La 'yayoflauta' de 73 años que se resistió a una condena de 20 euros
Cuando Eladia Martín Blázquez, de 73 años, leyó la sentencia que la condenaba a pagar 20 euros no pudo aceptar el texto. La mujer fue multada en 2014 por increpar a dos policías que estaban quitando la mercancía a unos manteros en Madrid. Según los agentes, les insultó, pero ella lo niega.
“La sentencia fue peor que el juicio”, dice Yaya Ela, como la conocen sus compañeros yayoflautas. “Lo que ponía era mucho más exagerado que lo que pasó en realidad”, añade. Consciente de que aceptar el pago habría sido más sencillo, la mujer recurrió la sanción: “Aceptar la sentencia iba en contra de mi dignidad como persona”.
“No he podido dormir casi”, admite Ela en una conversación telefónica. La mujer revivió este 20 de enero los nervios de su primer incidente con la justicia, el pasado 1 de abril, en el que acudió a declarar denunciada por una falta de respeto a la autoridad. Tras la sentencia que la condenaba a pagar 20 euros, la Audiencia Provincial aceptó el recurso de Ela y su abogada Silvia Yáñez, de la Comisión Legal Sol. La mujer no tuvo oportunidad de hablar al final del juicio, por lo que “no se respetó su derecho a la última palabra”, explica Silvia Yáñez. El juicio fue declarado nulo y ha tenido que volver a repetirse.
Los hechos denunciados tuvieron lugar en noviembre de 2013, cuando la mujer volvía con varios activistas de los yayoflautas de llevar comida al banco de alimentos de Tetuán. “A la vuelta, en Sol, vimos a dos personas de paisano que quitaban la mercancía a unos manteros. Cuando nos los cruzamos, les dije que si no les daba vergüenza lo que estaban haciendo. Ya está. Uno de ellos se dio la vuelta y me pidió la documentación”, contó Ela a eldiario.es antes de su primer vista judicial.
Un mes después del incidente, la mujer recibió la notificación de la denuncia. En el atestado policial –así como en las declaraciones de los agentes en los dos juicios celebrados– se dice que la mujer llamó a los policías “hijos de la gran puta”, “maricones” y “corruptos”. Ela responde que ella no ha dicho esas palabras en su vida.
Cuando salió del primer juicio recibió la petición del fiscal de una multa de 20 euros con cierto alivio porque no sabía si le podían imponer una sanción mayor. “Soy una pensionista sin recursos, solo recibo 633 euros al mes”, dice. Pero al leer negro sobre blanco la sentencia, no podía admitir que se la condenara por algo que ella asegura que no había cometido. “Sabía que habría sido más fácil pagar los 20 euros, pero recurrimos porque tenía que luchar por mi verdad”, cuenta.
“Hay dos justicias: una de ricos y otra de pobres”
Este 20 de enero, los juzgados de Plaza de Castilla han vuelto a amanecer con un grupo de 'yayos' que, con sus característicos chalecos amarillos, han acompañado a la mujer al grito de “¡Ela somos todas!”. En su convocatoria de apoyo, el colectivo recordaba su condena a la denominada Ley Mordaza. La Ley de Seguridad Ciudadana (en vías de aprobación) elimina las faltas del Código Penal, que se contemplarán como infracciones leves, graves y muy graves.
Los insultos a un agente del orden público podrán ser considerados como una infracción leve, castigada con multas de entre 100 y 1.000 euros. Si se quisiese recurrir la sanción económica, habría que recurrir por la vía de lo contencioso-administrativo, cargada con las tasas judiciales por la reforma liderada por el exministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón.
Ela también se ha referido a algunas de las noticias más comentadas este martes: la libertad bajo fianza de Luis Bárcenas, extesorero del Partido Popular, y el archivo de la causa contra Esperanza Aguirre por huir con su vehículo de varios agentes de movilidad. “Lo que está claro es que hay dos justicias: una para ricos y otra para pobres. Pero a mis 73 años no tengo miedo de nada, por eso he seguido luchando”, explica la mujer.
En esta ocasión, espera que el resultado sea la libre absolución. “Pero si vuelven a condenarme a pagar los 20 euros, los pagaré porque esto es muy cansado para mí”. Al menos se ha quedado tranquila porque ha podido levantarse al final del juicio para decir la última palabra. “Lo he estado ensayando los últimos días para que no se me olvidara nada. He dicho que en ese momento quería recordar a mis padres, por los valores que me habían inculcado: la honradez, la solidaridad por los más débiles y la justicia, y que a día de hoy no los he traicionado nunca”, concluye.