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Los religiosos españoles convocan su propia cumbre antipederastia tras la tibia respuesta de los obispos ante los abusos

Joaquín Benítez, pederasta autoconfeso

Jesús Bastante

Religiondigital.com —

Esta semana se conocía la sentencia a 21 años y nueve meses de Joaquim Benítez, el exprofesor de los maristas de Barcelona, pederasta confeso. Una pena ejemplar, sin parangón en España, que afecta a una de las congregaciones religiosas más potentes en el ámbito educativo, junto a los salesianos, jesuitas o hermanos de La Salle.

La cúpula de la vida religiosa española ha decidido admitir que los abusos a menores son un problema real y ha convocado la primera cumbre antipederastia de la Iglesia española para el próximo 29 de mayo. Contrasta con los episodios en los que la cúpula eclesiástica ha tratado de ocultar la información o minimizar la dimensión.

Jesús Miguel Zamora, el secretario general de Conferencia Española de Religiosos (Confer, el foro de los Institutos religiosos y congregaciones como los carmelitas, los agustinos o los propios maristas), ha anunciado el encuentro en un artículo publicado en la revista de la institución. “Esto no es una tormenta de verano. El sufrimiento de las víctimas es tan fuerte, su realidad personal ha sido tan herida, que todo lo que se haga es poco”, ha recalcado.

Con este gesto, los religiosos vuelven a tomar la iniciativa en la lucha contra la pederastia después de que los obispos se hayan limitado a anunciar que han pedido al Vaticano permiso para elaborar una normativa de obligado cumplimiento para todos. Pero los religiosos no quieren esperar.

“Tenemos que actuar. Se lo debemos a las víctimas, por responsabilidad histórica y por vergüenza, convencidos de que quizá hemos actuado tarde, pero no queremos cruzar los brazos y mirar para otro lado”, sostiene Zamora. La intención es que a la cita, organizada junto con Escuelas Católicas, acudan los superiores de las congregaciones religiosas, así como los responsables de comunicación de las mismas. Esto incluye a casi todas las congregaciones femeninas, los responsables jesuitas, salesianos, dominicos o de La Salle.

Numerosas denuncias

La reunión es un paso más dentro del proceso de renovación y denuncia que algunas congregaciones han empezado a afrontar, después de recibir numerosas denuncias. Así ocurrió con los jesuitas, que han anunciado una investigación para dilucidar los casos sucedidos en los últimos 60 años en los centros de la congregación, pasos que seguirán otros institutos religiosos. Mientras tanto, los obispos se han limitado a decir que esa es una decisión que tiene que tomar cada diócesis, y que no hay datos en los archivos de los Obispados. Sólo el obispo de Solsona, Xavier Novell, ha anunciado que lo hará.

“Este es un problema que hay que afrontar con decisión, aunque duela, y tomar conciencia todos de que es algo primordial, preferente”, apunta el secretario general de Confer, quien hace “una llamada a trabajar juntos, sin miedo a lo que haya que hacer, pues debemos cambiar la perspectiva”.

“Cuando se pone en el centro al auténtico protagonista, tristemente protagonista, la víctima, cambia el modo de afrontar las cosas”, añade Zamora que admite que “la institución ha sido culpable, como diría el Papa, de un crimen execrable”. “No hay que bajar la guardia, éste es un problema que hay que afrontar con decisión”.

A diferencia de la respuesta timorata de los obispos, algunas congregaciones religiosas fueron las primeras en afrontar el drama de los abusos. Así, junto a la investigación de los jesuitas, los claretianos lanzaron el primer curso integral de protección de menores.

“Desde su compromiso y dedicación, la Confer considera un deber manifestar una palabra pública ante la gravedad de los hechos de abusos a menores que se imputan a sacerdotes y religiosos”, apunta la nota emitida por este organismo, que califica los abusos como “hechos doblemente graves: ante las leyes civiles y la sociedad, pero más aún ante la Iglesia, en cuanto han sido cometidos por personas que gozaban de la confianza de los padres, los mismos niños y jóvenes y de la comunidad eclesial”.

“Suponen una conducta en flagrante contradicción con el testimonio que exigía esa confianza fundada en su condición de sacerdotes o religiosos”, zanja. Pero, además, “son delitos que trascienden el lugar donde han sido cometidos y se convierten en una mancha global para la Vida Consagrada y, por tanto, para la Iglesia”.

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