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Nueve razones por las que la Guerra Civil y el franquismo no fueron una “pelea de abuelos” como dice Feijóo

Ceremonia castrense en las ruinas de El Alcázar de Toledo. 1939

Marta Borraz

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Al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, le parece que el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la larga dictadura franquista fueron algo así como una riña familiar. “Hace 80 años nuestros abuelos y bisabuelos se pelearon y no tiene sentido vivir de los réditos de lo que hicieron”, sostuvo este fin de semana después de echar balones fuera sobre la exhumación de Queipo de Llano. Siguiendo la estela de Pablo Casado, cuando se refirió a la izquierda como “carca” por estar “todo el día con la guerra del abuelo”, Feijóo pronunció estas palabras al ser preguntado por la nueva Ley de Memoria Democrática, contra la que carga por “reabrir los rencores de la guerra”.

“Es una simplificación con implicaciones políticas y morales muy serias. Pone a todos en el mismo nivel con independencia de sus ideas y acciones”, sostiene indignado Antonio Cazorla, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Trent (Canadá). Quienes llevan años estudiando la contienda y la dictadura se llevan las manos a la cabeza. “Es un insulto a la inteligencia, lo que hubo en España fue una represión perfectamente organizada, desde bien temprano, que buscaba una limpieza ideológica”, cree la historiadora de la Universidad de León Ana Cristina Rodríguez.

Obvia Feijóo que la guerra sobrevino tras un golpe de Estado contra un régimen democrático y luego vinieron 40 años de dictadura fascista. “Es inseparable una cosa de la otra”, opina el profesor de Historia Contemporánea de la UCM Gutmaro Gómez Bravo, que cree que “con su reduccionismo”, el líder popular “obvia todo lo que ocurrió” en esa etapa oscura de nuestro pasado.

Las cifras de la guerra y el exterminio rojo

La falta de datos oficiales es una realidad en España, pero se calcula que en la Guerra Civil hubo 600.000 víctimas. Historiadores como Julián Casanova hablan de 100.000 ejecutados por los franquistas y 55.000 asesinados en zona republicana. El resto, combatientes que murieron en el frente. Una vez finalizada la contienda, la maquinaria del terror franquista ejecutó hasta 1946 a otras 50.000 personas como parte del plan de exterminio ideado por los sublevados con el objetivo de aniquilar todo lo que tuviera que ver con la República. “Hablar de la guerra y no hablar de la dictadura es un problema y es erróneo porque el aparato represivo se creó durante la contienda y duró cuatro décadas”, explica Gómez.

La represión, mantiene Rodríguez, “se empieza a organizar desde el mismo 18 de julio”, se suspenden las garantías constitucionales y se da inicio a una persecución extrajudicial, “lo que conocemos como sacas o paseos”. Posteriormente, el régimen desarrolla una serie de normativas que “vienen a institucionalizar” la represión y a “crear todo un entramado legal y de instituciones” con los objetivos de “legitimar la sublevación y dar visos de legalidad” al castigo sistemático. Son muchos los familiares de represaliados que han reaccionado a las palabras de Feijóo contando la persecución que sufrieron los suyos, como el abuelo de Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Cientos de miles de encarcelados

En enero de 1940 había, según cifras oficiales, 270.000 presos en España. Decenas de miles de personas fueron encerradas por Franco en las cárceles con el objetivo de adoctrinar, castigar y controlar al considerado enemigo. Las condiciones de vida en las prisiones, que acabaron saturándose, eran deplorables. Los presos pasaban hambre y miseria, sufrían torturas y enfermedades y veían fusilar a sus compañeros. Se calcula que unos 4.000 murieron a causa de las condiciones extremas que soportaban.

300 campos de concentración

El régimen creó unos 300 campos de concentración por los que pasaron medio millón de personas. El franquismo no tardó ni 24 horas en abrir el primero. Fueron, por norma general, lugares de exterminio, selección, castigo y “reeducación” de los internos, la mayoría prisioneros de guerra, pero también políticos. Algunos fueron levantados desde cero, pero la mayoría se ubicaron en edificios ya existentes, desde conventos a cárceles pasando por campos de fútbol y plazas de toros. Nada recuerda en la inmensa mayoría de ellos lo que fueron en su día.

