Las guerras culturales y la Navidad como arma para excomulgar al rival
En 2005, John Gibson, presentador de una cadena de radio conservadora, descubrió una mina con un libro que denunciaba la maldad intrínseca de los demócratas en Estados Unidos. Había “una guerra contra la Navidad”, una conspiración progresista para que desapareciera esa fiesta cristiana. El libro tuvo un gran éxito gracias al apoyo y cobertura que le dio en Fox News un personaje mucho más influyente, Bill O'Reilly. El subtítulo incluía todo lo que necesitabas saber: “Cómo una conspiración progresista para prohibir la sagrada fiesta cristiana es peor de lo que pensabas”. En las guerras culturales, no sales de la trinchera con el arma en la mano con intención de ser sutil.
En la tradición de reciclar las polémicas más enconadas y estúpidas que llegan de EEUU, hemos tenido estos días una reedición española de esa pelea bastante artificial. Fue Alberto Núñez Feijóo quien dio al público asistente lo que esperaba en la cena de Navidad del PP madrileño. Cualquier cosa que simbolizara la maldad natural de la izquierda servía: “Si uno es católico, ¿por qué tiene que pedir perdón por serlo? Vienen nuevos y buenos tiempos para la gente honesta. No os voy a decir felices fiestas. Os voy a decir: feliz Navidad”.
Nadie ha visto a ningún católico pedir perdón en España y no hay nada mejor que inventarse una situación irreal (en este caso, que los católicos sean atacados por serlo). Y luego, la coda supuestamente antilaica. Nada de “felices fiestas”, que es cosa de rojos que quieren prohibir o ignorar la fiesta, como decía el libro de Gibson. En la línea de la conocida frase, la historia se repetía como farsa.
Ni siquiera la resurrección de la polémica es nueva. En 2020, Pablo Casado escuchó a Pedro Sánchez en el Congreso hablar de “las fiestas del afecto”, por las vacaciones navideñas, y creyó que era necesario enarbolar la bandera cristiana profanada: “¿Tanto le cuesta felicitar la Navidad, que es el nacimiento de Jesús? ¿En un país cristiano, en una civilización occidental?”.
El elemento de ficción también estaba presente en EEUU. La Navidad no había desaparecido del discurso público ni mucho menos de la esfera comercial y de consumo de las fiestas. Siempre ha sido un reclamo perfecto para la compra de cantidades notables de comida y regalos. Supermercados y grandes almacenes lo saben muy bien. Pero si uno busca lo suficiente, siempre puede encontrar algún impío que merezca ser castigado.
Bill O'Reilly se ocupó de buscar empresas del sector de servicios que empleaban la expresión 'Felices fiestas' y convocaba a sus partidarios para que aplicaran la presión correspondiente. En realidad, la palabra 'Navidad' era omnipresente en los catálogos y páginas web de esas compañías.
Por otro lado, 'Felices fiestas' no era una invención reciente ni procedía de los revolucionarios años sesenta. Se ha utilizado desde hace mucho más de un siglo en EEUU, como lo demuestran anuncios y artículos aparecidos en periódicos, y es posible encontrar su uso en una fecha tan lejana como 1863.
Para confirmar el artificio del escándalo en su vertiente española, es fácil encontrar a dirigentes del PP felicitando las fiestas en años anteriores sin ningún problema y sin creer que estaban traicionando al Niño Jesús.
En el fondo de la polémica, muy al fondo, puede haber un intento de que no desaparezcan los valores religiosos en sociedades occidentales en las que las jerarquías católicas o protestantes perdieron hace tiempo el monopolio de establecer lo que es moral o inmoral. Luego llega la actualidad y te hace una enmienda a la totalidad.
La crisis de Badalona fue un ejemplo evidente de que no hay tal defensa de los valores cristianos, sino que solo es un truco para atacar a los presuntos ateos o agnósticos. El desalojo de un instituto abandonado en el que vivían 400 personas, inmigrantes pobres, obligaba a las administraciones implicadas a ofrecerles una alternativa para que no tuvieran que dormir en la calle en invierno. La jueza que autorizó el desalojo solicitado por el Ayuntamiento le obligaba a “prestar atención social” a los ocupantes.
No era esa la intención del alcalde Xavier García Albiol. Optó por la chulería y exigió que Sánchez les buscara una casa (las competencias en servicios sociales son de los gobiernos autonómicos y los ayuntamientos). Muchos de los afectados acabaron pernoctando debajo de un puente y lugares similares. Cuando Cruz Roja se preparó para acoger a algunos de los migrantes en una parroquia del barrio de Sant Crist, una manifestación de vecinos apoyada por Albiol lo impidió.
Ninguna voz relevante se ha alzado en el PP para cuestionar al alcalde, que obtuvo el 55,7% de los votos y 18 de los 27 concejales en las elecciones de 2023. Más bien al contrario. Feijóo lo certificó el lunes: “No es ninguna solución el incumplimiento sistemático de la ley ni la okupación. Lo que ha hecho el alcalde de Badalona es exigir que se cumpla la ley en su municipio”. Sobre dejar a la intemperie a centenares de personas (153 han sido realojados, según dijo el lunes la Generalitat), no dijo nada.
Un centenar de párrocos y entidades religiosas reprochó a Albiol su actuación con un comunicado. Denunciaron que se había abandonado a los pobres ignorando por completo el mensaje cristiano. Pero no solo al alcalde: “Denunciamos también a una parte de la sociedad que ha salido a la calle no para acoger, sino para expulsar; no para cuidar la convivencia, sino para blindar privilegios. Ese rechazo organizado, cargado de racismo y xenofobia, no es una opinión: es una negación de la dignidad humana. 'Fui forastero y no me acogisteis' (Mateo, 25:43) no es un lema piadoso, es un veredicto”.
Abandonar a su suerte a los más vulnerables es una negación directa de Cristo, dice ese versículo. Eso plantea dificultades políticas en estos tiempos. La crueldad con los inmigrantes es un recurso que da votos en algunas ciudades y regiones y el PP no quiere que Vox se los lleve todos. Es mucho más fácil decir 'Feliz Navidad' y dar una patada a los necesitados. A este ritmo, llegará el día en que reclamar que se cumpla el mensaje del evangelio será considerado un ataque anticristiano.
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