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El auge de los estudios de memoria visita Madrid

El director del CIEMEDH considera que un centro académico podrá conseguir la financiación para abrir fosas que se le niega a las asociaciones memorialistas por sus implicaciones políticas. Foto: Óscar Rodríguez (ARMH).

Paco Ferrándiz (CSIC), Marije Hristova (U Warwick), Johanna Vollmeyer (UCM), María García Alonso (UNED)

Los estudios de memoria se han convertido en un campo académico de gran envergadura y proyección en los últimos años. Se trata de un espacio de investigación interdisciplinar en el que desde distintas metodologías y marcos teóricos se estudian las relaciones que los diferentes grupos humanos establecen con el pasado, cuyas modalidades incluyen desde el recuerdo individual y familiar hasta las políticas de memoria nacionales o supranacionales, pasando por todas las instancias intermedias. Entre las disciplinas que contribuyen significativamente a este campo podemos destacar la sociología, la ciencia política, la psicología, los estudios literarios, la neurobiología, la antropología social o la geografía cultural.

La memoria es un campo académico complejo y polémico. Una pregunta que muchas veces escuchamos es la siguiente: ¿qué relación tienen la historia y la memoria? Compleja. Muchos autores piensan que la historia busca establecer los hechos tal y como sucedieron –a través de instituciones, especialistas y métodos rigurosos—, y la memoria los interpreta. En este sentido, la memoria sería una mala compañera de la historia.

Otros, por el contrario, opinan que la historia debe entenderse como una forma de memoria altamente institucionalizada, especializada, jerarquizada y desarrollada con métodos rigurosos. Pero no por ello menos interpretativa. Los estudiosos de estos temas lo tienen claro: la memoria social puede estar más o menos formalizada pero, basándose en los acontecimientos del pasado —aunque a veces también en mitos y leyendas—, es siempre un proceso de elaboración complejo y variable con una carga interpretativa condicionada por las formas o marcos de entender y estructurar el pasado de las sociedades concretas en las que vivimos.

Cualquier lector puede imaginar como un conflicto familiar, unos años después, es recordado y relatado de forma muy distinta por las personas presentes. Es fácil también imaginar que las tensiones memoriales son aún más complejas cuando las estrategias recuerdo y olvido se refieren a un conflicto bélico. Esta cualidad interpretativa de la memoria no significa en absoluto que haya que descalificar o ningunear los procesos memoriales, pues es evidente que la memoria es clave en la organización y transformación social y moviliza emociones, orienta biografías, construye solidaridades y exclusiones, inspira proyectos nacionales, etcétera. El tema clave es, en cada contexto, quién moviliza la memoria, con qué claves, con cuáles propósitos, mediante qué mecanismos o instituciones, etcétera.

Esta semana, entre el 25 y 28 de junio, se celebra en el campus central de la Universidad Complutense de Madrid el 3er congreso de la Memory Studies Association (MSA). La organización ha corrido a cargo de los firmantes de este artículo y por lo tanto implica a la Universidad Complutense, al CSIC, a la UNED y a la Universidad de Warwick (UK). La progresión que ha habido desde el primer congreso de la MSA hace un par de años habla de la pujanza de este campo científico: en torno a 200 participantes en Ámsterdam en 2016, unos 650 participantes en Copenhague en 2017, y más de 1.600 en Madrid ahora, en el quizá sea el mayor congreso sobre la memoria organizado hasta el momento. Recomendamos mirar con detalle el programa del congreso [en PDF] para valorar la enorme riqueza de temas que van a debatir especialistas de todo el mundo: las memorias familiares, las memorias de la utopía y la esperanza, las nuevas modalidades de la memoria en la era digital, la memoria climática, la memoria de los paisajes, la memoria de las migraciones, la memoria de las catástrofes y conflictos (desde los desastres nucleares a los genocidios, diásporas y guerras), el impacto de las culturas de derechos humanos en la memoria contemporánea, las memorias del colonialismo y la descolonización, la nostalgia, o la organización del olvido, entre otros muchos.

Esta riqueza se refleja también en las diferentes sesiones plenarias para las cuales contamos con la asistencia de Aleida Assmann, galardonada con el Premio de la Paz de los Libreros alemanas en 2018. Intervendrá también el escritor estadounidense Viet Thanh Nguyen, Premio Pulitzer 2016 y se proyectará la película The Faces We Lost con un debate con el director Piotr Cieplak que hablará sobre el 25 aniversario del Genocidio contra los Tutsi en Ruanda. Porque la investigación sobre las distintas tramas de la memoria en este encuentro no sólo se expresa por medio de conferencias y charlas, sino también a través de experiencias teatrales, plásticas y audiovisuales.

Dentro de este amplio espectro de temas, la apuesta central de este congreso es la incorporación al debate científico de la memoria social de las epistemologías no occidentales del pasado, un tema que por ejemplo ha trabajado mucho la antropología social y cultural en diferentes lugares del mundo. En occidente, en un sentido amplio, pensamos el tiempo de manera lineal y progresiva en un eje pasado-futuro. Para ello tenemos nuestros propios especialistas, dispositivos e instituciones específicos que generan políticas y culturas memoriales. Pero otras culturas funcionan de otra manera y, por ejemplo, tienen conceptos del tiempo circulares, o rituales y dispositivos de conexión con el pasado muy diferentes de los monumentos, aniversarios, celebraciones o desfiles que forman parte de nuestro sentido común para relacionarnos con el tiempo pretérito. En concreto, en Madrid habrá una mesa redonda plenaria en la que se establecerá un debate sobre la movilización del pasado en el presente en diferentes ámbitos sociales y culturales entre intelectuales de diferentes orígenes y tradiciones, que representan desde la concepción maya de la memoria hasta la dakota, la coreana o la “memoria oceánica” de la que se habla en Australia.

España no es una excepción

En España, en los ya casi últimos veinte años han tenido lugar unos debates sociales muy intensos sobre lo que conocemos como “memoria histórica” o “memoria democrática”, que también tienen su lugar en el Congreso. Se ha abierto fosas comunes, promulgado leyes, instalado monumentos y, en general, se ha desarrollado una cultura memorial, con muchas variantes y que, aterrizando pautas memoriales globales vinculadas a los derechos humanos, cuestiona la relación con la Guerra Civil y la dictadura que se estableció durante la transición. Frente ello, han surgido otras culturas memoriales revisionistas que tiene un anclaje ideológico opuesto.

Una propuesta interesante de esta gran reunión científica es ayudarnos a entender mejor los procesos de memoria en la España contemporánea en el marco mucho más amplio de los estudios de memoria. Simplemente mirando al programa podemos extraer una primera conclusión. Nuestro país no es una extraña excepción: estos procesos de debate sobre el pasado traumático –necesariamente complejos y polémicos— están teniendo lugar, cada uno con sus características, en casi todo el mundo.

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