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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

La luz que no puedes ver

La luz que no puedes ver

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¿Cuántas veces han visto a una persona ciega interpretar a una persona ciega en una película? Hay filmes míticos protagonizados por personajes ciegos en la ficción. Castillos de hielo, Bailar en la oscuridad, protagonizada por la cantante Bjork; Sola en la oscuridad, con Audrey Hepburn; o incluso el superhéroe ciego de Marvel, Daredevil. Todos interpretados por actores videntes que tiran de clichés sobre los ciegos. Generalmente poco creíbles, cuando sabes de qué va esto de la ceguera.

La serie que ahora está en el top de Netflix, “La luz que no puedes ver” es una joya en el maremágnum de oferta de las plataformas. No voy a destripar la historia. Hay que verla.

Lo excepcional de la película es que la protagonista es una persona ciega de verdad. En realidad, dos. La protagonista en dos etapas de su vida, de niña y de joven. Y pocas veces se nos brinda la oportunidad de ver cómo una actriz ciega interpreta a un personaje ciego. Las dos son perfectas para el papel y, por supuesto, creíbles. Se mueven y palpan lo que les rodea como lo haría yo misma, aunque se mueven infinitamente mejor que yo misma, pues se trata de una ficción. Como toda ficción, se toman licencias en pro del guion.

Conviene subrayarlo, porque, en seguida, generamos nuevos clichés. No todos los ciegos son iguales, ni se mueven de la misma forma ni tienen las mismas destrezas o habilidades, como cualquier hijo de vecino. Siempre hay personas excepcionales y el personaje de la chica ciega protagonista lo es por muchas razones. Particularidades a un lado, es una delicia comprobar cómo hay directores y productores que toman entre sus manos un proyecto como este, implicándose más allá de lo que muestra la imagen. No solo han plasmado en una miniserie de cuatro capítulos el bestseller escrito por Anthony Doerr, sino que han cuidado los detalles que involucran a la discapacidad visual en el contexto histórico en el cual acontece la historia, tales como la forma de leer en braille o de manejar el bastón que, como todo, evoluciona con el devenir del tiempo. Incluso, el set de rodaje se adaptó para que las dos actrices ciegas pudieran desenvolverse conforme a sus necesidades. Un ejemplo, etiquetando las sillas con el nombre de los actores en braille. Podían haber elegido a cualquier actriz vidente para hacerlo, pero se atrevieron a marcar la diferencia.

No pude despegarme de la pantalla de mi móvil, escuchando la audiodescripción y siguiendo los avatares de Marie-Laure, pura inspiración. Terminé de ver la serie pensando que, de mayor, yo quería ser como ella. Cine inclusivo del bueno.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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