Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Aquí se guarda la imagen de la Guerra Civil

Frente de Madrid, noviembre de 1937, soldados franquistas comiendo en el sector de Carabanchel.

Peio H. Riaño

6

Pasamos por varios pasillos y puertas, entramos en una sala repleta de estanterías y libros y, antes de abandonar la galería, nos cruzamos con una cuadrilla de trabajadores que terminan su turno. Salimos a otro pasillo estrecho y llegamos a una puerta. “Esto es la guerra”. Isabel Ortega, responsable de la colección de fotografía de la Biblioteca Nacional de España, abre. Hace frío.

De nuevo, estanterías. Pero sin libros. Los metros lineales de esta estancia ordenan las carpetas archivadoras de color gris, que contienen las copias de las imágenes de la época que han sobrevivido. La institución custodia el mayor archivo fotográfico de la Guerra Civil en España.

Al abrir una, aparecen las anillas con hojas clasificadoras, donde se conservan las fotos. Es un gran álbum familiar de la memoria que los españoles prefieren no olvidar para evitar que se repita. Isabel Ortega pasa las páginas del archivador que acaba de sacar al azar. Son fotos del frente de Carabanchel, el popular barrio de Madrid. Irreconocible en estas imágenes. Hay unas 40 de Luis Torrents, Walter Reuter, Foto Mayo, Albero y Segovia y otras tantas sin autoría.

No es fácil avanzar sin detenerse en los detalles de la escena: hay cuatro soldados rebeldes y un perro, parapetados tras una trinchera de unos cuatro metros de altura y en el centro hay una construcción espontánea hecha con restos de ventanas, puertas y persianas. Posiblemente desechos de los bombardeos. Al fotógrafo anónimo le ha llamado la atención la escena porque hay un letrero que dice: “Peluquero”. En el reverso, escrito a máquina, ubica la fecha en noviembre de 1937. Las imágenes sin autoría son más frecuentes en el bando sublevado, porque la autoría es de varios al servicio de secciones de fotografía militar.

Aquel invierno fue durísimo, con temperaturas que apenas superaron los cuatro grados. En el mismo archivador encontramos otras imágenes de unas semanas después, en diciembre, con nevadas muy severas. La nueva estampa a la que llegamos es la típica escena de la que huyen los ilustradores de las hazañas. Dos soldados ateridos de frío se apoyan en sus fusiles, mientras hacen guardia a la puerta de un cuchitril improvisado con una puerta desvencijada de la que cuelga un cartel que dice: “El Ejército”. Los sacos terreros nevados, los abrigos empapados y esas caras en las que no hay fuerzas ni para el rencor. Ni rastro de los héroes. Son fotografías crudas, sin filtro que limpie tanta decepción.

Digitalizar la memoria

Inmediatamente emerge una imagen más: cuatro soldados sentados a una mesa en la que comparten un plato de comida. Están a refugio de otra montaña de escombros que hace las funciones de trinchera. Es de la misma jornada y posiblemente del mismo fotógrafo que las anteriores. Estampas que dejan la verdad al descubierto y la gloria en los huesos. “Hay más retaguardia que frente”, cuenta Isabel Ortega, que se ha dedicado a revisar el fondo completo desde hace cuatro décadas.

“Hay más de 44.000 fotos, entre positivos y negativos. La base de la colección que custodiamos es el fondo que llegó en 1980 del antiguo Ministerio de Información y Turismo, en la Sección de Estudios sobre la Guerra de España”, comenta la conservadora. Esta sección se creó como organismo de contrainformación para combatir ideas contrarias al régimen franquista. Después de los fondos de la Biblioteca, el segundo centro con un archivo más extenso es el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca con unas 30.000 imágenes.

De todo el volumen de la guerra hay digitalizado más del 80%. El resto está pendiente. Cuenta Isabel Ortega que es posible que en un par de años esté toda la Guerra Civil digitalizada y ella, jubilada. Pero el fondo completo de la Guerra Civil no podrá estar a disposición en la web por las limitaciones que marcan los derechos de autor. “Hay imágenes que se pueden usar porque están libres de derechos, pero hay colecciones con propietarios de derechos de autor. Por ejemplo, las de Robert Capa”, indica la conservadora. Los derechos del famoso fotoperiodista los gestiona la agencia Magnum.

La BNE conserva fotos de la mayoría de los fotoperiodistas que estuvieron en España cubriendo la batalla. Luis Vidal, Antifafot, Baldomero, Campúa, Agustí Centelles, Foto Oliva, Fotolabor, José F Aguayo, Torrents, Hermann, Walter Reuter, David Seymour, Gerda Taro o Robert Capa. Pero el fondo fotográfico de la BNE es mucho mayor y su responsable indica que apenas habrán digitalizado un 25% de todas las imágenes que conservan.

