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Vox se revuelve en Madrid ante Ayuso y amenaza a Moreno Bonilla en Andalucía

Los dirigentes de Vox Santiago Abascal y Macarena Olona.

Iñigo Aduriz / Fátima Caballero

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La batalla por el mismo electorado conservador que mantienen Vox y el Partido Popular desde hace cuatro años no va a cesar pese al acuerdo de coalición alcanzado por ambas formaciones en Castilla y León, que el lunes permitió la investidura del popular Alfonso Fernández Mañueco. En un hito sin precedentes en toda Europa, la extrema derecha ha logrado entrar por primera vez en un Ejecutivo autonómico junto a un partido de la derecha tradicional. Pero, mientras esta semana los dos partidos evidenciaban su sintonía en Las Cortes castellanas y leonesas, la formación de Santiago Abascal se está esforzando por demostrar sus diferencias con el PP en la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso gobierna gracias al apoyo de la ultraderecha. Y amenaza con descalabrar el triunfo que busca el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, en las elecciones que tiene previsto convocar en las próximas semanas.

Todo ello afecta directamente a la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP. El nuevo líder de la oposición se ha visto, por un lado, forzado a asumir parte del discurso ultra para justificar su acuerdo con Vox en Castilla y León y, por otro, trata de diferenciarse de la extrema derecha en busca de un partido más moderado y con vocación de mayorías. La idea es afrontar así el nuevo ciclo electoral que se abrirá con las andaluzas, seguirá con las elecciones autonómicas y municipales de 2023 y concluirá a finales de ese año o a principios del siguiente, con las generales para las que todos los sondeos auguran que los populares necesitarían a los de Abascal para tener opciones de desbancar a Pedro Sánchez de la Moncloa.

La que se vislumbra como una constante amenaza de Vox para los intereses de Feijóo se evidenció en el discurso del líder de la extrema derecha en Castilla y León y futuro vicepresidente de la comunidad, Juan García-Gallardo, durante el debate de investidura del lunes. Él líder de la extrema derecha en la región quiso explicar la “aparente paradoja existente entre gobernar una comunidad” y querer “derogar el estado de las autonomías”, tal y como plantea el partido de Abascal en sus programas electorales. Como ejemplo, advirtió a Mañueco de que lo que busca la formación de ultraderecha es “devolver las competencias” autonómicas “de Sanidad, Educación y Justicia al Gobierno central” cuando disponga de mayorías en las distintas administraciones, unas pretensiones que chocan de frente con la apuesta clara a favor del Estado autonómico que defiende el PP.

La dirección de Feijóo, por su parte, trata también de escapar de la idea de un bloque con Vox pese a que Abascal ya dijo esta semana que quiere extender los acuerdos a toda España. Pero Génova busca acotar el pacto sin precedentes en Castilla y León a un escenario coyuntural de la citada comunidad, aunque rechazando también el cordón sanitario a la ultraderecha que sí han tejido los socios europeos del PP en otros países como en Francia, donde Los Republicanos franceses –los aliados del PP en el país vecino que, junto a los socialistas, se hundieron en las urnas el domingo– han pedido apoyar a Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones francesas en las que el aún presidente se enfrentará a Marine Le Pen.

El giro de la extrema derecha en Madrid

En ese complejo contexto de supuesta connivencia en Castilla y León, mientras se mantiene la pugna de los dos partidos por cada voto de la derecha, llama la atención que Vox cambiara la pasada semana su apoyo incondicional a Isabel Díaz Ayuso. Por primera vez en meses, la ultraderecha cuestionó la gestión de la presidenta de la Comunidad de Madrid al frente del Gobierno regional tras pactar los presupuestos en diciembre. En marzo, Ayuso llegó a defender en sede parlamentaria que gobierna "en coalición" con Vox, una afirmación de la que aclaró que “no era un lapsus, sino una declaración de intenciones”. Pero los de Abascal quieren distanciarse del idilio que les unía, después de que Vox sirviera de escudo para que no se investigara en la Asamblea regional el contrato de mascarillas por el que el hermano de la presidenta cobró una comisión.

Los ataques de la formación ultraconservadora a Ayuso en el Parlamento regional antes del parón de la Semana Santa fueron incluso acompañados de elogios a la gestión del Gobierno central con los refugiados ucranianos en Madrid, algo inusual en Vox. Durante la comparecencia de la presidenta regional para dar cuentas de la última Conferencia de Presidentes, que tuvo lugar el 13 de marzo en La Palma, la portavoz de la formación de extrema derecha, Rocío Monasterio, se puso del lado del Ejecutivo de Pedro Sánchez en la pugna que Ayuso mantiene por los refugiados. Cuestionó el dispositivo puesto en marcha por la presidenta regional en el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal, un espacio, dijo, que solo sirve “para que te hagan un test” y, a la vez, elogió el centro habilitado por el Gobierno en Pozuelo, a través del Ministerio de Seguridad Social, del que dijo “funciona muy bien”.

“La verdad es que he pasado muchos días en el centro en Pozuelo, que ha organizado la secretaría de Estado [de Migraciones], que funciona perfectamente, han dado respuesta de documentación y de reseña policial a todos los refugiados que han entrado de una forma extraordinaria y eso lo he visto yo con mis propios ojos, así que no presuman”, le lanzaba Monasterio a la presidenta regional desde la tribuna de oradores pocos minutos después de que Ayuso defendiera su centro en el Zendal frente al dispositivo del Gobierno.

