haya cambiado algo en el método de proyección del CIS.

Si el CIS estimara primeramente la participación y, de forma separada, la intención de voto, como tal vez sería razonable, y tal vez Bagues suponga, entonces el error solo sería de escala, pero el problema estaría bien cazado. Esto lo muestra la comparación de la serie de Bagues con la serie corregida, en la que la ratio se refiera a proporciones calculadas sobre la misma base, el conjunto de votantes, estimado para esta ocasión como el 65% del censo.

Gráfico 1. Ratio de NeG y ratio de predicción/encuesta para la suma del PP y el PSOE sobre la base de una participación fija en 65%.

Sin embargo, el salto que se aprecia es, en buena medida, un artefacto de la caída en la intención de ir a votar que registra la encuesta, a la vez que se mantiene constante la predicción de participación. No tenemos razones para suponer que el CIS estime de forma constante la participación en todas las elecciones, esto es, con independencia del resultado de cada encuesta, sea como el 65% o cualquier otro porcentaje. Si usamos como base el censo y no los votantes, con lo que suponemos que la estimación del nivel de participación es endógena, como es razonable sospechar que sucede en el CIS, entonces el salto desaparece casi por completo. Me he permitido nombrar las series buena y mala con los nombres de nuestros blogs.

Gráfico 2. Ratio de NeG y ratio predicción/encuesta para la suma del PP y el PSOE calculada sobre la base del censo

¿Ha cambiado el método de estimación del CIS? Creo que tiene razón Bagues al criticar la opacidad y potencial arbitrariedad con la que se hacen las proyecciones de voto en el CIS: el método puede cambiarse sin dar explicaciones, pues su secreto es privilegio de cargos de confianza política. Lo raro, y esto habla bien de la institución, es que no se pasen más cosas. Sin embargo, Bagues parece creer que el método de proyección es un modelo de serie temporal, pues dice que “el CIS no dispone de elecciones recientes que le hayan permitido recalibrar el modelo estadístico”, cuando a él le parece que el CIS ha hecho tal recalibración. Este error, si lo interpreto bien, creo que es común entre algunos economistas.

Para explicar el leve ascenso en la ratio entre el voto predicho y el voto hallado hay que entender que lo que se calibran son observaciones individuales, cada entrevista, no el dato agregado cada trimestre. La variable que más impacto tiene en la calibración (cuando no es la única que se usa) es el “recuerdo de voto” del individuo. El gráfico 3 separa la ratio del gráfico 2 en los dos partidos para cuya suma se calculaba, el PP y el PSOE.

Gráfico3. Detalle de la ratio predicción/encuesta, sobre la base del censo, para PP y PSOE separadamente

Como bien se ve, lo que más ha subido últimamente es la ponderación al alza del PP, que se encuentra por encima de sus máximos históricos, que el CIS estimó como ponderaciones correctas después de la victoria de Zapatero, cuando más se ocultaba el voto popular. El PSOE normalmente viene ponderado “a la baja” (por debajo de la unidad) pues, más que ocultar el voto, a los votantes socialistas se les suele calentar la boca, sobre todo cuando gobierna su partido. Una excepción notable fue la encuesta inmediatamente posterior a la primera victoria por mayoría absoluta del PP, cuando hubo que ponerles un multiplicador muy alto para que no menguaran más allá del realismo. Hoy en día, sorprende que el CIS no les dé un poquito más de impulso.

Así pues, el cambio en los pesos puede explicarse mediante el cambio en el recuerdo de voto que se revela en la encuesta, no hace falta que se produzcan nuevos datos ajenos a ella. Si bien a comienzos de la legislatura había cierto sobre-recuerdo de voto al PP, ahora éste tiende a desdibujarse (o los votantes del PP tienden a colaborar menos con las encuestas). La receta más simple en la cocina de las encuestas es “voto más simpatía ponderado por recuerdo de voto”. Es decir, consiste en asignar a los indecisos con más clara simpatía partidista como votantes probables y ponderar la muestra para ajustar (con más o menos precisión) el recuerdo de voto con respecto al resultado pasado. El último gráfico muestra cómo ha evolucionado en esta legislatura la distancia, medida como ratio, entre el “voto más simpatía” y el “voto estimado” del CIS, y la ratio entre el “voto recordado total” y el “voto real”. Encaja bastante, puede que estén siguiendo la receta básica.

Gráfico 4. Comparación entre la elevación posible mediante ponderación del recuerdo de voto y la efectiva durante la presente legislatura

Este método puede ser discutible, puede llevar al CIS a equivocarse, pero es lo menos chocante, lo más habitual, que puede hacerse con una encuesta. Desnudar al CIS no consistiría en este caso en señalar que está metiendo novedades de matute, sino, si acaso, reprocharle que siga haciendo lo de siempre, con lo que están cambiando las encuestas. Pero la aversión al riesgo a todos nos vuelve prudentes. No hay caso.

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