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El PP no tiene relevo para Cifuentes: su hiperliderazgo no dejó crecer nada alrededor

Cristina Cifuentes hace declaraciones a los medios tras conocerse que la Fiscalía investigará el caso máster. / Efe

José Precedo / Sofía Pérez Mendoza

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, siente que está siendo víctima de un “ataque brutal” y ha concluido que dimitir sería dar la razón a los que considera sus enemigos. Por eso ha decidido atrincherarse y huir hacia adelante, pese a las atronadoras evidencias sobre las irregularidades de su máster. Esa es la razón fundamental por la que se niega a tirar la toalla, pese a la presión ambiental que le empuja a hacerlo.

En su comparecencia de este viernes desde la convención del PP en Sevilla, a la que llegó con protección policial, volvió a deslizar que habla a menudo con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y dio a entender que goza del respaldo del partido. Pero entre los dirigentes populares cunde el desánimo con cada nueva revelación que llega de la Universidad Rey Juan Carlos. El PP y la propia Cifuentes habían planteado dar carpetazo al tema con su comparecencia en la Asamblea de Madrid el pasado jueves, pero desde entonces el escándalo no ha hecho más que agrandarse.

El acta del supuesto tribunal que avaló su trabajo de fin de máster se ha revelado falsa. Quien figuraba como presidenta de ese órgano en los documentos de la universidad ha dicho que la firma no es suya y que nunca examinó a Cifuentes. Y a última hora del viernes la segunda de las tres profesoras que supuestamente rubricaron el papel también ha descartado que en él esté su letra. El caso ha arruinado la convención que el PP organizó para lanzar una larga precampaña hasta las municipales y autonómicas de 2019.

Durante la primera jornada el nombre de la presidenta madrileña, que este sábado tiene prevista una participación en una mesa, ni se pronunció. El episodio del máster fue el elefante en la habitación. Y los dirigentes del PP se esforzaron en hacer cómo que no pasaba nada. “Cerremos filas frente a las malas artes”, fue el único mensaje que lanzó desde el atril la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, sin aludir directamente al tema que ha copado informátivos, periódicos y tertulias durante las últimas dos semanas.

A las puertas del acto, uno de los vicesecretarios Fernando Martínez Maillo pidió transparencia y dijoconfiar en que Cifuentes seguiría dando explicaciones. El Partido Popular que en las últimas horas empieza a modular sus apoyos a la dirigente madrileña sabe que tanto como el enroque de su lideresa pesa la ausencia de recambio en el Gobierno madrileño. Tampoco parece haberlo en el grupo parlamentario. La lista que fue confeccionada por la expresidenta Esperanza Aguirre y a fuerza de escándalos o de nombramientos para el Gobierno ha corrido mucho el escalafón.

El hiperliderazgo de Cifuentes, su estilo presidencialista desde que llegó a la Puerta del Sol hace tres años, no dejó crecer nada alrededor. En su gabinete donde abundan los perfiles técnicos no hay dirigentes con peso político, y los que lo tienen lo ejercen por delegación de la propia presidenta. Ella misma se presentó a los comicios de 2015 como una outsider dentro del PP de Aguirre, sin contar detrás con un ejército que la respaldase. Para sorpresa de muchos militantes, fue ella la que logró el poder en la Comunidad -con el apoyo de Ciudadanos- mientras que Aguirre sufría la humillación de tener que hacer oposición a Manuela Carmena en el Ayuntamiento.

En el Gobierno regional, que sí ha podido diseñar a su medida, está su mano derecha, el consejero de Presidencia, Ángel Garrido, que ejerce de portavoz. Y el responsable de Transportes, Pedro Rollán, otro de los hombres de su máxima confianza. Se trata de dos perfiles poco conocidos para la opinión pública y con escaso tirón electoral para la larga precampaña que se avecina hasta las autonómicas de 2019, donde el PP se lo juega todo. Difícilmente cualquiera de ellos podría llegar a cabeza de cartel en pleno auge de Ciudadanos, que se ha fijado como objetivo la Comunidad de Madrid. La batalla se prevé encarnizada frente a Podemos que maneja como candidato a Íñigo Errejón, aunque formalmente no haya sido designado, y el PSOE que tampoco ha ratificado al suyo.

A Garrido, uno de los nombres que sale en las tímidas quinielas internas, le ha tocado dar la cara por Cifuentes ante los medios en las últimas semanas y por un asunto de índole personal que no concierne al Gobierno. Su papel a lo largo de toda la legislatura se ha basado en reforzar el liderazgo de la presidenta, responder a los periodistas cada martes tras el Consejo de Gobierno y cubrirle las espaldas en días complicados.

Las jornadas de inauguraciones y anuncios relevantes las protagonizaba ella, como hace unas semanas cuando avanzó un plan para duplicar el Hospital de La Paz en los próximos 10 años que arrancaría en 2019. El consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, ejerció ese día de mero escolta en la comitiva presidencial. Como les toca a hacer a los responsables de las distintas carteras en las diferentes visitas o actos que protagoniza la presidenta.

Pedro Rollán tampoco parece el candidato ideal, en caso de que Cifuentes acabe cayendo. Tomó la Consejería de Medioambiente a finales de 2017 tras la salida del polémico Jaime González Taboada, recolocado como senador y señalado por testigos e imputados como la persona que manejaba los fondos del Plan Prisma bajo las órdenes de Francisco Granados, otro de los proscritos en el partido, condenado ya a dos años de prisión y sobre el que pesan gravísimas acusaciones en el caso Púnica, bautizado así precisamente por su participación en la trama corrupta. Antes, Rollán estuvo en Transportes y entre 2007 y 2015 fue alcalde de Torrejón de Ardoz. Su gestión en la Empresa Municipal de la Vivienda y el Suelo generó una deuda con Hacienda por el impago del IVA superior a un millón de euros. La Cámara de Cuentas denunció estas irregularidades pero el PP municipal vetó una comisión de investigación sobre el caso. Si de lo que se trata es de pasar página en el hipotético caso de una renuncia de Cifuentes, no parece el mejor perfil.

La última palabra, si la dirección del PP no deja caer a su presidenta en Madrid, tal y como ha hecho Rajoy con otros dirigentes a lo largo de la historia reciente –el último el exministro José Manuel Soria por los vínculos de una sociedad suya con un paraíso fiscal– la tiene Ciudadanos. Y el partido de Albert Rivera ha elegido de momento sostener a una rival muy debilitada que ha perdido gran parte de su bagaje político –la prometida regeneración interna– en apenas quince días antes que desairar al electorado de centro derecha tumbando a la presidenta de Madrid.

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