Presos usados como trabajadores forzados

Para aliviar la masificación de las cárceles y lograr mano de obra barata, casi esclava, el franquismo se sirvió de los presos como trabajadores forzosos. Llevaron a cabo labores militares y también civiles, como obras de reconstrucción o levantamiento de infraestructuras como el ferrocarril, la construcción del Valle de los Caídos e incluso en empresas afines al régimen que se beneficiaban de esta mano de obra esclava. Se calcula que 90.000 ingresaron en los batallones de trabajadores, que dependía del sistema concentracionario, y casi 50.000 en los destacamentos penales a los que se les aplicó el Sistema de Redención de Penas por el Trabajo, un proyecto de represión ideológica que buscaba “españolizar” a los rojos.

Decenas de miles de desaparecidos

“Literalmente se quiso hacer desaparecer a la población de izquierdas”, sostiene Rodríguez. En España, los huesos de miles de represaliados siguen debajo de la tierra y sus familiares continúan esperando para recuperarlos, aunque en la mayoría de los casos el paso del tiempo convierte la identificación en algo casi imposible. No es fácil conocer la cifra de víctimas que quedan por recuperar, pero en 2008, el exjuez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, recibió de las asociaciones memorialistas los nombres de 143.353 desaparecidos.

Entre los años 2000 y 2018 se recuperaron 9.009 víctimas en 743 exhumaciones, a las que hay que sumar las ya iniciadas con el Gobierno actual, que cree que pueden exhumarse otras 25.000. Muchos de los restos nunca podrán ya ser rescatados. La fosa común más grande de España sigue siendo el ahora llamado Valle de Cuelgamuros, que acoge a 33.833 víctimas de la Guerra Civil. Un tercio fueron enterrados de forma anónima y sin el consentimiento de sus familias, que hoy siguen peleando por recuperarles.

Una represión de muchas caras

La represión franquista se extendió a prácticamente todos los ámbitos de la sociedad. Los franquistas diseñaron un sistema de depuración de empleados públicos, entre ellos los maestros o trabajadores ferroviarios; se persiguió la lengua y la cultura catalana, vasca y gallega y se llevó a cabo una represión económica en forma de multas, incautaciones de bienes o embargos. La falta de libertad y la censura o el control de la población a través del Ejército, la Iglesia y el partido único fueron elementos clave del régimen, que puso fin a los avances civiles que habían comenzado a asomar la cabeza con la Segunda República, entre ellos, la igualdad entre hombres y mujeres.

“El niño mirará al mundo, la niña mirará al hogar”. Así resumía la dictadura el papel que unos y otras debían desempeñar en la sociedad. Las mujeres sufrieron una “represión específica” por el hecho de serlo: no solo en los castigos y las torturas impuestas a las de condenadas, sino en general. El franquismo buscaba imponer un férreo modelo de ser mujer con la difusión de estrictas normas morales y “buenas costumbres”. Ellas eran relegadas a un segundo plano, ligadas exclusivamente a las tareas domésticas, al cuidado de los hijos y la satisfacción del marido. Las personas LGTBI también fueron perseguidas sistemáticamente.

Los robos de bebés

Según Amnistía Internacional, miles de niños y niñas, hoy adultos y adultas, pudieron “ser víctimas de desaparición y sustitución de su identidad”. Las familias afectadas solían ser de origen humilde, republicanas, madres jóvenes o solteras, a las que se les decía que sus bebés habían nacido muertos. Las sustracciones se llevaron a cabo en hospitales, maternidades o cárceles. Aún hoy el peso de la búsqueda “recae en las propias familias” y a muchos adultos “les resulta imposible conocer su identidad”, denuncia la ONG.

La huida de la España de Franco

Por motivos ideológicos y miedo a las represalias miles de ciudadanos españoles, entre ellos líderes políticos o intelectuales, se vieron obligados a abandonar el país durante la guerra y la posguerra. Las autoridades francesas contabilizaron en marzo de 1939 440.000 refugiados españoles, aunque muchos de ellos regresaron con el paso del tiempo.

La exaltación franquista

Quienes perdieron la guerra se marcharon, fueron asesinados o represaliados. Quienes ganaron fueron homenajeados. En grandes monumentos, en calles, en nombres de pueblos, en placas, en escudos, en bustos. Y sus protagonistas fueron honrados y enterrados con honores. Tras la exhumación de Franco de Cuelgamuros y la de Queipo de Llano de La Macarena, le tocará el turno a Primo de Rivera, y a Moscardó y Milans del Bosch del Alcázar de Toledo. Los siete pueblos que aún llevan topónimo franquista deberán retirarlo y los 33 colaboradores de Franco en el golpe de 1936 que recibieron títulos nobiliarios los han perdido. Aún así, todavía casi 6.000 vestigios de la dictadura permanecen en nuestras calles.

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