No fue la única crítica de la portavoz de Vox a la gestión del Ejecutivo madrileño. Monasterio también reprochó las listas de espera en los centros de salud que padecen los madrileños para ser atendidos por su médico de familia y defendió que no se están otorgando suficientes recursos a la sanidad. “Los médicos y sanitarios están saturados porque no se destinan los recursos suficientes para poder atender las demandas reales en cuestiones de salud”, decía Monasterio, ante las criticas posteriores de la izquierda que le recordaban que los últimos presupuestos apoyados por su grupo parlamentario recogen una merma en la inversión en sanidad respecto a 2019, año prepandemia, habían sido apoyados por ellos.

Los Presupuestos madrileños, “papel mojado” para Vox

Pero los reproches de Vox a Ayuso ya se venían produciendo días atrás. La formación ultraconservadora ha llegado a asegurar que los presupuestos que pactaron con el Gobierno regional en diciembre se habían “convertido en papel mojado” y ha exigido más guiños similares a los que el PP ha pactado en Castilla y León. Allí, durante el debate de investidura, Mañueco asumió el concepto de violencia intrafamiliar, la idea de “inmigración ordenada” y rehusó hablar de Memoria Histórica para defender una nueva Ley de Concordia, que –en sus palabras– “evita la utilización de la historia para dividir”. La dirección de Feijóo asumió esas nuevas tesis aunque el martes, un día después del discurso del nuevo presidente castellano y leonés, el número tres del PP, Elías Bendodo, trató de remarcar sus diferencias con Vox, tras hacer suyos sus argumentos un día antes.

En el caso de la Comunidad de Madrid, el giro de la extrema derecha y sus ataques a Ayuso sorprenden a los populares después del guiño que les hizo la presidenta madrileña en un Pleno de la Asamblea en marzo. Entonces, la presidenta regional aseguró que su “gobierno en coalición” con Vox funciona mejor que cualquiera gobernado por la izquierda, pese a que la formación de extrema derecha no ha entrado en el Ejecutivo, y sostuvo que su intención es “coaligarse” con Vox, abriendo un frente a Feijóo, el nuevo líder de su partido a nivel estatal, que trata de hacer equilibrios para explicar a una parte de sus dirigentes el acuerdo alcanzado en Castilla y León con la extrema derecha, censurado hasta por sus propios socios europeos.

Además, ante el rechazo de todos los grupos de la oposición de izquierdas a cualquier futuro pacto, a la presidenta madrileña solo le queda mirar a la extrema derecha para sus acuerdos. Por eso, falta por ver si la nueva postura de Vox es firme o acabará firmando la paz con Ayuso. En las próximas semanas llegará a la Asamblea regional la ley de autonomía fiscal para blindar el modelo de bajos impuestos que los de Monasterio ya han dicho que no apoyarán presentando una enmienda a la totalidad.

Moreno Bonilla: “Andalucía no es Madrid”

El partido de Abascal también trata de complicar el panorama político al PP en Andalucía, donde todas las encuestas auguran un triunfo de Moreno Bonilla. El calado de la victoria dependerá, no obstante, del resultado de Vox, que podría convertirse allí también en un socio indispensable para que los populares puedan mantener el poder. En las elecciones andaluzas, sean en junio o en otoño, también se la juega Feijóo y la nueva impronta que quiere devolver al PP como “la gran casa del votante de derechas”. Un resultado como el de Castilla y León, abriendo la puerta al segundo Gobierno de coalición con Vox, puede comprometer la hoja de ruta de Moreno Bonilla, pero también la del líder nacional de los populares, informa Daniel Cela.

La nueva dirección del PP de Feijóo es un equilibrio de poder territorial entre gallegos, andaluces y madrileños. Pero solo los de Ayuso vienen de ganar unas elecciones de forma rotunda, frenando en seco el avance de la ultraderecha, con un discurso que asumió en parte las tesis del partido de Abascal. Las formas de la madrileña están en las antípodas de las de Moreno Bonilla y él mismo lo reconoce: “Tenemos estilos distintos, y Andalucía no es Madrid”, dice el presidente de la Junta, que ve inimaginable apelar al binomio 'socialismo o libertad' que utilizó Ayuso para derrotar a un PSOE que le ha precedido 37 años ininterrumpidos en el Gobierno.

Antes de la implosión del PP, que acabó con la renuncia de Pablo Casado y la llegada de Feijóo, el presidente andaluz esbozaba una campaña electoral basada en su marca personal, escondiendo las siglas de su partido, como hizo Feijóo en Galicia con mucho éxito. Ahora, por fuerza, el andaluz tiene que sumar al gallego a la ecuación, y este último no puede dejar atrás las siglas del partido que pretende relanzar. En todo caso, Moreno Bonilla no tiene miedo a las izquierdas andaluzas, pero sí a Macarena Olona, virtual candidata de la ultraderecha a la presidencia de la Junta, y al desembarco de Santiago Abascal y todo su ejército. Ninguna encuesta desde hace tres años ha dejado de señalar el camino ascendente de la ultraderecha en Andalucía, siempre a costa del decrecimiento del PP.

El presidente de la Junta teme que el efecto Olona golpee con fuerza el puzle de la política andaluza y, de carambola, recoloque las piezas de la izquierda que no estaban en el tablero: más de 700.000 votantes que se quedaron en casa hace tres años, unos 400.000 del PSOE y otros 300.000 de la coalición Podemos-IU bajo la marca Adelante Andalucía.

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