“Desde luego es el fondo más usado y el más pedido en la Biblioteca Nacional”, asegura Isabel Ortega. “Hemos avanzado mucho gracias a los fondos para Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE). Se trata de un Plan de Digitalización Masiva. Primero, lo más antiguo y delicado, colecciones de retratos y acabaremos de digitalizar la colección de fotografías del siglo XIX. Por ejemplo, de Jean Laurent (1816-1886) hay mucho digitalizado pero no está todo completo. En total, el plan podría abarcar 500.000 imágenes”, cuenta Ortega.

Un archivo inagotable  

Junto al fondo que llegó en 1980 desde el Ministerio de Manuel Fraga, la Biblioteca Nacional ha ido adquiriendo varios archivos, como el del fotógrafo alemán Edward Foertsch (1890-1973), amigo de Margarita Nelken. Posiblemente sea uno de los fondos de la Guerra Civil más desconocidos de todos, a pesar de que llevan en la institución desde 1992. Se conserva en las pequeñas cajas y sobres donde van colocadas las placas de cristal y en soporte flexible de 35 milímetros. Suman cerca de 2.500 unidades. También tiene más de 1.600 copias positivas en papel, conservadas en cuatro archivadores. “Él entraba cuando se iban los ejércitos. De este modo retrató toda la destrucción”, apunta la responsable.

El paso de las páginas de este fondo funciona como una unidad cronológica, en la que se suceden los acontecimientos en una narración muda. Y cruel. El periodista se hallaba en Madrid los primeros días de la sublevación. Fotografió instantes después del asalto al Cuartel de la Montaña y también del Alcázar de Toledo. Pero lo que más impresiona son sus retratos a personajes anónimos. También, la destrucción de las poblaciones que cruzó cuando las armas callaban.

Otro de los fotógrafos en construcción es el alemán Walter Reuter (1906-2005), del que la BNE conserva unas 1.500 copias, pero ningún negativo. “Gracias a esas copias hemos podido determinar muchísimos negativos sin atribución”, explica Aku Estebaranz, responsable de la recuperación de un fotógrafo del que dice tiene una calidad similar a la de Robert Capa. Pero del que no ha quedado ni rastro de su archivo: huyó al exilio por Perpignan, llegó a París, donde usó el laboratorio de Robert Capa, hasta que con el régimen de Vichy es detenido y enviado a Argelia a trabajos forzados a construir el ferrocarril. Su mujer consigue pasaportes y billetes para ellos y su hijo, en un barco que los llevará desde Casablanca a México. Reuter escapa y llega a tiempo para subir y salvar la vida.

Un fotógrafo pendiente

Estebaranz lo considera un autor maldito por haber perdido su archivo en París. Además, no le gustaba hablar sobre la Guerra Civil, en la que trabajó desde el 18 de julio de 1936 hasta la caída de Barcelona, en enero de 1939. La reconstrucción biográfica ha sido a la inversa: el mapa temporal y geográfico que transitó Reuter ha sido creado a partir de las imágenes que se conservan. Los poco más de 4.000 negativos que se conservan están repartidos en el archivo del Partido Comunista de España (PCE), con 1.300 negativos, el Centro Documental de la Memoria Histórica, con 600, y los 2.100 que estaban incluidos en la lata de Guillermo Fernández López Zúñiga, padre del cine científico en España, donada en 2011 a la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC). En esa lata estuvieron 80 años guardadas. Como la memoria es imprevisible, Aku Estebaranz tiene pendiente por revisar 80 de las carpetas grises de la BNE. “Sé que en ellas hay fotos de Walter”, dice.

El investigador y autor de la web Arqueología de imágenes cree que se han perdido unos 6.000 negativos del excepcional trabajo de Reuter. Calcula que el volumen total de su trabajo rondaría los 10.000 negativos. No se detuvo ni un día durante los tres años de la guerra, que también actuó como fotógrafo para el Comisario de Propaganda. En estos momentos el Instituto Cervantes de Alcalá de Henares expone los negativos de la cartilla escolar destinada a la alfabetización de los soldados republicanos. Walter Reuter es una de las joyas del archivo fotográfico de la BNE, un fotógrafo pendiente de una gran investigación que catalogue las fotos que han sobrevivido a su memoria y sea reconocido como el fotógrafo más importante de la República durante la Guerra Civil. 

Etiquetas
stats